La Goleta navega como puede
Los miembros de la asociación vecinal de este barrio dicen llevar más de tres años esperando respuestas del Ayuntamiento a unas preguntas que tienen que ver con el urbanismo, la falta de mantenimiento o la «nula» articulación del área de Participación Ciudadana
Sergio González Hueso
Domingo, 3 de abril 2016, 01:48
Juan Antonio está jubilado para desgracia del Ayuntamiento. Apunta todo concienzudamente. Es metódico y habla con acento catalán. Se sabe ingeniero y le llevan los ... demonios cuando su corteza cerebral con todos esos trillones de sinapsis le dan vehículo a lo que ve por unas retinas que le arden desde hace años. Mientras repasa de forma casi impulsiva las imágenes que contiene el reportaje número 4 de su barrio a través de su tablet, deja claro que lo del «abandono» de La Goleta en Almería no va de partidos políticos sino más bien de falta de calidad democrática.
Se explica: «El problema aquí radica en que la formación de los que ocupan plazas de importancia para la ciudad no se acomoda ni de cerca al tipo de labor que estos desempeñan. Esto jamás ocurre en la empresa privada, donde hay una persona que se encarga escrupulosamente de seleccionar para cada uno de los puestos a aquellos aspirantes cuyo perfil se asemeja mejor a las necesidades y conocimientos que requiere el trabajo».
Para el presidente de la asociación de vecinos, este es el principal motivo por el cual logra ver en casi cualquier lado de Almería ejemplos palmarios de una falta de «supervisión» y «dirección» flagrante por parte de los que mandan. Él representa a unos vecinos, los de la AA VV de La Goleta, que aseguran ya estar acostumbrados a todo tipo de sinsabores tras llevar viviendo años en lo que definen como una «isla»; como un barrio que, como dice Ramón Muñoz, vecino y vocal del colectivo, representa a ese gran gato gordo que un buen día fue vendido como una liebre hermosa.
«Recuerdo cuando nos presentaron estas promociones, con recreaciones de gente paseando con su perro o empujando el carrito de su bebé en un entorno confortable con todas las comodidades... es hasta cómico porque poco de eso disfrutamos hoy pese a lo mucho que pagamos en su momento o a las elevadísimas facturas de IBI que hacemos frente».
Muñoz pronuncia estas palabras mientras señala una de las jardineras junto a su vivienda. Se encuentra completamente abandonada a una suerte de compost de basura, mala yerba y mobiliario degradado. Explica a modo de ejemplo que lo primero que ocurrió al poco de mudarse fue que les cayó como peso muerto un gran aparcamiento para el estadio de fútbol en una parcela que estaba catalogada como dotacional y, por tanto, donde cabían proyectado para el barrio lo mismo un colegio como un centro de salud o una zona de esparcimiento. Resumiendo, nada de lo que hay en la actualidad en un entorno en el que todo se cambió por «puro y duro asfalto», tal y como define en un escrito Juan Miguel Merlos, el vocal del área de Urbanismo de la asociación. Sí, han leído bien. Estos vecinos no sólo tienen un vocal específicamente encargado de los áridos asuntos urbanísticos, también registran cada escrito, comunicación o elaboran actas de reunión con un celo casi patológico. Es cosa del presidente, con cuyo despliegue y tiempo libre bien aprovechado es difícil que se le escape algo.
Aquella decisión urbanística tomada en su día no ha sido la única que les ha supuesto un frenazo en sus ambiciones vecinales. Si antes del 2005 en según que despachos para La Goleta había planes y recreaciones virtuales pseudo paradisiacas, la crisis y la expansión por otras zonas más próximas a la playa abocaron al barrio a conformarse con dos atracciones multitudinarias que muchos años después se han convertido en casi un problema por la imagen que se traslada a los visitantes. «Nos da vergüenza que venga gente de fuera y vean La Goleta así. No creo que sea muy difícil de entender», se oye en una conversación con aroma a café e inconformismo.
