Bonini, un jugador con galones para la UD Almería. A. Lof/C. Barba
UD Almería

Bonini, un defensor del sur entre dos vientos

El central italiano, que demostró su calidad en la Serie B con el Catanzaro, se ha convertido en un 'rey' en la UD Almería

Juanjo Aguilera

Almería

Lunes, 20 de octubre 2025, 23:02

En las ciudades del sur el viento no se anuncia, sino que forma parte del paisaje, se cuela entre las persianas, sopla sobre el mar ... y deja en el aire una sensación de movimiento constante. En Catanzaro, dicen que encontrar un amigo es tan raro como un día sin viento. En Almería, la frase encajaría igual. Federico Bonini viene de ese mismo sur que vive en corriente, que mide el tiempo por las ráfagas y que encuentra en el aire una manera de resistir. Tal vez por eso se adaptó tan pronto al Mediterráneo rojiblanco. No necesitó acostumbrarse al viento, simplemente aprendió a moverse con él.

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Bonini, central italiano de 24 años (Massa, 9-8-2001), zurdo de zancada limpia y mirada fría, ha encontrado en la UD Almería un contexto donde su fútbol se expresa con naturalidad. No es un defensa ruidoso ni un jugador que imponga desde el gesto, lo hace desde la lectura, la colocación, la serenidad. Como Alessio Romagnoli, con quien comparte perfil técnico y formación táctica, es de esos centrales que entienden el juego antes de que suceda. Y, como Virgil van Dijk, transmite esa sensación de pausa dentro del caos. El rival puede apretar, pero Bonini rara vez se altera.

En el Catanzaro –su anterior destino con 40 partidos entre Liga, playoff y Copa Italia–, ya dejaba señales de lo que hoy se confirma en Almería. El equipo calabrés, que ascendió con un fútbol atrevido y de salida limpia desde atrás, fue un laboratorio perfecto para su evolución. Bonini aprendió allí a convivir con el viento y con la presión. En la Serie B, donde los espacios se estrechan y las segundas jugadas se convierten en trincheras, su lectura defensiva lo distinguía del resto. Ese aprendizaje, traído ahora al fútbol español, se traduce en un central que combina la rudeza necesaria con una técnica pulida, capaz de lanzar al equipo desde su propio campo.

Sentido

Los números lo respaldan. Supera los 85% de acierto en el pase, promedia más de cinco recuperaciones por encuentro y ronda los dos duelos aéreos ganados por partido. Pero más allá de las cifras, su impacto es estructural. Bonini da sentido al primer pase. Cuando el Almería necesita construir desde atrás, su pie izquierdo es el primer hilo de la jugada. No despeja por inercia, interpreta la salida. Sabe cuándo conducir unos metros, cuándo fijar al delantero para atraer la presión y cuándo soltar el balón para que el equipo respire. En una Liga donde la inmediatez suele imponerse, Bonini representa la pausa inteligente.

Defensivamente, su virtud es la anticipación. No brilla por velocidad pura ni por exuberancia física, sino por colocación y lectura. Como Romagnoli en su mejor versión en el Milan, Bonini defiende más con la mente que con el cuerpo. Se perfila bien, achica espacios sin precipitarse y sabe orientar al rival hacia zonas muertas. Si el atacante intenta forzar el uno contra uno, lo recibe con calma, sin dar un paso en falso. Esa economía de movimientos, tan italiana, recuerda la vieja escuela del catenaccio adaptada al fútbol moderno: control sin brusquedad, firmeza sin rigidez.

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Instinto

En el juego aéreo, sin embargo, aflora su versión más instintiva. Ahí sí hay impulso, agresividad y jerarquía. Bonini salta con decisión, buscando siempre la línea de trayectoria y el momento exacto. No es extraño verlo imponerse en el área propia o prolongar balones ofensivos para dar una segunda jugada al equipo. Esa mezcla de serenidad y energía lo convierte en un defensor completo, equilibrado entre la reflexión y el impacto.

Su llegada ha aportado al Almería una base táctica que se notaba necesaria. El equipo, que venía de temporadas convulsas en defensa, ha encontrado en él un eje de estabilidad. Con Bonini en el campo, las líneas se ordenan con más naturalidad, los laterales pueden proyectarse con mayor seguridad y el mediocentro defensivo recibe apoyos constantes. No sólo defiende, sino que estructura. Su inteligencia posicional permite que el bloque avance y retroceda con coherencia, que el equipo tenga una referencia visual. En un club acostumbrado a transitar entre estilos -de la verticalidad a la posesión-, Bonini actúa como bisagra.

