El Almería acelera haciasu velocidadde crucero
El Almería acelera hacia su velocidad de crucero; las estadísticas confirman una evolución sostenida
El calendario se adentró en octubre y el Almería lo hizo mostrando síntomas de madurez. Las victorias ante el Sporting (2-1) y Las Palmas ... y el empate en Riazor (1-1), con dominio durante buena parte del encuentro, confirman que el conjunto rojiblanco ha entrado en la dinámica que Rubi anticipó semanas atrás, cuando señaló que el equipo alcanzaría su «velocidad de crucero» entre octubre y noviembre. No fue una frase lanzada al aire. El discurso empieza a respaldarse con hechos, con juego y con cifras.
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Después de un arranque irregular, el Almería parece haber encontrado el equilibrio entre lo que propone y lo que consigue. Las sensaciones se traducen ya en un fútbol más ordenado, una presión más eficaz y una salida de balón más limpia. Las estadísticas revelan una identidad más estable, con un equipo que domina la posesión, gana más duelos, recupera rápido y logra sostener su estructura incluso cuando no tiene el balón.
El control, punto de partida
El dato de posesión media –un 55,4%– resume la idea central de este Almería, la misma no es otra que la de controlar los partidos desde la pelota. No se trata de una posesión estéril, sino funcional, que busca progresar a través de un pase seguro y una circulación medida. La precisión media alcanza el 84,5%, con un notable 92,1% en campo propio y un 75,1% en campo rival, lo que evidencia que el equipo no renuncia a arriesgar cuando pisa zona ofensiva. Son cifras que hablan de confianza, de automatismos y de una ejecución cada vez más limpia.
En cada partido, el Almería completa más de 400 pases, y aunque la cifra de balones largos –19,1 por encuentro, con un 52% de acierto– indica que el juego directo también tiene cabida, el bloque mantiene una vocación clara por construir desde atrás. Los 6,1 centros acertados por partido –31,8% de eficacia– sugieren un equipo que llega por bandas, pero que todavía tiene margen para mejorar la precisión final en el último tercio.
Más presencia, más equilibrio
El salto cualitativo no se entiende solo desde el balón. También está en los duelos, en la agresividad bien entendida, en la atención defensiva. El Almería gana 48,6 duelos por encuentro, con un porcentaje de éxito del 51,1% tanto en el suelo como en el juego aéreo. Es un indicador de compromiso colectivo: el equipo compite cada balón, presiona y responde con intensidad.
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A ello se suma la media de 45,6 balones recuperados y 8,2 intercepciones por partido, reflejo de un bloque que corrige rápido, ocupa bien los espacios y defiende hacia adelante. Los 18,5 despejes completan la fotografía de un conjunto más sólido, que apenas concede errores, ni uno solo que haya derivado en disparo o gol del rival según los datos.
Esa fiabilidad tiene recompensa. El Almería ha dejado dos porterías a cero y ha reducido los goles encajados a una media de 1,8 por partido, un registro que mejora respecto al inicio liguero y que, unido a los 15,4 intentos de recuperación en forma de entradas por encuentro, demuestra una defensa más activa y menos reactiva. No es un muro inquebrantable, pero sí una línea en construcción que empieza a ofrecer estabilidad.
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Pendientes de la puntería
En ataque, las cifras cuentan la historia de un equipo que genera mucho más de lo que concreta. Los rojiblancos promedian 17 tiros por partido, de los cuales 5,1 van a puerta, pero su eficacia ronda el 10%, un margen que impide que el dominio se refleje plenamente en el marcador. Aun así, los 2,0 ocasiones claras por encuentro y los 13,2 tiros libres a favor por partido revelan una presencia ofensiva sostenida, una amenaza constante en campo contrario.
El reparto de goles también refleja variedad: 5 con la izquierda, 6 con la derecha y 3 de cabeza. Dentro del área, el equipo ha anotado 11 de 84 intentos, mientras que desde fuera ha logrado 3 de 52. Son cifras que describen a un Almería insistente, con capacidad para llegar, pero aún falto de esa chispa final que convierte los buenos partidos en goleadas.
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En el apartado disciplinario, los 13,9 faltas cometidas por partido y las 3,2 tarjetas amarillas, si bien algunas son excesivas, muestran la cara más intensa del equipo, pero también la de un conjunto que sabe interrumpir el juego rival cuando lo necesita. Dos tarjetas rojas y dos penaltis cometidos completan un registro asumible para un bloque indálico que no rehuye el cuerpo a cuerpo.
De lo frágil al convencimiento
Más allá de los números, hay una sensación de conjunto. El Almería ya no es un equipo que duda, sino que compite con un plan claro. Mantiene la posesión con criterio, se agrupa con rapidez cuando pierde el balón y ha ganado en lectura de los partidos. Esa madurez se refleja incluso en el dato de posesiones perdidas –123,2 por partido–, lo que supone una alta cifra, pero comprensible en un equipo que asume riesgos con el balón y que busca jugar en campo rival.
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El cambio se percibe también en la gestión de los momentos. Ante el Sporting, el Almería supo sufrir para cerrar el triunfo; en Las Palmas, mostró eficacia y control; y en Riazor, frente a un Deportivo exigente, fue capaz de dominar durante buena parte del encuentro y sostener el resultado cuando tocaba resistir. Tres pruebas distintas, tres respuestas convincentes.
Octubre, punto de inflexión
Todo apunta a que Rubi no erró el diagnóstico anunciado. Su previsión de alcanzar la velocidad de crucero entre octubre y noviembre se cumple a la vista de un equipo que ya carbura. Las victorias recientes no son casualidad, sino consecuencia de un proceso. Los automatismos se asientan, las líneas se compactan y el grupo transmite una convicción creciente.
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La UD Almería de estas semanas no solo gana, sino que juega a lo que quiere jugar. Es un equipo que combina posesión y agresividad, que se siente cómodo con el balón y también sin él. Todavía tiene defectos –la puntería, ciertos desajustes a balón parado–, pero su tendencia es claramente ascendente.
El otoño llega y, con él, la UD Almería que Rubi imaginó. Un equipo que ha dejado atrás las dudas del inicio, que empieza a imponerse desde su identidad y que, si mantiene este ritmo, puede mirar al futuro con ambición. La velocidad de crucero ya no es una promesa, es un hecho en marcha.
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