Encima de su ceja izquierda luce una cicatriz; hace poco le pregunté en UDA Radio a qué batalla hacía referencia esa marca en el rostro ... y Lázaro Vinicius me reconoció que fue por una chica y que se trataba de una «herida de la juventud».
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Es un periodo –el de la juventud– fantástico y terrible al mismo tiempo. Ese ciclo es el que fabrica tu molde, crea tu personalidad y alimenta los fantasmas que te acompañarán de por vida. Ahí, en esa juventud, es cuando acumulas la experiencia que más adelante te servirá de linterna ante túneles obscuros y cuevas infinitas. Lo que no incorporas en esa juventud, es lo que echas de menos en esta madurez.
Esa cicatriz de nuestro nuevo O Rei me dice muchas cosas. Aquello lógicamente no se lo hizo en la biblioteca. Aquello lógicamente no se lo hizo porque sí. Me gustaría fantasear que aquella cicatriz responde a un sueño, a un deseo y a una pasión que él decidió pelear hasta las últimas consecuencias. Me imagino a Lázaro enamorado de alguna chica. Me lo supongo en plena conquista.
Y desde luego lo que muestra la cicatriz es que no se quedó como nos quedamos tú y yo ante un objetivo: paralizados y cagados de miedo. Fue adelante. Lázaro Vinicius luchó. Y emprendió el camino pasase lo que pasara. Igual, exactamente igual, que cuando le dijeron que había que cruzar el charco con apenas veinte años para conseguir jugar en la Primera División española.
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Aquí, en Almería, también le ha costado alguna que otra cicatriz. Aquí, en Almería, también ha decidido dar un paso al frente y conquistar ese sueño. Son muchos más los jugadores que no han conseguido un hat-trick en la Liga que los que sí. Nuestro Vinicius está en el selecto club. Un gol de olfato. Otro de calidad. Y uno último de fantasía. Esa cicatriz, me gusta mucho.
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