Micaela Sicilia

En el fútbol, los equipos son aptos o no aptos en virtud de lo que pasa en su vestuario justo en los diez minutos posteriores al final del encuentro. Es un estudio mío. Inédito hasta ahora. Sin publicar en Science. Una década de experiencia y observación en la que he podido ver el comportamiento interno de decenas de muestras en contextos muy variopintos. Y cuyo último ejemplo, demuestra que es empírico. Se trata del acta arbitral de la victoria ante el Ibiza; en ella se indica que el primer gol lo anotó Ramazani pero, según mi estudio, no fue en el 58 sino que fue en el Carlos Tartiere de Oviedo.

Allí él, y muchos más, se dedicaron a abrazar a sus compañeros tras el enésimo palo de 2022. No hubo reproches sino apoyo. Aquel calor encendió esta hoguera. Allí, en esos diez minutos tras quedar fuera del ascenso directo, se selló un pacto de unión más fuerte que cualquier triunfo.

Siete días después, en esos diez minutos tras la ansiada victoria, aplaudían los alumnos al profesor y le abrazaban uno a uno en fila india por el adiós de su madre. No conocí a María Micaela Sicilia pero debió ser una persona honesta, humilde y en parte cabezona, porque salvo alguna excepción los hijos somos nuestras mamás y Rubi está empeñado en ascendernos. Los vestuarios también son su técnico.

La admiración sobre Joan no debería descansar en su gesto de quedarse o no a dirigir al equipo en extremas circunstancias. Tampoco tras ganar al Ibiza. Él es el mismo hiciera una cosa o la contraria. Rubi hace meses que se ganó ser uno de los nuestros.