UD Almería-Huesca o cuando el rumbo pidela palabra
La UD Almería recibe al Huesca con una racha rota por un penalti sin explicación coherente y la obligación de responder
La tarde del miércoles dejó en el aire una vibración que aún no se ha disipado, un temblor extraño que sólo nace cuando el fútbol ... decide torcerse por una acción que lo invierte todo. Lo ocurrido en Ceuta no fue una derrota al uso, ni un frenazo lógico tras nueve jornadas sin caer, fue un partido marcado por una jugada que pesó más que el propio juego, un penalti que llegó como un veredicto caído del cielo y que empujó el resultado hacia un lugar que no describía lo que había pasado en el césped. En ese momento, cuando el silbato señaló un destino ajeno, se resquebrajó la corriente serena con la que el equipo venía avanzando, esa seguridad discreta que se gana sin ruido y que de pronto se vio interrumpida por algo más fuerte que el rival.
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Desde entonces, lo que recorre al Almería no es abatimiento, sino una especie de silencio espeso, una pausa en la que uno intenta entender por qué el fútbol, a veces, se vuelve juez de un instante y no de un partido entero. Ese silencio no es vacío, es reflexión, orgullo herido, la sensación de que el camino que parecía firme ha pedido una explicación. Y es justo en ese espacio, en esa calma tensa que sigue al golpe, donde se prepara la previa, el grupo recompone su respiración y se mira por dentro para comprobar que la estructura no se ha movido, que la convicción sigue ahí, intacta bajo el polvo levantado.
Por eso el UD Almería Stadium no recibe un partido más, sino la primera oportunidad de responder a lo ocurrido, de convertir la tarde torcida del miércoles en una línea recta de nuevo. Llega el Huesca y con él la posibilidad de hablar en el único idioma que nadie puede cuestionar, el del juego. Será un encuentro que nacerá con esa electricidad que deja lo injusto, con la necesidad de que el rumbo vuelva a asentarse y con la certeza de que nada pesa más que volver al lugar donde uno siempre se explica mejor, su casa, su gente, su terreno, ese en el que la voz del equipo vuelve a sonar sin interferencias.
Con la cruz a cuestas
La derrota en Ceuta ha dejado una incógnita flotando sobre el UD Almería Stadium, una pregunta silenciosa que no se formula con palabras, sino con esa extraña mezcla de incredulidad y desamparo que queda cuando un partido se decide por una apreciación tan inverosímil que ninguna explicación coherente puede sostenerla. Fue una acción única, mínima y devastadora –un penalti que no parecía tener cuerpo ni raíz en el juego– la que abrió la grieta y por esa grieta se escapó una racha de nueve jornadas sin perder y también la posibilidad de dormir líderes. Una posibilidad que, paradójicamente, quizá llevaba consigo una carga propia porque ser líder atrae miradas, despierta motivaciones y multiplica rivales que encuentran un impulso extra sólo por intentar tumbar al primero.
Hoy, sin embargo, no admite desvíos hacia el pasado. Lo que se calibra ahora es cuánto pesa realmente ese golpe, si la derrota nace de una acción tan extraña como cualquier otra o si la herida del penalti maldito –esa que quedó grabada en los ojos de todos– deja un rastro más profundo en el ánimo del equipo. El gol de 'KO' señalado por Morilla Turrión cambió el marcador y dejó suspendida la sensación de que lo improbable puede torcer la lógica de un encuentro. Y en esa suspensión, en ese eco incómodo que aún flota, se juega también parte de esta previa.
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Al mismo tiempo, en el ambiente queda la incógnita de cómo interpretará el colectivo arbitral el comunicado indálico, si lo asumirá como un acto de legítima protesta o lo reducirá a ese 'corporativismo' tan habitual, tan propio de un estamento que rara vez utiliza los medios técnicos para corregir errores y que, en no pocas ocasiones, ha acabado usándolos para multiplicarlos. El UD Almería Stadium se convierte así en el escenario donde todas esas sombras deben disiparse. Aquí, ante su gente y frente al Huesca, toca comprobar si el rumbo sigue siendo el mismo, si la voz del equipo emerge clara después de la tormenta y si aquella acción inexplicable queda por fin relegada a lo que siempre debió ser: un accidente que no define un camino.
Con qué
Con sesiones a puerta cerrada -ayer tarde lo hizo también- habrá que esperar a hoy para saber si hay más dudas que las de Nico Melamed y Lucas Robertone, que no viajaron a Ceuta. En el Alfonso Murube no hubo más 'dolores' que los propiciados por la derrota y todo apunta que Rubi pueda alinear un once parecido para continuar con una racha que ésta si que no se rompió en tierras norteafricanas y son las cinco jornadas consecutivas ganando en el UD Almería Stadium. Andrés Fernández estará bajo palos, con una defensa que podría ser la misma que jugó de. Inicio en Ceuta, con Chirino y Álex Muñoz en los laterales, mientras que no se rompería la pareja de centrales, con Nelson Monte y Bonini ocupando esa demarcación.
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El centro del campo la situación puede volver a ser la que forman Stefan Dzodic y Dion Lopy, que se 'ausentó' de salida en el inicio de la segunda parte por estar marcados por las tarjetas de la primera mitad hasta la suspensión. Embarba y Sergio Arribas tienen sitio fijo, puede que con Arnau Puigmal o Leo Baptistao en la derecha, mientras que arriba el debate está entre Thalys y Soko, exoscense que actuará motivado por conseguir ese gol que le libere.
En racha
El Huesca llega con una sombra que crece cada vez que abandona El Alcoraz. Lo suyo ya no es una mala racha aislada, sino un agujero negro que ha devorado puntos, confianza e identidad: seis derrotas consecutivas a domicilio, la peor secuencia de toda su historia en Segunda. Tres puntos de 21 posibles, una única victoria en Mendizorroza ante el Mirandés y la sensación de que cada salida se convierte en un territorio donde el equipo se deshace de sí mismo. Compiten en casa, empujan en casa, se sostienen en casa. Fuera, sin embargo, algo se apaga, como si el viaje borrara certezas y condenara al equipo a un terreno donde las buenas intenciones se diluyen a la primera sacudida.
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Esa fractura explica el desafío que se le levanta a Jon Pérez Bolo, obligado a frenar una dinámica que ya no es estadística, sino amenaza. El Huesca no es el peor visitante del campeonato, pero la comparación carece de consuelo porque el problema es interno, estructural, emocional, cada derrota fuera resta puntos, sí, pero sobre todo resta fe. Por eso la visita al UD Almería Stadium se convierte en un examen más profundo que un simple desplazamiento. Es la oportunidad de demostrar que el equipo puede volver a reconocerse lejos de casa, que no está condenado a repetir una caída tras otra y que aún existe un punto de inflexión antes de que la losa sea demasiado pesada para levantarla. Aquí comienza ese intento. Aquí se mide si el Huesca puede volver a ser competitivo donde más le cuesta.
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