La colección 'prohibida' que supuso el pecado de la emperatriz

La valiosísima colección artística que compró Farah Diba, esposa del sah de Persia, lleva cuatro décadas escondida en un sótano. El régimen iraní la considera demasiado impía para exhibirla

IRMA CUESTA

Domingo, 9 de diciembre 2018, 09:52

Si alguien le contara a Pierre-Auguste Renoir, la cara más sensual del impresionismo, que su 'Gabrielle con blusa abierta', el cuadro en el que ... el pintor retrata a una jovencita de mofletes sonrosados con los pechos al descubierto, pasa los días en el sótano de un museo, se extrañaría. Iba a ser complicado explicar al maestro que en pleno siglo XXI su obra es considerada demasiado atrevida -ofensivamente pornográfica, de hecho- para el pueblo iraní, que hace décadas decidió esconderla bajo tierra con otras muchas pinturas de valor incalculable.

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La historia de ese cuadro, y de otros que fueron comprados por Farah Diba, la última emperatriz de Persia, ha salido a la luz en el libro que la viuda del sah Reza Pahlavi acaba de publicar. Por el 'módico' precio de 750 euros, 'Iran Modern: The Empress of Art' invita a su dueño a acompañar a la única shahbanou (reina de reinas) en un viaje desde su coronación como emperatriz del país de las mil y una noches, hasta que la revolución de los ayatolás les obligó a expatriarse en 1979. Un periodo en el que atesoró una de las mejores colecciones de arte moderno del mundo, con obras de gigantes como Pollock, Picasso, Renoir, Warhol y Bacon, y que hoy acumulan polvo en el subsuelo del Museo de Arte Contemporáneo de Teherán que ella misma mandó construir.

«Fue durante una exposición, a finales de la década de los sesenta, cuando se me ocurrió por primera vez la idea de crear un museo de arte contemporáneo», escribe la autora en la introducción del libro, orgullosa de mostrarle al mundo que hubo un tiempo en el que Irán «era el centro de Oriente y Occidente».

Ríos de petrodólares

Farah Diba ha explicado que fue en los primeros años de la década de los setenta, cuando los ingresos del país por la venta del petróleo convirtieron la antigua Persia en un país riquísimo, cuando le habló a su marido de la posibilidad de invertir en arte. «A su majestad le pareció una buena idea. Era el momento de comprar y completar nuestra impresionante colección de arte persa antiguo con importantes piezas de arte contemporáneo. Todas las obras fueron adquiridas bajo la supervisión de mi oficina con fondos de la NIOC (Compañía Nacional de Petróleo de Irán)».

En aquella época, por muchas que fueran las voces críticas contra el régimen que lideraba el sah, nada hacía sospechar que, diez años después, una revolución abocaría a su familia al exilio, cambiando su vida de cuento de hadas por una era en la que se sucederían las desgracias. La emperatriz vio morir a su marido de un tumor apenas un año después de haber dejado su patria, ha llorado el suicidio de dos de sus cuatro hijos (Leila y Ali) y hoy cierra filas junto a su primogénito después de que su nuera acabe de anunciar que tiene cáncer.

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Destrozado a navajazos

Farah Diba confiesa en el libro que, en aquellos primeros días de exilio en que los Pahlavi recorrían el mundo en busca de un lugar que los acogiera, no podía quitarse los cuadros de la cabeza. «Me preocupaba que los revolucionarios los destruyeran. Afortunadamente, el personal del museo los escondió en el sótano y Mehdi Kowsar, el director de la Universidad de Teherán, hizo una lista de todas las obras y ayudó a protegerlas». Dice también que, pasado el tiempo, se conforma con que se mantengan a salvo. «Si no quieren mostrarlos, que no los muestren, pero estoy contenta si están seguros. Aunque no puedo dejar de preguntarme por qué las bailarinas de Degas no pueden ser islámicas».

Lo cierto es que la mayor parte de las obras han sobrevivido a la revolución. Las autoridades solo se han deshecho de 'Mujer III', de Willem de Kooning, al parecer demasiado obsceno para los ojos del islamismo iraní, que se cambió al afamado productor David Geffen por los restos de un hermoso manuscrito iluminado del siglo XVI, el 'Tahmasbi Shahnameh'. Más tarde, Geffen vendió la pintura al inversor Steven Cohen por 137,5 millones de dólares. La otra 'víctima' del régimen es el retrato que Warhol hizo a la shahbanou tras visitar Teherán. El cuadro fue destrozado a navajazos.

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Una pérdida ínfima para una colección valorada en no menos de 3.000 millones de dólares, en la que algunas obras, como 'Mural sobre terreno rojo indio', de Jackson Pollock, no se vendería por menos de 250 millones. Un tesoro que los dirigentes iraníes prefieren mantener a salvo de miradas impías.

Farah Diba conoció a Andy Warhol en una recepción en la Casa Blanca. Se cayeron bien y ella le invitó a visitarla a Teherán. Fue entonces cuando el artista la fotografió para después pintarla. Su retrato, que fue acuchillado tras la revolución, es hoy portada de su libro.

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obras llegó a comprar Irán bajo la supervisión de quien era entonces su emperatriz. Muchas de ellas llevan esperando 40 años para ser mostradas de nuevo al público.

Escrito en colaboración con Viola Raikhel-Bolot y Miranda Darling y publicado por Assouline, 'Iran Modern. The Empress of Art' es una suerte de libro-joya. Solo así se entiende que las 200 páginas que contiene cuesten nada menos que 750 euros.

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