El Almería roza el playoff pero pierde su identidad
Los rojiblancos están a una victoria del playoff, pero con una derrota en el alma por lo que las matemáticas le siguen dando motivos que la imagen le arrebata
La UD Almería todavía puede alcanzar el playoff de ascenso a Primera División; eso es lo que piensan los más optimistas. Una victoria basta para ... meterse de nuevo en la pelea por el ansiado objetivo, aunque sea por un camino distinto al expuesto en los inicios. Pero en Castellón no hubo rastro de ilusión ni de fútbol, el motivo al que se agarran los pesimistas. Sólo una derrota que dolió más por la forma que por el resultado. El equipo de Rubi tiene delante un calendario que lo invita a creer. Pero lo que enseña sobre el césped da más razones para temer.
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El fútbol no siempre premia al más constante, ni castiga al más torpe. A veces es puro capricho. La UD Almería sigue a las puertas del playoff de ascenso a Primera con un equipo que hace solamente unos días fue humillado en el SkyFi Castalia por otro equipo que busca la permanencia, y no lo hizo como si estuviera presente. El equipo indálico estuvo en el campo convertido en espectador de su propio hundimiento. Un equipo al que los números todavía lo protegen, pero cuya imagen reciente arrastra dudas, miedos y una desconfianza que se mastica en cada jugada.
El resultado y la forma
Perder 4-1 ante el Castellón no fue lo peor de ese viernes. Lo peor fue la forma. Aunque lograra adelantarse en el minuto 17 y dar sensación de equipo capaz de albergar esperanzas de triunfo, una vez llegaron las tablas en el marcador, el equipo de Rubi pareció ausente, como si el partido le sobrara, como si le pesara. Las piernas no volaban, los duelos se perdían, los caminos se nublaban. El Castellón jugó con rabia, con intención, con orgullo. El Almería, en cambio, deambuló. Y esa palabra, deambular, retrata a la perfección lo que fue, un grupo perdido en un campo lleno de certezas ajenas.
Este último partido dejó una sensación devastadora. Porque no se trataba de perder un duelo clave. Fue mucho más que eso. Fue un golpe a la identidad. Como si, después de la caída de enero, ya no quedara nada del bloque que durante tres meses fue invencible. Porque es imposible entender este Almería sin recordar aquel tramo glorioso que lo transformó. Fueron catorce jornadas sin perder, diez victorias, cuatro empates, un ascenso meteórico desde la zona baja hasta la cima de la clasificación. En cuestión de semanas, el cuadro indálico pasó de mirar el abismo a mirar a todos desde arriba. Y, sin embargo, ese equipo se ha evaporado.
Versión low cost
Lo que se ve ahora es una versión desgastada, más lenta, más tímida, más frágil. Se fue la presión adelantada, se fue la chispa en ataque, se fue la conexión entre líneas. Se fue, sobre todo, la fe. Y eso duele más que los goles en contra. Porque no se trata de perder partidos. Eso forma parte del juego. Se trata de perder la convicción. Y ahí sí, ya no hay retorno posible sin una reacción profunda.
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Castalia fue un espejo. Lo que se reflejó no fue un accidente, sino un síntoma. El Almería se ha desconectado. Del balón, del esfuerzo, de la emoción. El equipo que encandiló a su gente en invierno ahora genera una mezcla de nostalgia y enfado porque la grada sabe que el talento sigue ahí. Pero sin fuego, el talento no basta. Lo que falta no es calidad, es orgullo, es memoria, es sentido de pertenencia.
De todo
A Rubi se le ve inquieto. Ha tocado nombres –no todos porque Alejandro Pozo no aparece en el once de inicio desde el 2-2 frente al Málaga–, esquemas, roles. Pero los cambios no encienden a un grupo despedazado a partir de la hora de juego, destrozado en lo físico como consecuencia de una debilidad mental. El alma se apagó en algún punto entre febrero y marzo y desde entonces todo es una lucha contra el silencio. Los goles ya no celebran nada. Son gestos de supervivencia. El equipo juega por inercia. Y la inercia, en esta categoría, es una condena.
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Pero no todo está perdido. Porque el fútbol, por suerte o por desgracia, siempre da otra oportunidad. Y esta empieza el próximo lunes contra el Racing de Ferrol. Un rival duro, incómodo, al que hay que enfrentarse con el alma afilada porque lo mismo llega descendido o a las puertas. Si el Almería quiere darle sentido a su temporada, necesita levantarse ahí. No sólo ganar, levantarse, reencontrarse, recuperar lo que alguna vez fue.
