Domadores del viento
Federico Bonini adelanta a la UDAlmería y 'maneja', otra vez con lectura, al Dépor que logra empatar con un gran gol de Yeremay
En Riazor soplaba un viento distinto, de esos que agitan las banderas y el alma de los que se atreven a desafiarlo. El Deportivo llegaba ... invicto en su estadio, sin haber recibido un solo gol en toda la temporada y con el orgullo de ser el equipo menos goleado de Segunda. Cada ráfaga parecía llevar el peso de esa fortaleza, de ese dominio que convertía el estadio en una muralla. Pero el Almería entendió desde el principio que el viento también puede obedecer a quien lo interpreta. Llegó con la calma de quien no teme al ruido, con la valentía de quien viaja al norte dispuesto a dejar una huella. En medio del aire frío y el ambiente espeso de Riazor, el conjunto rojiblanco encontró una manera de respirar diferente, como si cada pase fuera una forma de abrirse camino contra la corriente.
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El equipo indálico jugó con madurez y equilibrio, sosteniendo el balón cuando debía y golpeando con precisión cuando el momento lo pedía. André Horta, en su estreno como titular, dio forma al ritmo del centro del campo; Stefan Dzodic sostuvo el pulso en la medular, y Leo Baptistao, con su inteligencia habitual, encendió la jugada que cambió el rumbo del partido. Su servicio hacia Nico Melamed fue un destello de claridad que el catalán convirtió en amenaza y que Federico Bonini, con un cabezazo impecable tras el córner botado por el barcelonés, transformó en un acto de rebeldía. Aquel gol, el primero que perforaba la red del Dépor en Riazor, fue también un gesto simbólico, el viento se había girado.
Desde entonces, el partido se jugó al ritmo que quiso el Almería. Los deportivistas empujaban, con el orgullo herido y la grada rugiendo, pero los rojiblancos resistían con oficio y serenidad. Andrés Fernández respondía con manos firmes, la defensa achicaba cada espacio y el equipo, compacto, respiraba al compás de su esfuerzo. Cuando llegó el pitido final, Riazor seguía envuelto en ese viento incesante, pero ya no imponía miedo, pese al golazo de Yeremay. Era un viento distinto, un aire que reconocía la valentía de los que habían sabido enfrentarlo. Los indálicos no sólo empataban, sino que conquistaron el respeto y demostraron que también se puede jugar contra el viento y salir con el alma en calma.
Adelantados
El conjunto indálico afrontó el difícil compromiso de Riazor con novedades, ya que André Horta debutaba como titular acompañando a Stefan Dzodic, mientras que Arnau Puigmal entraba en la derecha y Leo Baptistao suplía a Patrick Soko, quien había sido la referencia en el choque de la pasada semana en Las Palmas. Los rojiblancos buscaban mayor participación en la medular con el portugués como apoyo, y ambos equipos se posicionaban muy altos, con la línea defensiva adelantada y concediendo espacios a sus espaldas.
El inicio dejó un partido muy trabado, con los dos contendientes respetándose en exceso y haciendo desaparecer las llegadas que se habían producido en los primeros compases, una por cada lado, sin dar opciones a los futbolistas más talentosos. El Deportivo apuntaba alto en su presión para no dejar huecos y lo logró, porque aunque no generaba ocasiones claras, sí se adueñaba de la posesión y encontraba rendijas mal cerradas por los rojiblancos. En el minuto 17, Daniele Mulattieri dispuso de la primera gran acción de peligro, pero Andrés Fernández reaccionó con solvencia para desviar a córner.
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Qué respuesta
El cuadro indálico no había viajado a Riazor para contemplar el duelo; quería golpear primero y lo consiguió en el minuto 22. Un excelente servicio de Leo Baptistao, que ejercía de faro en ataque, habilitó a Nico Melamed en un mano a mano con Germán Parreño. El guardameta deportivista respondió con una buena intervención para mandar el balón a saque de esquina. Desde la izquierda del ataque, el propio Melamed puso un centro con música al corazón del área, a escasa distancia de la línea de gol, que Federico Bonini remató de cabeza anticipándose a los defensores. Un tanto que inauguraba por fin su cuenta, después de que su diana en Valladolid no hubiera subido al marcador, y que rompía la hasta entonces tranquilidad del Dépor en Riazor.
