La dieta de la 'alcachofa'

Españoles y franceses somos los más limpios de Europa, con casi 7 duchas a la semana. Pero los brasileños las duplican. Los expertos aclaran que para mantener los gérmenes a raya no hace falta tanta agua

Inés Gallastegui

Miércoles, 11 de mayo 2016, 01:04

Para algunos, ducharse es un placer diario. Para otros, una maldición semanal. Quienes se sienten a gusto en su propia salsa después de varios días ... sin pasar bajo la alcachofa se alegrarán de saber que, según los autores de un sesudo estudio sobre higiene personal, un aseo minucioso es necesario solo un par de veces a la semana... si el objetivo es mantener a raya a los gérmenes. Pero que no canten victoria: la Academia Española de Dermatología sigue recomendando un lavado integral diario, guardando las necesarias precauciones para no dañar la piel.

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«Ducharse responde más bien a razones estéticas», asegura Elaine Larson, de la Universidad de Columbia (Nueva York), autora de una investigación sobre los efectos de las lociones antibacterianas en la prevención de infecciones publicado en Anales de Medicina Interna. Larson sostiene que para protegerse de virus y bacterias lo más eficaz es lavarse las manos a menudo, especialmente después de ir al baño y antes de comer. Los productos antisépticos que se pusieron de moda con la gripe A no son necesarios, salvo en entornos sanitarios o entre manipuladores de alimentos.

«Ducharse a diario responde a razones estéticas... y sociales», añade la dermatóloga Constanza Bahillo. El pelo grasiento y aplastado contra el cráneo no favorece a nadie. Y los efluvios de un sobaco cantarín o unos pies recocidos no puntúan en el premio a la popularidad. En nuestra sociedad no son aceptables.

Pese a ello, en el baño es conveniente adoptar algunas precauciones para no alterar la barrera cutánea que nos protege de las infecciones. La doctora Elia Roo, del Hospital Sur de Madrid, explica que nuestra piel tiene una especie de «muro», con sus ladrillos las células llamadas corneocitos, y su cemento formado por grasa, y cubierto a su vez por un manto lipídico en el que, además, viven bacterias buenas que nos defienden de los gérmenes malos.

Las especialistas subrayan que, para no dañar esa capa protectora, es importante que la ducha sea breve, con agua no muy caliente y con un jabón de ph neutro si la piel está sana o una emulsión sin detergente, si la piel está irritada, en niños atópicos o ancianos, que la tienen más fina y reseca.

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Hay que evitar frotarse fuerte y no es necesario enjabonarse de arriba a abajo siempre: a diario bastaría con hacerlo en las zonas que producen más secreciones o donde más se acumulan las bacterias, como la cara, las axilas, los genitales, el trasero y los pies. El resto de la piel puede mantenerse limpia con dos o tres jabonadas por semana. Después, con la piel aún húmeda, es conveniente aplicar la crema o el aceite hidratante.

En cuanto al pelo, no es verdad que cuanto más se lava, más se ensucia. «Eso es una leyenda urbana zanja la doctora Bahillo. La frecuencia normal puede ser dos o tres veces por semana, pero si se tiene el pelo muy graso, es mejor lavarlo a diario que dejar que la seborrea dañe el cuero cabelludo».

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Estas recomendaciones valen también para los deportistas o las personas que, por su trabajo, necesitan ducharse dos o más veces al día: hay que eliminar el sudor, que puede ser irritante, pero sin agredir el resto del cuerpo.

La atleta Concha Montaner lo corrobora. Los entrenamientos la obligan a ducharse más de una vez al día, especialmente en verano, y su piel se seca y se escama. «Tengo que tener mucho cuidado: uso un jabón neutro sin perfume y no puedo frotarme. Además el agua de Valencia tiene mucha cal y he tenido que instalar un descalcificador», explica la saltadora de longitud, tres veces olímpica.

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La aragonesa Isabel Macías, subcapeona de Europa en 1.500 metros en pista cubierta, llega a duplicar la ducha diaria porque varios días a la semana tiene sesiones de entrenamiento mañana y tarde. «Este deporte es muy agresivo para la piel: paso muchas horas corriendo al aire libre desde hace veinte años. Así que intento utilizar jabones suaves e hidratarme bien después. Y el pelo no me lo enjabono a diario», señala la atleta.

