Rubi vive entre la espada y la pared con la UD Almería. A. Lof/C. Barba
UD Almería

El Almería juega con balas de fogueo

El equipo rojiblanco dispara con intensidad y gasta millones en defensa, pero sigue mostrando grietas defensivas que se pagan con hirientes resultados

Juanjo Aguilera

Almería

Lunes, 8 de septiembre 2025, 23:06

El inicio de la UD Almería se despliega como un amanecer incendiado, donde cada disparo a portería rival es un relámpago que quema el horizonte ... y cada gol encajado un trueno que sacude la fortaleza. Los refuerzos llegaron con promesas de solidez y murallas más altas, con la marcha de Marc Pubill, Alejandro Pozo, Édgar González, Radovanović o Bruno Langa y la llegada de dos laterales derechos como Marcos Luna (600.000€) y Daijiro Chirino (2 millones), dos centrales como Nelson Monte (400.000€) y Federico Bonini (3 millones) y un lateral izquierdo como Álex Muñoz, llegado tras rescindir contrato con la UD Las Palmas, como el cancerbero Andrés Fernández, llegado después de acabar su contrato con el Levante UD. Pero la realidad es que los fantasmas del pasado siguen rondando y la defensa se parece a la del año pasado. En el fútbol, dominar la propia área es tan vital como incendiar la ajena y la UDA no lo consiguió el curso pasado y en el presente va por lo mismo filos.

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La inversión millonaria, con 6 millones de euros gastados y una 'limpieza casi por derribo', parecía prometer una defensa impenetrable y cada fichaje era una bala más en la recámara, un intento de reforzar los cimientos. Sin embargo, cada gol recibido por los rojiblancos recuerda que la pólvora ofensiva, por sí sola, no garantiza la victoria. El año pasado marcó dos o más goles en 23 de los 44 partidos disputados –los 42 de la fase regular y los dos del playoff de ascenso–. que le permitieron sumar 52 puntos.

Chispazos

Cada disparo, cada intento a puerta, es una chispa que mantiene viva la esperanza de la afición mientras el equipo lucha por equilibrar la furia de su ataque con la seguridad de su retaguardia. Ante el Racing de Santander, en el partido disputado el pasado domingo en el UDAlmería Stadium, la expulsión de Dion Lopy terminó resquebrajando al equipo que, después de una primera parte notable, fue incapaz de mantener la ventaja, como sí lo logró el curso pasado frente al Burgos, en el que el mismo árbitro de este partido dejó al conjunto indálico en inferioridad por la expulsión de Sergio Arribas, pero con el equipo unionista consiguiendo que la ventaja de dos goles no se viera reducida.

Baptistao, Embarba y Arribas facilitan la llegada del gol (arriba). Los cambios en defensa, con llegadas de Álex Muñoz, Federico Bonini o Chirino no arreglan la defensa (abajo). A. Lof/C. Barba

Las primeras jornadas del presente campeonato liguero han mostrado un espectáculo de contrastes, un equipo que dispara con rabia y precisión, pero cuya portería sigue siendo un campo abierto. Comparando con la temporada pasada, la diferencia es clara. El equilibrio entre las dos áreas aún no se ha logrado y cada partido es un ensayo de fuego donde se mide la capacidad de marcar y la necesidad de protegerse.

Murallas frágiles

El debut en el campeonato liguero, el pasado 18 de agosto, frente al Albacete fue un estallido de pólvora. El conjunto rojiblanco realizó 31 disparos, de los que 11 fueron entre los palos y cuatro acabaron en la portería del conjunto castellano-manchego, que convertía cuatro de cinco intentos a puerta, con 17 intentos totales. Hace un año, frente al Racing de Santander, el equipo disparó 20 veces en el partido inaugural de la competición, ocho entre los tres palos y marcó dos, mientras el cuadro cántabro marcó dos goles con cinco disparos entre los tres palos de 12 lanzamientos totales. La comparación deja claro que, pese a la inversión y los nuevos refuerzos, la muralla defensiva sigue resquebrajada y cada gol encajado es un relámpago que ilumina la necesidad de consolidar la fortaleza.