Bien plantado en el césped, el equipo rojiblanco se defendía lejos de su área, obligando al Deportivo a mover el balón en zonas comprometidas. No obstante, un error en la apreciación de Stefan Dzodic permitió a los locales progresar por banda, con la sociedad formada por Mario Soriano y Yeremay Hernández. La acción terminó en un centro que Diego Villares envió muy por encima de la portería de Andrés Fernández.
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Lectura
La escuadra indálica, competitiva y con un fútbol sólido, ofrecía señales claras de haber interpretado el encuentro con inteligencia. Con ventaja en el marcador, atrajo al Dépor para buscar espacios a la contra y amenazar la portería de Germán Parreño. En el minuto 45+1, Luismi Cruz probó suerte desde el costado derecho, y su disparo, desviado tras tocar en un defensor, se marchó por línea de fondo en la última acción de la primera parte.
El Almería, muy ordenado y bien plantado, manejó el primer tiempo con madurez. Aunque no fue dueño del balón, supo usarlo con peligro cada vez que lo tuvo. Las cifras eran reveladoras: tres remates entre los tres palos con solo cuatro intentos, frente a un Deportivo que acumuló ocho disparos sin encontrar portería. Una diferencia que hablaba a las claras de la eficiencia indálica en un escenario tan exigente como Riazor.
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Más llegada
El reencuentro con el fútbol tuvo a un Stefan Dzodic distinto, más preciso y sereno en la toma de decisiones. Aun así, el Deportivo rozó el empate en una acción a la contra. Fue un balón servido por la banda derecha por Ximo Navarro, que puso un centro medido al corazón del área en el minuto 49, pero Daniele Mulattieri, con todo a favor, envió su remate fuera. También lo intentó el propio Ximo en el 55, con un disparo potente que se marchó por encima del larguero tras un servicio de Giacomo Quagliata, que se había convertido en el futbolista más incisivo del cuadro deportivista.
El Dépor, ya con Eddahchouri sobre el campo, se volcó definitivamente al ataque, con Yeremay ganando presencia por el costado izquierdo. Rubi advirtió el crecimiento de Giacomo Quagliata por esa banda y reforzó el sector con un doble lateral, dando entrada a Marcos Luna en lugar de Arnau Puigmal. Sin embargo, no logró frenar la inspiración de Yeremay, que en el minuto 61 equilibró el marcador con un disparo magistral a la escuadra desde la esquina derecha del área, imposible para Andrés Fernández.
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Vuelta a la dinámica
Rubi reaccionó dando un aire nuevo al centro del campo con la entrada de Gui Guedes e Iddrisu Baba, sustituyendo a un amonestado Dzodic y a un André Horta que comenzaba a perder ritmo. Los rojiblancos trataban de apaciguar el ímpetu ofensivo de los de Antonio Hidalgo, que también movió el banquillo introduciendo a Stoichkov y Noubi. El primero reemplazó a un desgastado Quagliata y el segundo al exrojiblanco Ximo Navarro. El conjunto indálico estuvo muy cerca del segundo tanto en el minuto 69, en una acción de Chirino que Soko no alcanzó por centímetros.
Los cambios ofrecieron al equipo una nueva estabilidad, controlando el juego en una fase donde el Deportivo redujo sus llegadas, aunque siguió merodeando el área rival. En el minuto 78, Stoichkov dispuso de una ocasión clara, pero Andrés Fernández reaccionó con reflejos felinos, achicando espacios y desviando el balón a córner. A partir de ahí, el Almería impuso su ritmo, moviendo la pelota con criterio y evitando que el Dépor encontrara comodidad o continuidad en su ataque.
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Reconquista
Gui Guedes asumió el mando del juego con personalidad, marcando los tiempos y provocando un auténtico cortocircuito en las ideas del Deportivo, que se vio obligado a recurrir a centros sin destino claro. Los blanquiazules colgaban balones al área sin hallar rematador, mientras la zaga rojiblanca, con un imperial Federico Bonini y un firme Marcos Luna, despejaba una y otra vez con autoridad. El equipo indálico mantenía la serenidad, administrando el balón y esperando los espacios que dejaba un rival cada vez más desesperado.
En los minutos finales, dos disparos fueron bloqueados por la defensa;uno de Arribas, antes del 90, y otro ya en el 93, cuando un despeje terminó golpeando en la mano de Stoichkov, sin intención alguna y sin consecuencias. El pitido final sonó como una liberación y una conquista: los indálicos habían resistido la presión, el viento y la historia, sumando un punto de enorme valor en un lugar donde nadie había logrado domar el aire ni arañar recompensa.
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