Este Almería, fuera ya de la competición, sin mirar atrás y olvidando lo mal hecho, sin mirar adelante e ignorando lo que está por venir, ... devolvió a la afición el orgullo de sentirse rojiblanco. El abonado no abandonó al equipo en un partido a las dos de la tarde, sin una victoria ni una alegría que echarse a la boca, con la opción más que real de ser vapuleados por un rival superior pero no de renombre. Y el equipo, libre ya de presión, le entregó una fiesta de fútbol a su gente. La superioridad del Girona en liga es aplastante. La superioridad del Almería frente a los gerundenses, también. Por eso no existe lógica en el fútbol y a esa falta de raciocinio es a lo único a lo que se puede agarrar la UDA, más allá de seguir regalando tardes de buen fútbol a una afición maltratada que ha sufrido y sigue sufriendo sin perder las formas.
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El movimiento táctico de Garitano, colocando a Édgar por delante de la defensa, desactivó el planteamiento de Michel. Esas pataditas que desesperan al rival, cómo se echaban de menos. La intensidad, ese otro aspecto innegociable, fue arrolladora en los rojiblancos. La vuelta de Pubill y de Suárez fue una grandísima noticia, por tarde que haya llegado. Su presencia redujo el estrés de hombres como Arribas, en modo pistolero rozando siempre el centro de la diana. Akieme y Lopy, también Robertone, nos recordaron el tiempo perdido. Todos ellos podrían jugar y ser titulares en el Girona, club que pelea en un mismo mercado de futbolistas que la UDA pero que, obviamente, está mucho mejor trabajado desde los despachos.
Lo de este domingo no cambia el destino de la UD Almería pero sí la forma de afrontarlo. Queremos irnos de Primera dejando un recuerdo de gente disfrutona con un equipo malo en sus intenciones –malvado para ser más preciso– pero no malo con el balón en los pies.
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