«Un barrio como todos los demás»
En San Luis, antes cortijada, se encuentran hoy el complejo de la Bola Azul, el Parque de Bomberos o las instalaciones deportivas Tito Pedro
Sergio González Hueso
Domingo, 15 de mayo 2016, 01:56
De pronto uno se encuentra andando por una calle por la que nunca ha pasado. Doblando esquinas y bajando pendientes pronunciadas que acaban en señores ... jubilados apoyados en una tapia. De los que miran continuamente en rededor. Sin saber mucho por qué aparece en dicha posición al final de una angosta arteria el enlace de IDEAL en el barrio de San Luis, que desgraciadamente no parece muy hablador: «¿El barrio? pues como todos los barrios», redunda elíptico el buen amigo de José, que siempre se presta encantado a pasear por las calles de su ciudad. Tiene contactos en todos y cada una de las barriadas almerienses, que se las conoce estupendamente. Particularmente San Luis le trae buenos recuerdos porque su hijo jugó en el equipo de este barrio, en el que hasta se coronó campeón nacional de fútbol sala. Un orgullo.
«Las pistas le dieron mucha vida a San Luis», apunta el vecino mientras se despide, algo decepcionado, del hablador Pepe, que se queda atrás, como impotente, junto a otros dos jubilados. Ambos tuercen el cuello cada vez que se les habla, como si no entendieran castellano.
Tras saber que los últimos 20 años el barrio se ha comportado «como todos los demás» y que ha evolucionado a lo largo de los años, evidentemente, «como todos los demás», no queda otra que seguir husmeando por una amplia avenida protegida por altos edificios de viviendas que además presenta en uno de sus extremos una plaza coqueta, algo descuidada y llena de vida... de gente mayor. De esas que saben a cerveza a las diez de la mañana. La tertulia compuesta por más de una decena de vecinos se alarga a horas intempestivas para la población activa.
Precisamente por ello la visión que se tiene del barrio en la plaza de la Libertad en jornada matinal es la de parados y jubilados. No hay carácter revolucionario ni nada que se le parezca, sólo tragos largos de cerveza de supermercado y miradas hacia ninguna parte. Risas también. Muchas. De gente tranquila que ha visto con ojos sencillos que la natural evolución que va de la mano del tiempo «lo ha ido remediando todo un poco», expresa un vecino chistoso, que aprovecha para preguntar a todo el mundo por su filiación política.
Quizás sea para amoldarse a un interlocutor al que sólo le interesa hablar de su barrio. Y es por eso que continúa empinando el codo y le pasa la palabra a otro señor, que se acerca para acusar a los gamberros de romper la plaza, su segunda casa. Esta tiene buen aspecto aunque el mantenimiento la desmerece. Su valor añadido son unas capotas de obra de distintos colores vivos instaladas sobre la mayoría de bancos de la plaza. La otra peculiaridad es que tiene completa una estructura de un quiosco de música enorme. Según el sanedrín reunido, jamás ha servido para mucho más que para dar un buen susto el día que se cayó su cubierta. Vinieron a retirar el estropicio y ahí quedó la cosa. Hoy los hierros arden bajo el sol almeriense. No muchos han decidido protestar. Cuestión que parece ser la constante de un barrio «tranquilo» y con «muchos servicios», representados estos a las mil maravillas por el complejo sanitario de la Bola Azul o por las instalaciones deportivas del Tío Pedro, ambas a apenas unos pasos del foro cívico desde donde brotan caóticas conversaciones en uno y otro sentido.
Todas con San Luis como eje transversal por donde giran recuerdos, quejas y hasta chascarrillos. Hacen memoria y se retrotraen a los inicios de un barrio que nació como una unión de cortijadas y que se fue colonizando por su zona norte a base de gente venida de otros pueblos. «Buena gente y trabajadora. Muy tranquila». Tal definición no se escucha en la plaza, sino al otro lado del teléfono por parte del aún hoy presidente de la plataforma vecinal Minas de Gádor. Juan López asegura que fue su abuelo quien prácticamente inauguró San Luis, por lo que él puede decir que ha sido testigo directo de la transformación de «cuatro casas» en un barrio como dios manda.
Algunos de la plaza también lo son, aunque no parece interesarles mucho estos asuntos tan manoseado en Almería. Si acaso recuerdan por encima la batalla que se libró con las autoridades para conseguir que el agua llegase a las casas. Fue allá por los primeros años de la democracia. De nuevo es López quien arroja luz. No obstante, fue uno de los que movieron el cotarro. Lo lleva haciendo años y hoy por hoy se le nota desencantado. El agua llegó entre el 76 y 77 y a partir de ahí todas las conquistas fueron cayendo como fruta madura. «Entonces el barrio fue creciendo con su gente de poco conflicto y equipamientos. Hasta que en el año 2007 la cosa comenzó a cambiar», indica el vecino, que espera que pronto pueda haber gente joven que se interese como hicieron los de su generación.
En la plaza de la Libertad les aburre el asunto, prefieren hablar de lo mal que está su segunda casa y solicitan arreglos que van desde la reposición de bancos o capotas, a la instalación de una baranda para sortear las escaleras sin percances. «A mí es que se me viene el mundo encima cuando veo el estado actual de la plaza», reconoce Juan López, que continúa desde su casa con el relato histórico. «En el año 2007 al Ayuntamiento se le ocurre poner en mitad de lo que era una zona tranquilísima el parque de Bomberos. Este fue el principio del fin de un barrio que con la modernidad ha perdido sus mejores cualidades». De esto está convencido el presidente de la plataforma vecinal, que teme quedarse solo batallando por un San Luis que ha perdido recientemente a otro de sus representantes históricos. A Cesáreo el de La Loma, la otra asociación de vecinos, que murió hace poco más de un mes.
Entre ambos colectivos fueron minimizando a base de contestación las pérdidas de peso específico que, según explica López, fueron perdiendo los vecinos con cada decisión adoptada por unas administraciones que hacían aterrizar equipamientos de todo tipo sin importar lo que dijera la gente. «Quebraron la tranquilidad de estas calles», cuenta el presidente, que menciona también la llegada de la oficina de extranjería o el mercadillo, como dos hitos también negativos.
«Para acabar de rematarlo realizaron una obra en la calle Haza de Acosta que nos ha supuesto muchos más inconvenientes que beneficios». Este asunto, acaecido en la anterior Corporación, dice tenerlo atravesado. Habla de problemas de inundaciones y de circulación. Lo mismo que ya ha comunicado en innumerables ocasiones a los concejales, de quienes dice no esperar ya mucho. Quizás sea esta cuestión la que le mueve a animar a los vecinos de su barrio a que se involucren de verdad, pues cuantos más sean reclamando por San Luis más despejado les quedará el camino hacia los buenos tiempos. «El problema es que es un barrio comodón, de buena gente, pero comodón», insiste este vecino, convencido de que si hubiese compromiso, su barrio dejaría de ser como todos los demás.
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