Ramazani o cuando llueve sobre mojado en la UD Almería
El belga se perderá uno o más partidos por segunda vez en dos meses, en los que pudo perjudicar las intenciones de alcanzar el triunfro por el equipo indálico
Si se valoran las imágenes de lo sucedido en el Power Horse Stadium el domingo, la tarjeta que le costó la expulsión a Largie Ramazani ... es para mirarla, pero llueve sobre mojado con un jugador que ha perjudicado con sus 'idas de olla' al equipo en los dos partidos en los que se fue antes de tiempo y puede que también en algunos encuentros más aunque no se fuese del campo expulsado. La primera vez que dejó al equipo en inferioridad llegó el pasado 12 de febrero frente al Athletic, por doble amonestación –la primera también en la historia como jugador rojiblanco–. Era la vigésimo cuarta jornada y entonces fue por sujetar a un contrario, según el acta redactada por García Verdura, «de manera ostensible», tanto la primera amonestación como la segunda. Su salida del campo en el 53 pudo ser clave para que el cuadro indálico no consiguiera la victoria frente a un rival que no estaba haciendo su mejor partido y que no mejoró después. El domingo pasado frente al Villarreal fue por unos 'cables cruzados' y no 'sujetar' su ira. Había entrado en el 69 en lugar del 'Choco' Lozano y en el 80 protestó de forma airada por una falta que no fue precisamente lo que el árbitro había sancionado, sino que el madrileño Ortiz Arias indicó un fuera de juego del belga que protestó de forma airada la decisión arbitral. Lo del 87 es una amarilla demasiado rigurosa porque no tocó ni la cara de Kiko Femenía.
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Lo verdaderamente grave es lo que sucedió, según el acta arbitral, en el túnel de vestuarios cuando lo que había ocurrido en el campo no tenía marcha atrás –ni la derrota que pudo llegar por jugar con uno menos, ni la expulsión– porque la tarjeta no es 'revisable' y su rendimiento provocó una 'desvarío' en el equipo que permitió que Alberto Moreno entrara por la banda izquierda sin más 'molestias' que las que pudo poner Marc Pubill, pero en inferioridad.
Una rémora
Ahora que se puede perder más de un partido y más de dos, esa actitud puede perjudicar su posible venta. Seguramente le dé tiempo suficiente a pagar sus 'deudas' con la justicia deportiva este curso –se expone a ser sancionado por cuatro partidos y quedan seis jornadas todavía–, pero la incapacidad para mostrar sus virtudes futbolísticas, que las tiene, no será posible porque si acaso llegaría a los dos últimos partidos, salvo que el Almería presente alegaciones con pruebas videográficas que quiten hierro a lo sucedido en el túnel de vestuarios. Y es un jugador que obligatoriamente tiene que salir porque, desde el 1 de julio, estará en su último año de contrato y desde el próximo enero será libre para negociar.
También es cierto que esas actitudes, que no son esporádicas, son un hándicap en contra para sacarle 'partido' en el mercado. Su valor de mercado, ahora mismo, es de cinco millones de euros –según transfermarkt–, justo la mitad de lo que valía cuando en los primeros partidos de Liga del curso pasado ya había sido avisado de un futuro interesante, con gol frente al Real Madrid y otro tanto frente al Sevilla, 'auspiciado' por aquella sociedad que había formado con Umar Sadiq. La salida del nigeriano, curiosamente, coincidió con la caída de rendimiento del extremo llegado a la entidad en los preámbulos de la temporada 2020/21, momento en el que el valor de mercado, tras su salida del Manchester United U23, era de sólo 400.000 euros. Entonces le costó ir cogiendo costumbres en la competición española.
Tres avisos
Se 'fogueó' jugando con el filial, firmando algún golazo desde el centro del campo que hacía a más de uno frotarse las manos –fue contra el Torredonjimeno–, y Rubi le vio las maneras que tenía, de tal modo que fue importante el año del ascenso, poniendo la firma a ocho goles. Dos los hizo en la primera jornada para ganar en Cartagena, también hizo dos al Tenerife –uno en casa para ganar 3-1 y otro en el Heliodoro para casi ir sentenciando el ascenso, pues se ganó 0-1–. En Primera tuvo las suyas, con Rubi no queriendo hacer 'leña' de lo sucedido en el Sánchez Pizjuán cuando la UDA peleaba por la permanencia. Entró en el 12 en lugar del lesionado El Bilal y fue sustituido en el 77 por Dyego Sousa, con una botella volando cuando se retiraba al banquillo y un cruce con el técnico que le quiso poner freno. «Son cosas que se quedan ahí, cosas que pasan en caliente. Le he intentado tranquilizar porque conozco su temperamento. Al final le ha pegado una patada a una botella y le he dicho que no. Él es joven, quiere seguir jugando y nosotros las resolvemos internamente. Intentamos educarles porque somos entrenadores, pero también casi formadores. Lo resolvemos internamente, no va a haber ningún problema», explicaría Rubi. Quizá fuese el primer aviso de la irascible personalidad de un jugador tal vez falto de paciencia.
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El segundo llegó justo tras la expulsión frente al Athletic. Gaizka Garitano explicó en rueda de prensa cierto hartazgo explicando por qué Ramazani no jugaba. «Al final yo siempre doy la justificación por cualquiera que me preguntáis, pero hay otras veces que son los jugadores los que tienen que salir aquí y muchas veces dar las explicaciones ellos de por qué no juegan. Muchas veces el entrenador en este caso creo que no está obligado a darlas. Creo que tiene que ser el propio jugador el que diga por qué no juega más», expuso el deriotarra, con el que se firmaría el finiquito tras empatar en casa frente al Sevilla.
El tercero fue el domingo. Pepe Mel no corrigió a la luz hasta ayer lo que pasó con su expulsión. «No he hablado con Ramazani. Tengo la costumbre de no hablar de inmediato. Prefiero hablar mañana –por ayer– con los futbolistas. La expulsión ha sido en un mal momento porque había completado los cambios para ir arriba. No me valía el empate. Nos ha dejado en una posición débil» para luego confesar que «es cierto que la enseñanza de un futbolista joven está en muchas cosas. Tiene que aprender que esto es un oficio, no es sólo jugar bien. Escuché que dijo de mí que era su padre. A ver si me hace caso y no le tengo que quitar la merienda», sentenció.
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