Igual estamos en una ensoñación, o en una simulación digital. Quizás las partículas de antimateria han creado un multiverso donde el plano de la realidad ... actual está encerrado en una matriz binaria. Si es así, me quedaría más tranquilo. Porque si no lo es, y realmente el Almería ha sumado su cuarta victoria consecutiva, lidera la clasificación con esta ventaja, es el máximo goleador de Segunda y el menos goleado, me preocuparía bastante. Si es cierto que en la jornada 14 tenemos 31 puntos, la proyección hasta la jornada 42 nos llevaría a las 93 unidades… y eso no mola. No está bien que me ilusione así ante la perspectiva de que vamos a batir todos los récords, y estaremos en disposición de levantar el titulo de campeón, porque eso va hacer que un simple ascenso a Primera me sepa a poco.
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Con lo bonito que es sufrir cada domingo. Esa agonía de ver cómo te hacen un gol por un error inesperado y ese calorcillo visceral por una falta a destiempo en el descuento. Cuando te hacían goles en el último minuto te consolaba decir que se veía venir, que ya lo habías dicho tú en un alarde de sabiduría balompédica. Pero ahora, ¿donde está la gracia de marcar tú en el minuto 92?. En ningún sitio. Porque el gusto se lo llevaron el martes los asturianos que pudieron protestar la actuación arbitral, menoscabar la moral del contrario calificando de «churro» las paradas del portero, o, la mejor de todas, tirar de repertorio con «juguete del jeque» o «jugadores en una jaula de oro» para intentar golpear en la línea de flotación moral del rival.
Eso si molaba y este equipo me ha hurtado ese gusto. Pero luego levanto la mirada y, saliendo de mi hedonismo reflexivo, veo caras sonrientes a mi alrededor. Una madre y una hija que se echan a llorar emocionadas por la victoria en el feudo de «Quini». Un niño que esa noche va a dormir con la camiseta de Fernando a modo de pijama. Un adolescente, proyecto de futbolista, intentando procesar como, el autor del gol, dice en televisión sentirse orgulloso de estar en este equipo aun cuando ha sido suplente en no sé cuantos partidos. Y me quiero quedar con esa última instantánea. Porque este equipo nos está permitiendo aprender una de las lecciones más difíciles en el deporte, saber ganar. Saber perder es fácil para quien lo hace con asiduidad.
Los que acumulan esas experiencias luego tienen problemas para digerir las victorias porque las exageran, en un humano sentimiento de disfrutar de un momento que igual no se vuelve a producir. Pero si esa lección ya la tienes más que superada, luego te queda la otra. La de valorar los éxitos como lo que son, pequeñas estaciones de paso que construyen el objetivo final. La UD Almería nos está haciendo jugar a ganador, pero las palabras de José Carlos Lazo tras la victoria en El Molinón, me parecen el mejor broche para una tarde más en la oficina tapizada de césped.
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