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Un buen montón de excrementos acumulados en uno de los contenedores, zona que se ha convertido en un vertedero sin control.
La paciencia de los hijos de la Juaida

La paciencia de los hijos de la Juaida

En este barrio ubicado al norte de la ciudad se lleva muchos años esperando la llegada de los servicios básicos que merecen sus miles de vecinos, que están sin agua, luz, limpieza o parques

Sergio González Hueso

Domingo, 17 de abril 2016, 00:37

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El barrio de La Juaida es un poquito Almería y otro tanto Viator. Ocupa una buena pastilla de suelo sobre la que hay desperdigadas miles de parcelas, al menos una cifra nunca inferior a las 4.000 según cálculos de Damián, que se compró una allá por los 90. Francisco Javier, otrora presidente de la Asociación de Vecinos Mancomunada del Bajo Andarax, suma algunas que otras más: «Hay hasta 10.000», dice con seguridad. La que parece que ha cultivado tras muchos años batallando con las administraciones en esos muchos días que consagró su tiempo a esta gran barriada.

Hoy dice estar retirado a la espera de un transplante. Habla con claridad, como también Santiago, que fue uno de los primeros en arribar a una zona de Almería que se ha transformado en poco más de 30 años de manera exponencial. Al menos en su catalogación, a día de hoy urbana tras un eterno proceso de regularización culminado durante la Corporación anterior. Los orígenes de este barrio se sitúan en la venta sin mucho control por parte de conocidos empresarios de unas parcelas a vecinos de otros puntos de Almería. Estos, en su mayoría humildes, vieron en esta zona ayudados por el bajo coste de la transacción, una buena oportunidad para forjar una vida tranquila. Poco a poco y gracias al rápido crecimiento propiciado por unos 'colonos' que hoy peinan canas, nació la necesidad de oficializar un cada vez más consolidado núcleo urbano. El objetivo era legalizar los asentamientos con el fin de atraer también la creación de los necesarios planes de urbanización que dotasen al vecindario, que se mancomunó, de servicios tan básicos como el agua, la luz o el asfaltado de sus calles.

A paso de tortuga se fueron dando pasos en un proyecto que iba a ser cofinanciado por el Ayuntamiento de Almería, la Junta o Diputación, así como también la Unión Europea y los propios vecinos, que deben pagar un porcentaje para compensar sus años de alegalidad mediante unas edificaciones «que han crecido como los hongos», como llegó a decir un día tras un pleno el que fuera alcalde y edil de Urbanismo, Juan Megino.

Mucho ha llovido ya desde entonces. Tras unos 90 en los que el barrio comienza a sentirse como tal y aupado por el movimiento vecinal empieza a reclamar soluciones y arrancar compromisos. En las décadas siguientes la realidad se torna decepcionante. Pese a las numerosas promesas de todo tipo en periodo preelectoral a día de hoy la situación en La Juaida no dista mucho a los tiempos en los que Damián se trasladó desde El Puche o Santiago comenzó a levantar su casa: 'Villa Martín' pone en la puerta de entrada.

Este vecino y muchos otros llevan 40 años esperando a tener saneamientos, alumbrado público o que se mantenga, como ocurre en el resto de Almería, su calle, que pese a ser una de las que mejor se encuentran a día de hoy en todo el barrio, esta no tiene aceras, los márgenes de la carretera están conquistados por matorrales o cuenta con arquetas sin tapa, con todo el riesgo que esto supone.

«Y el caso es que pagamos contribución y basura como todos los vecinos», dice molesto con la factura en la mano. Actualizada evidentemente al alza una vez que se regularizó su situación. El problema es, como dice Francisco Javier, que eso no revierte en servicios públicos. «La Juaida paga pero no recibe nada», apunta este vecino, que acusa al Ayuntamiento de no cumplir su palabra. Dicen que la última que se pudo oír en el barrio fue pronunciada en una visita de buena parte de la plana mayor del Partido Popular en el mes de diciembre, justo antes de las Elecciones Generales.

