Markus Söder recoloca un crucifijo en su oficina el día en que firmó la orden que hace obligatoria su presencia pública. :: peter KneffelAFPXxxx. :: xx /

Polémica por los crucifijos en lugares oficiales. ¿Qué se esconde tras esta medida?

El primer ministro de Baviera impone desde hoy los crucifijos en lugares oficiales. La Iglesia le acusa de convertir la cruz en folclore

ANTONIO CORBILLÓN

Sábado, 2 de junio 2018, 02:44

Los bávaros (12,8 millones) entrarán hoy en las oficinas públicas del Estado buscando con la mirada una cruz. Tendrá que estar «en el área ... de entrada de cada edificio oficial como una expresión del carácter histórico y cultural de Baviera». Así rezaba el 24 de abril la orden que firmó el primer ministro de la región más rica de Alemania, Markus Söder. Una ordenanza que se estrena hoy. Cuando salió del Consejo de Ministros aquel día, el político se detuvo en el pasillo para arreglar y poner recto este emblema en la pared de su oficina. Mensaje para navegantes.

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Esta es la propia versión germana de la 'guerra de los crucifijos', una polémica que también se ha vivido en el resto de Europa y que en este país liderado por la hija de un pastor protestante (Angela Merkel) ha abierto un civilizado pero agrio debate general.

Será una jornada de incertidumbres. La norma oficial deja algunas lagunas. Para empezar, no será obligatoria sino apenas una 'recomendación' en universidades estatales, museos y teatros. El diario 'Süddeutsche Zeitung' rastreó entre estos centros y la mayoría le confirmaron que no piensan cumplirla. Tampoco están obligadas las autoridades federales o locales (ayuntamientos), ya que no están bajo la jurisdicción del Gobierno regional. NI siquiera hay reglas para el tamaño y la forma de la cruz. Queda a discreción de los funcionarios.

Con un 55% de practicantes, Baviera es el Estado más católico de toda Europa

De todas formas, este objeto no es una visión en absoluto extraña para los bávaros. A pesar de que la Constitución alemana marca una clara separación entre Iglesia y Estado, su presencia es habitual en las aulas y en los tribunales de Justicia. Con su 55% de católicos, Baviera es la región de Europa con una mayor densidad de seguidores de la ortodoxia vaticana. Aunque está cada vez más lejos del 70% de católicos declarados de hace treinta años.

Pero Söder ha desoído incluso a prominentes autoridades de la Iglesia germana como el propio arzobispo de su capital, Múnich, y presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, además de consejero privado del Papa, Reinhard Marx. Acusa al político de «instrumentalizar» un símbolo cristiano y de «causar división y malestar, poniendo a la gente una contra otra». Otros referentes religiosos como la teóloga protestante Johanna Haberer lo consideran un grave error. «Tenemos suficientes crucifijos en Baviera -dijo a un diario de esta región sureña-. Söder está abusando de la cruz como un símbolo religioso».

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Un signo de identidad

Markus Söder, un político luterano de 51 años y líder de la Unión Social Cristiana (CSU), 'hermana' regional del partido de Merkel, se ha metido en un peliagudo jardín al insistir en que tomó esta medida al entender que la cruz «no debe verse como un elemento religioso, sino como un elemento central de la identidad bávara». Y en esto también ha recibido una contundente respuesta desde la Iglesia católica, que le recuerda que el crucifijo «no debe reducirse a un objeto folclórico y una costumbre regional», como le espetó en una carta el recién nombrado obispo de Würzburg, Franz Jung.

Pero nada ha detenido a Söder y a su partido, que no ocultan la entrada de este símbolo en la campaña de las elecciones regionales del próximo mes de octubre. De alguna forma tiene que combatir la CSU el enorme ascenso en su rico 'lander' del partido ultra Alternativa para Alemania (AfD). Con la mayor renta per cápita del país, Baviera fue la primera opción durante la crisis de los inmigrantes del Este de 2015, lo que trajo una oleada superior al millón de nuevos vecinos, la mayoría musulmanes. La política de brazos abiertos auspiciada por Angela Merkel se tradujo en un voto de castigo que favoreció a la ultraderecha xenófoba de AfD.

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Para reforzar la identidad alemana sin necesidad de irse a los extremos, la 'Kreuzpflicht' (deber de poner la cruz) apela ahora al reflejo más directo de lo que llama «la identidad cultural y la influencia cristiano-occidental». La maniobra puede funcionarle a Söder. Un estudio demoscópico de Infratest Dimap asegura que el 56% de los votantes están a favor de esta decisión. Sólo el 38% se oponen de forma clara.

Lo que no es tan evidente es quién se beneficiará de la amplia demanda de cruces durante estos días. Tobias Haseidl, uno de los últimos artesanos de crucifijos que quedan en Baviera, le dijo al diario 'Oberbayerisches Voksblatt' que él no ha notado ningún aumento de la demanda. Talleres como el suyo cierran porque las necesidades se cubren con «las producciones en masa de Asia».

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En Baviera tienen fama de ser los alemanes más 'mediterráneos'. Esto explica que entre los analistas circule estos días una nueva forma de llamar a este Estado: 'Talibavaria'. Hoy, de visita en Roma para ver a Francisco I y a su antecesor, Benedicto XVI, bávaro como él, Markus Söder tendrá ocasión de comprobar si también le sonríen en el Vaticano.

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