Los siguientes pasos no serán sencillos. El Eldense lucha por salvarse, el Cádiz aún sueña con colarse arriba y el Racing de Santander es uno de los bloques más sólidos del campeonato. Ir a Anduva nunca es agradable y el Tenerife puede llegar al UD Almería Stadium jugándose la vida. Pero todo eso da igual si el equipo no se reencuentra consigo mismo, si no vuelve a jugar con el convencimiento que mostró hace apenas tres meses.
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Lo que hay detrás
De todas formas, el problema no es la clasificación. Es lo que hay detrás. Porque un equipo que cae como cayó en Castellón no sólo pierde tres puntos. Pierde el respeto del rival, la confianza propia, la complicidad con la grada. Pierde la esencia. Y esa pérdida es la que separa a los que suben de los que se quedan a mirar. No se trata de ganar partidos. Se trata de creer que se pueden ganar. De salir a morder. De sufrir con sentido. De tener memoria y carácter. Y ahora mismo, el Almería no tiene ninguna de esas cosas.
La grada lo sabe. Lo presiente en cada balón dividido que no se pelea, en cada contraataque mal ejecutado, en cada silencio tras un gol recibido. El equipo ha ido apagando la chispa que lo encendió hace meses, como si aquel tramo de octubre a enero hubiera sido sólo una anomalía. Como si la normalidad fuera esto, la desidia, el desconcierto, el miedo.
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Pero todavía quedan 540 minutos. Y cada uno de ellos puede cambiar la historia. El Almería necesita algo más que puntos. Necesita dignidad. Recuperar esa versión de sí mismo que no solamente competía, sino que inspiraba. Porque no hay fórmula táctica que arregle un equipo al que no le arde la sangre. Y si algo se vio claro en Castellón fue eso, el equipo no sangró. Aceptó la derrota. Y eso, para un aspirante, es imperdonable.
Encender o apagar el alma
Y aquí está lo más duro de todo, esta plantilla ha demostrado que sí puede. La cuestión no es el límite de su capacidad, sino la fragilidad con la que convive. Hay jugadores que hace meses eran líderes y que ahora parecen arrastrar un peso invisible. Hay partidos que deberían encender el alma y que en cambio la apagan. Y hay una afición que ha pasado de creer a contener la respiración, sabiendo que cualquier error puede tirar por la borda un año entero.
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El Almería vive en una contradicción permanente. No es sólo que esté cerca del playoff. Es que, si despierta a tiempo, podría ser uno de los rivales más temidos de la fase de ascenso. Pero para eso tendría que romper con lo que viene haciendo desde febrero. Tendría que recuperar la furia, la dignidad, el hambre.
Y si no lo hace, no será sólo una decepción. Será una traición a lo que pudo ser. Porque este equipo ha demostrado que podía arrasar. Lo hizo durante tres meses. Nadie regaló aquellas victorias. Fueron fruto de una idea, de una intensidad, de un compromiso colectivo. Y eso no se esfuma sin más. Se apaga si se deja apagar. Se olvida si uno se rinde. Pero mientras quede fútbol por jugar, queda espacio para recordar.
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Prueba de carácter
Lo que viene no es fácil, pero es definitivo. El Racing de Ferrol llega al UD Almería Stadium como una prueba de carácter. Un examen de urgencia para un equipo que ya no puede escudarse en el calendario. A partir de ahora, cada punto es una declaración. Y cada partido, una decisión. O se da un paso adelante, o se cae al vacío. Porque aquí ya no se trata de ascender o no ascender. Se trata de resistir o claudicar. De escribir una historia con orgullo o firmar un epílogo triste y previsible. Y eso va más allá de los puntos. Tiene que ver con la forma en que se mira al escudo antes de saltar al campo.
Quedan seis partidos. Quedan cuatro noches en casa. Queda todavía una opción de redención. Pero lo que no queda es margen para más derrotas como la sufrida el viernes pasado en el SkyFi Castalia. El playoff para ascender está cerca, sí, pero también lo está el abismo.
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Y lo que decida hacer este equipo en las próximas semanas no sólo definirá su temporada. Definirá quién es. Porque al final, cuando todo acabe, nadie recordará cuántos puntos hizo. Recordarán si luchó, si sintió, si compitió como un equipo que merecía subir. El Almería está cerca del playoff. Pero, visto lo visto, también está muy cerca de nada.
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