Todo papá o mamá que se precie ha escuchado la famosa y cansina frase: «¿cuánto queda?». Y todo papá o mamá que se precie ha ... respondido con el alevoso «ya queda poco, corazón». Pero en realidad, el que lleva el volante sabe que todavía queda mucho por andar.
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Sucede ahora con nuestra permanencia en Primera División. Queda poco. Y queda mucho. La orilla está cerca. La vemos. Incluso la sentimos. Pero el agua está helada. Y el frío, congela. Paraliza. Las bajas temperaturas ralentizan. Y el cuerpo, siempre, responde con temblores. Mallorca es la piedra angular de todo este embrollo.
El siguiente partido del Almería, previsto para jugarse el próximo sábado a las 18.30 horas en el Power Horse Stadium me recuerda a aquellas lecturas veraniegas de 'Elige tu propia aventura'. No era lo mismo ir a la página 45 que a la 53. El final, cambiaba.
Ganar al RCD Mallorca es tenerlo todo casi hecho. Perder frente al conjunto bermellón es tenerlo todo por hacer. Sumar de tres es multiplicar por un millón las opciones de permanencia en Primera. Quedarte a cero, dividir por mil. No hay más cábalas. No hay más cuentas de la vieja. No hace falta sacar la calculadora. El contexto es el que es.
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Si logramos esta victoria nos va a dar igual el dígito final de la permanencia. Nos va a dar exactamente igual el resto de resultados. Es el partido que llevamos esperando toda la temporada. Y llega con tres partidos más en el horizonte para completar el puzzle.
Los niños van en el asiento de atrás dando la tabarra. Haciendo de niños. Agobiando a los de delante. Gritando cuánto queda; amenazando con el pipí de turno; hambrientos; aburridos. Ahora, los que llevan el volante, precisan de paciencia y de cordura.
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En los aviones, ya lo sabemos, los momentos más críticos son los del despegue y los del aterrizaje…
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