Según cuentan en la asociación, el contexto en pleno siglo XXI de este barrio lo dominan grandes promociones cuyas calles, catalogadas como de dominio público-privado, se encuentran completamente abandonadas. El aspecto en algunas zonas dista mucho de ser la ideal para ser proyectada o para abrir un negocio pese a ser una de las zonas de la ciudad más visitadas a lo largo del año por su cercanía con el Estadio o el Palacio de los Juegos Mediterráneos o por el mismo recinto ferial.
«Uno de esos ejemplos a los que me refiero con la falta de gestión o supervisión es el caso de las jardineras en nuestras promociones. Estas se encuentran completamente desatendidas porque el Ayuntamiento no se hace cargo por estar catalogadas de una manera diferente. Lo que hicimos en vista de esto es presentarnos en dependencias municipales para preguntar qué había que hacer para conseguir que nos recalificarán el suelo y normalizar la situación. Un técnico del área nos dio unas pautas que seguimos al pie de la letra y, por cierto, no sin dificultad. Lo presentamos todo tal cual nos dijo y la respuesta que recibimos fue, tras varios meses de silencio, que no les interesaba hacerse cargo», recuerda Juan Antonio.
El vecino, así como el resto de la junta directiva... etc., no puede entender cómo el equipo de gobierno no se responsabiliza, motivado por criterios economicistas, de unas zonas que se ceden cuya mala imagen repercute directamente en la estética de la ciudad. El mismo asunto o parecido ocurre con el segundo rasgo característico de este paisaje a día de hoy: la multitud de terrenos baldíos o solares sin desarrollar que pululan por el barrio. Pese a que el Consistorio ya ha comenzado a vallar algunos de ellos para hacer cumplir la ordenanza municipal, el proceso está siendo lentísimo. Fruto de una burocracia excesiva en lo que respecta a la ejecución subsidiaria, mientras se van adecuando a la normativa estas pastillas de suelo sin urbanizar, en ellas hoy se pueden ver hasta asentamientos chabolistas. Viviendas insalubres que están levantadas en madera u obra. Las hay con equipos de música, con animales o en mitad de un solar o en un recodo entre dos calles. Eso sí, todas a vista de cualquier persona que acuda, por ejemplo, a llevar a su hijo al parque.
Lo de las zonas verdes y su falta de mantenimiento o limpieza es otra de las quejas que pone la asociación sobre un tapete en el que estas ocupan la transversalidad completa. Alcanzan a todas las áreas municipales: desde la de Fomento, en la que la preocupación tiene que ver con la falta de reposición del mobiliario, a la de Movilidad, a la que solicitan que, ya que el centro de salud más cercano está en Nueva Almería, se habiliten más frecuencias de autobuses para que los mayores puedan desplazarse allí sin problemas.
Lo que sí es verdad que no le exigen a este área son aparcamientos. Este sobra salvo cuando hay fútbol o feria. Ahora bien, tanto asfalto «puro y duro» tenía que servir para algo. Esto es: para carreras ilegales. Suelen producirse durante los fines de semana y por la noche. Han sido denunciadas en varias ocasiones a otra de las delegaciones municipales a la que le han dirigido escritos. A Seguridad, a la que también recuerdan los botellones que se celebran en olor de multitudes en los parques cuando toca fútbol o Feria, maravillosa semana esta de ruidos y en la que cada comunidad de vecinos tiene que contratar seguridad privada para que los más incívicos no se cuelen en las piscinas.
El modo en el que se articula esta festividad o las propuestas que leen a través de la prensa referidas a la instalación de casetas permanentes, todo sin contar con ellos, no hacen otra cosa que convencerles de que la Participación Ciudadana no funciona como debería. Lo dice un Juan Antonio al que le gusta hacer analogías con zonas de su barrio degradadas ayudado de su tablet. Esta la llevará consigo también mañana, a una reunión prevista con el alcalde y un buen número de concejales. Parece que recibirán la cesión de un par de habitaciones para uso de la asociación. Allí le expondrán todas estas cuestiones y otras muchas más. Tantas como para rellenar dos docenas de reportajes como este.
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