Historia del aseo

Los hábitos higiénicos están íntimamente ligados a la cultura, al clima e incluso a la religión. En The dirt on clean (La suciedad en limpio), un libro sobre la historia del aseo, Katherine Ashenburg recuerda que las relaciones de los seres humanos con el agua han sido a menudo conflictivas: los romanos eran defensores a ultranza del baño y crearon toda una infraestructura pública en torno a esta costumbre higiénica y social que copiaron de los griegos y perfeccionaron. Con la caída del Imperio, en la mayor parte de Europa vinieron tiempos oscuros y mugrientos, mientras que los árabes readaptaron las termas en sus hammam.

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Ashenburg recuerda que el aseo personal en Europa sufrió otro duro golpe en el siglo XIV, cuando unos médicos de la Universidad francesa de La Sorbona afirmaron erróneamente que el agua caliente, al abrir los poros, dejaba vía libre a la peste bubónica, el terror de la época.

Los hábitos higiénicos actuales son un invento que tiene menos de cien años... y aún no han llegado a todas partes. «Hay diferencia entre el entorno urbano, donde la gente tiene bastante asumida la ducha diaria, y el rural», señala Constanza Bahillo, que puede comparar porque trabaja en el Hospital de Toledo y en una consulta privada en Madrid. «Los europeos se duchan menos», apostilla Elia Roo, que recuerda que nuestro clima es más caluroso que el del resto de continente y, además, heredamos la tradición del baño de la cultura árabe y no la racanería de los centroeuropeos del medievo con el agua. La diferencia se nota también, por ejemplo, en la depilación femenina, muy extendida en España y mucho menos en el norte de Europa.

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Las estadísticas le dan la razón. Según estudios de mercado realizados por Euromonitor y Kantar Worldpanel, los españoles están entre los más aseados de los europeos, con una media de casi 7 duchas semanales, a la par que Estados Unidos e India y por delante de Alemania y Turquía con una media de 6, mientras en la cola están China y Japón, con 5. Por su parte, los países más aficionados al agua y el gel son Brasil el doble que nosotros, Colombia (9), Australia y México (8).

Frente a lo que nuestra pituitaria pueda hacernos sospechar en el autobús o la oficina, a las consultas de Dermatología acude más gente con problemas por exceso que por defecto: «Hay personas que llegan con las manos irritadas, con eccema, porque tienen cierta obsesión y se las lavan veinte veces al día relatan las dermatólogas. Y cada vez más madres nos cuentan que sus hijos adolescentes se duchan tres o cuatro veces al día».

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Militante antichampú

Pero también hay quienes defienden exactamente lo contrario, y no por pereza o descuido, sino por militancia. El activista y escritor ecologista de origen irlandés Donnachadh McCarthy publicó el mes pasado en The Guardian un desafiante artículo titulado Me ducho una vez a la semana. Aquí te cuento por qué deberías hacer lo mismo. En él, explica que una familia de cuatro miembros en la que cada uno se dé una ducha de 10 minutos puede gastar casi 800 litros de agua al día, lo que supone un gasto anual de unos 1.000 euros de electricidad y una emisión de 3,5 toneladas de CO2 a la atmósfera, el máximo admisible per cápita por todos los conceptos.

McCarthy sostiene que la ducha diaria no es saludable, por lo que hace ya años decidió sustituirla por el lavado de sobacos y bajos en el lavabo (en Gran Bretaña apenas hay bidés); en cuanto al pelo, no usa champú desde que en 1992 conoció a la tribu yanomami, cuyos miembros lucen «un precioso cabello brillante». «Los únicos beneficiarios reales de las duchas y baños excesivos son las compañías que producen y venden jabones y champús», advierte.

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Al menos, no peca de desconsiderado: «Si te vas a poner en plan íntimo con alguien, sea tu pareja o un médico que te va a examinar, es más agradable para los dos si estás fresco y limpio». Su artículo ha cosechado más de 3.400 comentarios online entre los letores del diario británico. Algunos lo consideran «reflexivo», pero la mayoría está más bien en la línea de «apestoso» y «guarro».

Al final, parece que solo tenemos dos opciones: hacer del mundo un lugar mejor o conformarnos con que, al menos, huela mejor.

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