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Y ahí es donde surgen las comparaciones. Hay algo de Romagnoli en su perfil zurdo y su sentido del orden; algo de Van Dijk en la serenidad que transmite, esa autoridad que no necesita levantar la voz. Pero, sobre todo, hay algo del Almería más reconocible, el que combina pasión y oficio, el que mezcla la dureza del sol con la inteligencia del juego. Algunos, incluso, ya se atreven a decir que Bonini podría convertirse en el Acasiete de este siglo, aquel defensa que hizo de la sobriedad una forma de liderazgo silencioso. No porque los imite, sino porque comparte con ellos una misma virtud: el equilibrio.

La calma

Ese equilibrio que le permite convivir con el viento sin perder la compostura. En los días de más presión, cuando el equipo sufre y el rival empuja, Bonini mantiene la calma. No despeja con ansiedad ni comete faltas innecesarias: se ajusta al ritmo del partido, lee los tiempos, elige la mejor salida. Es un defensor de aire táctico, con alma de centrocampista. Su pase vertical rompe líneas, su desplazamiento largo cambia el sentido del juego, su mirada ordena.

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Aún joven, su margen de crecimiento es notable. Tiene condiciones para consolidarse como un central de referencia y su evolución dependerá de la constancia y la confianza que el cuerpo técnico le otorgue. Pero lo que ya se percibe es su identidad. Federico es un defensa con raíces italianas y espíritu mediterráneo, con la mente formada en la táctica y el corazón acostumbrado al viento.

En un Almería que busca recuperar su estabilidad, Bonini se ha convertido en metáfora y en solución. Representa el tipo de futbolista que entiende el juego desde la serenidad, que no se deja arrastrar por la prisa, que sabe que el viento puede ser aliado si se aprende a moverse con él. Entre el sur de Italia y el sur de España, entre Catanzaro y el Mediterráneo de Almería, Bonini ha encontrado su lugar. No llegó con el viento: ya lo conocía.

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Precisión, jerarquía y lectura

Más allá de la serenidad con la que sostiene la defensa, los números de Federico Bonini explican también su peso creciente en el Almería. Su rendimiento estadístico no sólo refleja solvencia en la retaguardia, sino una aportación ofensiva que empieza a ser diferencial. En el Catanzaro, la pasada temporada, firmó nueve goles, una cifra extraordinaria para un central y que no se entiende sólo desde la fuerza física, sino desde la lectura del balón parado. Bonini no acude al área como un rematador más, lo hace como un estratega que intuye trayectorias, que se desmarca un segundo antes de que el balón salga del pie del lanzador y que mide los espacios con la precisión de un arquitecto.

En el Almería, su instinto se mantiene. Ha marcado dos goles, aunque uno fue anulado por un fuera de juego posicional que no empaña la calidad de la acción. El tanto que sí subió al marcador llegó en el Abanca Riazor frente al Deportivo de La Coruña y tuvo un valor simbólico pues fue el primer gol que los gallegos encajaron como locales y el inicio de su primera pérdida de puntos en casa. Bonini apareció en el área con la calma de quien ya sabe dónde va a caer el balón, con ese gesto de lectura y de frialdad que tanto lo caracteriza. No saltó más que nadie; simplemente llegó antes.

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Sus datos actuales en el equipo rojiblanco consolidan la impresión de regularidad. Mantiene más de un 85% de acierto en el pase, con una media superior a 50 intervenciones por partido, y un registro de casi seis recuperaciones por encuentro, que lo sitúa entre los centrales más productivos del campeonato en relación minutos/jugadas defensivas exitosas. En el duelo aéreo, su efectividad ronda el 65% y ha completado más de una decena de despejes clave en acciones de área, sin recurrir al exceso.

Lo más interesante, sin embargo, es la manera en que esas cifras dialogan con su estilo. El massesi convierte la estadística en narración. Cada dato se traduce en una imagen reconocible sobre el campo, un pase firme para iniciar la salida, una cobertura limpia que evita una ocasión, un cabezazo que cambia el curso del partido. Su rendimiento no se mide sólo en números, sino en la sensación de control que deja tras cada intervención.

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