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El equipo corre, lanza y busca el arco rival con intensidad, pero cada tanto recibido revela que la defensa todavía necesita tiempo para acoplarse, tal y como expresó Rubi en la rueda de prensa del pasado sábado, en la que expuso que la mejoría general del equipo llegará cuando todos encuentren su estado óptimo. «Necesitamos ese tiempo famoso que siempre he pedido en septiembre para que todas estas cosas se acaben de ajustar. El que está lesionado en este caso, que se ha coincidido en esa posición, se ponga bien; el jugador que llega tarde que no ha entrenado durante tres meses mucho, se pueda poner en forma. Necesitamos ese tiempo pero nuestros resultados en octubre y en noviembre han sido muy buenos, los de ahora los vamos a pelear al máximo porque tenemos gente que está muy bien también. Hay gente que en la parcela ofensiva está dando un nivel buenísimo y las grietas esas se ajustan más cuando tengamos los jugadores a pleno rendimiento. Cuando no los tienes, cuesta un poco más».

La ofensiva mantiene su volumen y precisión, pero dominar la propia área sigue siendo el desafío mayor y los aficionados sienten cada gol encajado como un rugido que recuerda la fragilidad de la retaguardia.

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Eficacia y sombras defensivas

Contra la Cultural y Deportiva Leonesa, el equipo rojiblanco lanzó 13 veces, tres entre los palos, anotando un gol, mientras el rival disparó 10 veces, seis entre los palos, sin éxito. La temporada pasada, en Tenerife, el equipo disparó 20 veces, tres entre los palos, marcando un tanto, mientras el rival no veía portería en cinco intentos. La pólvora ofensiva mantiene su volumen, pero la defensa aún no impone control ni seguridad.

El tercer partido, frente al Sanse, fue un duelo de luces y sombras: 15 disparos, cinco entre los palos, y dos goles; el rival convirtió dos de tres tiros entre los palos. Hace un año, frente al Sporting de Gijón, el equipo disparó 28 veces, ocho entre los palos, anotando un gol, mientras el Sporting convertía uno en cuatro intentos. La narrativa emerge con fuerza: el Almería arde en ataque, pero su defensa sigue siendo un castillo con grietas, y dominar ambas áreas sigue siendo el desafío mayor.

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Eficacia y grietas

La cuarta jornada, contra el Racing de Santander, fue un espejo de la dualidad rojiblanca: el equipo disparó 15 veces, cinco entre los palos, marcando dos goles; el rival convirtió tres de siete tiros entre los palos. Hace un año, en Elda, el Almería disparó 10 veces, solo dos entre los palos, sin marcar, mientras el rival anotaba uno en tres intentos. Cada gol encajado es un relámpago que ilumina la necesidad de consolidar la defensa, mientras que cada acierto ofensivo es un fogonazo que mantiene viva la esperanza de la afición.

En cifras totales, en cuatro jornadas el Almería ha disparado 74 veces, 23 a portería (39% de acierto en tiros a puerta, 12% sobre el total), mientras que los rivales dispararon 47 veces, 21 a portería y marcaron nueve goles (42% de eficacia). El gasto en refuerzos defensivos todavía no se refleja en una mejora tangible; la pólvora está presente, pero el blindaje sigue siendo débil. La temporada arranca con un equipo ambicioso, ofensivamente activo, pero que necesita urgente ajustar su retaguardia si quiere sostener resultados.

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La esencia, dominar las áreas

El fútbol es una danza de relámpagos y sombras: dominar la portería rival con fuego y creatividad y proteger la propia con firmeza y estrategia es el principal mandamiento. La UD Almería es un castillo de pólvora que arde cuando ataca y se tambalea cuando defiende. La inversión en refuerzos promete solidez –seis millones gastados y la llegada, de momento, de cuatro refuerzos y la salida de siete–, pero el muro necesita tiempo, coordinación y adaptación. La afición observa, entre fogonazos de esperanza y relámpagos de preocupación, cómo el equipo lucha por dominar los dos territorios del juego y transformar cada partido en un triunfo que cierre las grietas del pasado.

Cada disparo, cada gol y cada tanto encajado cuentan una historia de fuego y fragilidad, de ambición y aprendizaje. La UD Almería se encuentra en la frontera entre la luz y la sombra, con una pólvora ofensiva capaz de incendiar cualquier portería y una defensa que todavía busca su propia luz. En este equilibrio precario, la esencia del fútbol se revela en toda su grandeza: ganar requiere conquistar ambas áreas, ser dueño de cada centímetro de campo y convertir la fragilidad en fortaleza.

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