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LAZARANDA

Mueren más toreros en las carreteras

MANUEL MOLINA

Domingo, 29 de junio 2008, 04:40

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JAÉN es una de las provincias españolas con más festejos taurinos; hecho que aumenta durante los meses de verano. En medio del jolgorio y la alegría incomprensible se sacrifican reses criadas en exclusiva para sufrir veinte minutos de un desgarrador espectáculo en el cual se le rompen al animal músculos y tendones, órganos internos, hasta ahogarse en su propio vómito de sangre. No entiendo cómo a ese macabro espectáculo se le puede llamar fiesta, ni mucho menos arte. (Hasta aquí suelen leer los taurinos).

Sobre el mundo del toreo existen muchos tópicos, que se rebaten por sí mismos. Desde luego ni las facultades intelectuales, ni el crecimiento espiritual aumentan con el maltrato a los animales. Arte se le llama, pero es ésta una palabra amplia en su significado y no contempla precisamente matar con saña a un animal. Si atendemos al diccionario de la RAE encontramos la siguiente definición: «Manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros». No aprecio asomo de crueldad con el toro en tal entrada, tal vez ya tenga un nuevo enemigo la institución académica por no recoger lo que los aficionados taurinos entienden como arte.

Se pueden escuchar argumentos manidos y desgastados como que el animal es criado para tal fin y que vive como Dios en su dehesa hasta que se encajona y suelta asustado en una plaza-coliseo para que un torero-gladiador con ventajas más que vergonzosas lo aniquile con crueldad. Puestos a ello vamos a por el lince o el quebrantahuesos y todo el pastón que se gastan las administraciones en conseguir que no se extinga se divida por un poquito para que subsista sin ser humillado el bóvido. La nobleza del toro sí que es un tópico cierto porque en realidad encerrado como está, sin escapatoria, aguanta hasta su muerte vejaciones y heridas que cualquier otro animal no aguantaría. Dicen que es fiero pero ¿es que no lo serían ustedes con tanta saña y la vida de por medio? Sólo faltaba que diera volteretas de alegría ante tanto sufrimiento. También se alega que el mundo taurino crea muchos puestos de trabajo. Es verdad, pero qué fácil es perder un empleo hoy día en la construcción o en los astilleros o en cualquier otro sitio, con la diferencia de que allí no se maltratan animales y sí se pierde el trabajo. Hay gente que vive de traficar con drogas, de hacer vídeos pedófilos, de enriquecerse con la trata de mujeres o con la inmigración ilegal. También alegaríamos que se ganan la vida, aunque fuera de la ley y sobre todo de nuestra moral. No obstante, lo que más me llama la atención de la crueldad del espectáculo de las corridas es creer que el toro y el torero se enfrentan con igualdad. Mentira, mentira. Sería descabellado y perdón por la expresión, pensar que esa circunstancia es real. Veamos cómo se produce la desigualdad: El toro es arrancado de su hábitat y desplazado cientos de kilómetros encajonado para soltarlo en un reducido corral donde se le marca con un punzón llamado 'divisa' y se le abre un portón hacia un recinto que le ciega y lleno de estruendo se le impide ver la salida. En éste recibirá un 'puyazo' hasta desangrarlo parcialmente, que le reduce su fuerza, hasta tal punto se ensañan en este martirio que a veces la pirámide metálica y afilada de la punta rompe vértebras y los deja cojos. Le siguen las banderillas, arpones sobre las heridas precedentes que consisten en hincarle el hierro que masacra los tendones y vasos sanguíneos con el movimiento del palo. Y por último, el estoque, verdadero invento sádico de tortura, diseñado para romper y cortar órganos vitales incluso desde tres posiciones de entrada distintas, incluso con medio estoque se produce un desangrado que ahoga en su propia sangre al animal. Ya ven la igualdad.

Lo que me ha sorprendido siempre es que hay gente que pague por ver esto y que encima disfrute. Ahora que la gente vuelve excitada a las plazas de toros a ver cómo se humilla y hace sufrir a un animal no puedo menos que pensar que tantos siglos de instrucción, de intentos de raciocinio, de lucha por la defensa de los animales en este caso no han servido de nada. Hasta ahora como verán no he insultado, tan sólo he mostrado cómo el ser humano aún disfruta de manera incomprensible con el horror. Por cierto, un último tópico sobre la igualdad del toro y el torero: el primero sí muere en la plaza.

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