«Dijeron que las obras comenzarían en febrero. Y como ves aquí no ha venido nadie», criticaron casi al unísono estos vecinos. El Ayuntamiento niega que tal cosa se dijera y asegura que todo radica en la complejidad de esta actuación, que requiere con anterioridad de un proceso de reparcelación que se estaría llevando a cabo. Una vez concluya se podrían comenzar unos trabajos que tendrían que ser costeados en una buena parte por los vecinos.

Independientemente de que se comprometieran o no en diciembre a enviar excavadoras a esta zona de la capital, algunos de estos ciudadanos tampoco están a favor de asumir un alto porcentaje del coste de estos trabajos, pues dicen pagar impuestos desde hace años como si tuvieran acceso a unos servicios de los que carecen de manera flagrante. Es por esta necesidad tan acuciante y también su conciencia de que la magnitud de los planes de desarrollos urbanísticos que necesitan van para largo, que piden al menos actuaciones que hagan que se gane calidad de vida a corto plazo. «Si entendemos que lo de la urbanización tardará aún varios años, pero... ¿puede un barrio tan grande estar sin luz otros ocho años más?», se pregunta Damián, que sabe perfectamente las cosas que se pueden ir haciendo poco a poco mientras llega una intervención definitiva.

La lista 'impepinable'

La Juaida es hoy un conjunto desordenado de parcelas, algunas de ellas a medio construir o abandonadas. Otras contienen grandes viviendas que han ido creciendo forjadas con el tiempo y la paciencia de sus dueños, muchos procedentes del sector de la construcción. Existen calles pavimentadas, unas tras actuaciones del Ayuntamiento o Diputación y otras por los propios vecinos, que han tenido que cubrir con su dinero el vacío institucional siempre tan clamorosamente presente en este barrio. El caso es que da lo mismo quién haya hecho o mandado hacer esto o lo otro, pues La Juaida está completamente desatendida. No hay luz en la calles, no hay servicio de limpieza y los pocos contenedores que existen están rodeados de basura, escombros o desechos de cualquier tipo que se acumulan durante meses. Las carreteras, que las hay sin asfaltar y en un estado no apto para utilitario normal, tienen el firme completamente destrozado. Acumulan grandes baches combinados con unos matorrales que hacen más angosto los pasos y con unas arquetas antiguas que están al descubierto. Huelga decir lo peligroso que es circular de cualquier modo ante este panorama sin alumbrado.

El transporte es otra de las carencias de este barrio fronterizo. Pese a que es enorme, la frecuencia de los autobuses es más que limitada: pasa uno cada dos horas y, además, la única parada se encuentra alejada de muchísimas viviendas. Teniendo en cuenta que en La Juaida no hay comercios ni centro de salud ni tampoco colegio, la importancia del vehículo propio y del transporte público se hace vital. También lo son los equipamientos, pues en este barrio los más pequeños no pueden disfrutar de un parque para jugar. A esto hay que sumar la oscuridad y la cercanía a muchas de estas casas de terrenos abandonados que contienen balsas vacías sin vallar, construcciones insalubres sin paso restringido o grandes taludes.

Ante esta situación «insostenible», estando la solución a casi todo sujeta al desarrollo de la perezosa urbanización que no acaba de llegar, los vecinos ruegan al Consistorio cosas tan básicas para «ya» como puntos de luz para mantener iluminadas y seguras las calles; un mejor mantenimiento de las carreteras; pavimentación y desbrozado de caminos; servicio de limpieza y recogida de residuos; o una mayor frecuencia de autobuses, sumando además paradas al itinerario, sobre todo al del autobús escolar.

Toda una lista en la que están hoy estos vecinos de personalidad estoica, que continúan cargados de paciencia con las administraciones tal y como es preceptivo para vivir feliz en Almería.

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