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Orgullosos de Ciudad Jardín

Orgullosos de Ciudad Jardín

En este privilegiado barrio de la capital se vive sin sobresaltos gracias en parte a su movimiento vecinal, canalizado desde la asociación ‘San Antonio Ciudad Jardín’, una de las más activas

Sergio González Hueso

Domingo, 1 de mayo 2016, 00:23

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Paquita llega algo tarde y remata diciendo que Rosa no viene. María ríe. También Antonio. Y los demás. Suena música de salsa a toda pastilla en la sede de vecinos de Ciudad Jardín, que tiene más plantas que el Corte Inglés. Sí, ese establecimiento que aún esquiva a una ciudad que camina a pasitos gracias a gente como Rafael, el presi, el que les recuerda a todos que el lunes hay barbacoa. «El otro día me viene un vecino que tenía una chapa de acero que le molestaba porque hacía ruido cuando pasaban los coches, llamé por teléfono al Ayuntamiento y lo arreglaron al día siguiente. Algo así es lo que vamos haciendo de manera cotidiana», resume el aludido, de apellido López, que es el que manda en la asociación de vecinos 'San Antonio Ciudad Jardín' y en la FAVA 'Almería Siglo XXI'.

Es el jefe y es por eso que no puede olvidarse de lo de la barbacoa para celebrar las cruces o que la música venga del baile matutino que disfrutan los mayores más marchosos. Está en todo pese al sinfín de actividades que realizan en la asociación o el cúmulo de reuniones que mantiene al día. Si unas y otras tuvieran que significarse aquí coparían casi todas las líneas de un reportaje para cuya confección se ha congregado alrededor de una mesa a parte de la junta directiva de la asociación. «Tú haznos preguntas y nosotros ya te vamos diciendo», invita, solícito, el también miembro del comité vecinal de la ciudad.

Dedicado a su barrio desde los años 70, tiempos en los que Ciudad Jardín comenzaba a dejar atrás aquel primer paisaje de casas bajas emergidas al albur de una iglesia, a López se le escapa una sonrisa socarrona cuando una vecina le espeta, a modo de resumen al periodista preguntón que, «si el barrio está así de bien es gracias a él», señala la señora, que es también vocal. Persona además que reconoce que en Ciudad Jardín se vivía entonces y se vive hoy «divinamente», que es una palabra que aparece varias veces en una conversación que condensa buena parte de la evolución que ha vivido esta zona de la capital, donde la mayor parte de sus 4.000 vecinos son mayores. «Los más antiguos no suelen venir por aquí. Confían en nosotros», bromea López, que explica que son 300 vecinos los que pagan religiosamente la cuota de una asociación cuyas diferentes juntas directivas han sido responsables de hitos tan importantes como la llegada del ambulatorio o el fin del pernicioso transporte de mineral por mitad de la ciudad. «Las casas estaban rojas», recuerda el presidente, que ha echado canas en un barrio que en unas décadas ha pasado de «ciudad dormitorio» del centro a ser el corazón de esa parte de la capital que no mira al mar porque un desarrollismo absurdo le bloqueó un días sus preciosas vistas.

Desgraciadamente ha sido así pese a las innumerables batallas de estos vecinos, que son de cultivar buenas relaciones con los que mandan como estrategia de conquista. Esto ha propiciado que en su barrio no quede más que comprarse una casa y disfrutar. Así lo han hecho durante estos años muchos, en una lógica de cambio generacional que está democratizando algo Ciudad Jardín que, pese a todo, en Almería sigue considerándose uno de los barrios con mejor calidad de vida de la ciudad.

No es para menos. En poco se ha pasado de conseguir que una estación meteorológica se convierta en una sede vecinal grandilocuente a pedir una marquesina o que quiten tres alcorques de una trama urbana recién renovada. Tal desarrollo da buena cuenta de lo que se ha conseguido a base de paciencia y perseverancia. Hoy la vida entre estas calles transcurre sin sobresaltos. A ritmo pausado y con una brisa marina que alcanza los verdes parques, casi todos bien cuidados, de un barrio que cuenta hoy con tres colegios, un instituto, dos iglesias, otros tantos centros de salud y dos sedes sociales.

De la primera ya se ha hecho mención, la que ocupa la asociación vecinal, ubicada en la avenida Cabo de Gata e inaugurada en el año 1997. Y la otra es el centro de servicios sociales comunitarios 'Ciudad Jardín Levante', en Plaza Colón. Su consecución representa otra victoria para estos vecinos, que hoy tienen a dos pasos una herramienta de vertebración social en el que de igual forma se pueden llevar a cabo trámites burocráticos que realizar actividades gracias a la asociación de voluntarios de Almería 'Nacarac'.

De todo se menciona en una mesa que continua acumulando personas a su alrededor. A cual de ellas más encantada por poder contar las bondades de su barrio o las riquezas de Almería. Un ejemplo que aparece repentinamente es el Cable Inglés. Se entromete por mediación de una señora elegante y muy viajada que espera que un día tal obra de ingeniería luzca como merece. La conversación se dispersa un poco hasta que el presidente llama al orden. No sin antes preguntarle algo a la secretaria de la asociación, que es también psicóloga. Ambos parecen llevar el cotarro a las mil maravillas. Cuentan que, pese a lo conseguido y lo bien que se vive en términos generales, en su zona quedan flecos por cortar.

De estos dieron buena cuenta hace un par de meses al equipo de gobierno, al que siempre reciben de buen grado entre estos muros. Esta buena sintonía ha fructificado en los últimos tiempos en la renovación de la pavimentación de la mayoría de calles del barrio o en la reordenación de un tráfico que, según López, propiciaba que Ciudad Jardín fuera prácticamente «la ciudad sin ley».

Parte de esta cosecha reciente es también fruto de unos nuevos engranajes de participación que, para López, ha ce que la información circule mejor en los barrios. Pese a todo siempre quedan cosas por hacer, aunque hoy puedan parecer nimias si se echa la vista atrás. Es justo ahora cuando la mesa de sabios -excluyendo de tal consideración al periodista- pasa del interior de la sede al exterior de unas calles y plazas que lucen limpias. En el paseo se mencionan marquesinas que no llegan o alcorques sin vida que no se cubren.

La falta de aparcamientos o de espacio para más equipamientos también aparece en un recorrido que muere a las puertas del centro de salud. La solería de la entrada está en mal estado, algo que se mezcla con la suciedad de una fachada hasta arriba de pintadas. De repente López se calla, piensa, mira a los miembros de su junta y todos entran a preguntar si está el director. Se disponen a recordarle el asunto. El deber les hace casi olvidarse de la visita, que acaba hipnotizado al ver como el viento hace ondear la enseña patria que preside la plaza del mítico Lengüetas.

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