Parejas entregadas al ‘perreo’ en una discoteca.

Diablo de reggaetón

Flagelado por su sexismo, hay quien ve en ello una demonización demasiado simple: «El machismo no desaparecerá por boicotear esta música», dice una feminista apasionada del ‘perreo’

isabel ibáñez

Lunes, 14 de septiembre 2015, 21:48

El reggaetón regresó hace días a los periódicos por una iniciativa del Ayuntamiento guipuzcoano de Elgoibar: ofreció a los bares de la localidad una lista ... de quince canciones con letras no sexistas para que las pincharan durante las fiestas patronales, lo que se interpretó como una cruzada contra esos ritmos calentitos que dicen cosas como las que canta Jiggy Drama en Contra la pared: «Si sigues en esa actitud voy a violarte, hey, / así que no te pongas alsadita, / yo sé que a ti te gusta». Y aunque desde el consistorio aseguran que en ningún momento van contra un estilo con el que se restriega medio mundo, se congratulan de que, «al menos, haya servido para hacer pensar a la gente y generar un debate en torno a las letras».

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El gran público español conoció el reggaetón con aquel Papi chulo de Lorna que arrasó en 2002: «Papi, papi, papi chulo /, papi papi papi, ven a mí / Tú quieres mmm, te gusta el mmm, te traigo el mmm...». Dos años más tarde, aterrizó Daddy Jankee con su Gasolina: «Llena su tanque de adrenalina / cuando escucha el reggaetón en la cocina. / A ella le gusta la gasolina / dame más gasolina». Letras picantonas sin más, pero es cierto que en el género abundan las incorrectas, sobre todo si se sacan de contexto, como la de Jiggy Drama hablando de violación. No es menos cierto que hay muchos ejemplos de lo mismo en otros géneros musicales;de hecho, hay dos que siempre se citan en nuestro país, y no se trata de reggaetón, sino de puro rocknroll. La mataré, de Loquillo («Que no la encuentre jamás o sé que la mataré. Por favor, solo quiero matarla, a punta de navaja, besándola una vez más») y Sí, sí, de Los Ronaldos («Tendría que besarte, desnudarte, pegarte y luego violarte hasta que digas sí»). Ambos músicos han declinado participar en este reportaje. Sin embargo, el ronaldo Coque Malla hablaba recientemente sobre ello en un chat: «Era una canción de amor de la que estoy muy orgulloso y que además seguimos cantando sin ningún problema».

En cuando a Loquillo, el periodista David Saavedra le preguntaba en una entrevista por La mataré: «No la dejé de tocar, simplemente nos dijeron que no debíamos tocarla y ya está. El single volvió a salir en 1998 en una reedición de EMI y les dijeron que eso no iba a sonar. Yo he decidido tocarla otra vez porque si hay una película como Átame de Pedro Almodóvar funcionando, por qué no voy a poder cantar una canción que se llama La mataré, al fin y al cabo habla de un maltratador. Aquí se entiende todo como se entiende. Lo que nos parece delictivo en un momento al cabo de los años nadie le hace puto caso. Depende mucho de lo políticamente correcto de la época que vivimos».

En 2012 se publicó que Cuba había prohibido el género, como si algo así fuera sencillo, pero el presidente del Instituto Cubano de la Música, Orlando Vistel, explicó que su intención era evitar programarlo en las emisoras públicas porque proyecta a las mujeres como «grotescos objetos sexuales». De todos modos, extendía la crítica a cualquier música que peque de lo mismo y esgrimía también la defensa de la cultura propia de su país, en un intento de que «ni la vulgaridad ni la mediocridad hagan mella en la riqueza de la música cubana». Vistel rechazaba acusar de sexismo a todo un género, pero afirmaba que en el reggaetón «esto es mucho más notorio». Sin ir más lejos, en Colombia tres fotógrafos han trasladado a impactantes imágenes letras de estas canciones, aunque algún caso resulte exagerado, como ese hombre devorando las entrañas de una mujer para ilustrar la sexual frase de Daddy Yankee: «A ella le gusta que le den duro y se la coman».

Con un género tan cuestionado, sorprende una feminista admitiendo su afición al perreo. June Fernández, periodista y directora de la revista Pikara Magazine, escribió en julio en su blog una entrada titulada Si no puedo perrear, no es mi revolución lleva 114.000 visitas y ha sido reproducida en otras dos publicaciones mexicanas. «Para muchas feministas, que una de las suyas disfrute restregando su culo contra el paquete del maromo de turno, puede generar un cortocircuito interesante», decía. «Lo escribí porque me cuestionaban diciendo que es contradictorio ser feminista y que me guste bailar reggaetón, que justifico lo injustificable, pero me han escrito muchas feministas que comparten mi preocupación por los prejuicios que atacan el reggaetón de forma simplista».

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Uno de sus argumentos es que, al menos en nuestro país, «hace falta un poco de feminidad barriobajera, sin clase, de hembras en celo que no cruzan las piernas sino que las abren de par en par, sin preocuparse por que se les vean las bragas». A su juicio, el reggaetón se ha popularizado porque nuestra sociedad estaba a falta de soltarse, de bailar desenfadadamente, de tocarse más. «Escandaliza porque remite a la sexualidad, pero no es un baile más sexista que otros. En el tango o en la salsa, el hombre dirige, la mujer es llevada. El reggaetón se baila suelto y cualquiera decide cuánto se acerca y la pose. El 'perreo' no es sexista, lo sexista es representarlo con la mujer delante, enseñando más cuerpo que el hombre...».

Guetta y su Zorra sexy

Fernández considera positivo que las instituciones estimulen la capacidad crítica para descubrir los «mensajes discriminatorios con los que nos bombardean los medios de comunicación», aunque prefiere las alternativas (como la lista para los bares de Elgoibar) a la censura. Admite que en el reggaetón, «con letras escritas mayoritariamente por hombres heterosexuales, la mirada es siempre masculina y heterosexual. Pero el discurso androcéntrico es normal en la música comercial. Traduzcan canciones de David Guetta como Sexy Bitch (Zorra sexy). Cantamos burradas y ni nos enteramos, como Every Breath You Take, de Police, una apología del acoso. Lana del Rey dice Él me golpeó y se sintió como un beso. La música de cantautor tampoco está libre de machismo». Tampoco hay que olvidar que existen reguetoneras como Ivy Queen, autora de Quiero bailar: «Yo quiero bailar / Tú quieres sudar / Y pegarte a mí / El cuerpo rozar / Eso no quiere decir que pa la cama voy».

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¿La mala fama de esta música en nuestro país puede tener algo que ver con su procedencia?

Sí, genera cierto desprecio porque se asocia a lo barriobajero y a lo latino en un país en el que hay actitudes racistas y de superioridad hacia América Latina. Es un clásico identificar más fácilmente el machismo en las personas extranjeras que en nuestro entorno. Las mismas personas que dicen que el reggaetón es machista probablemente me llamen exagerada e histérica si hablo del sexismo en los festivales de música indie: ¿Cuántas mujeres suele haber en cartel? ¿Cuántas DJ pinchan en las discotecas de música electrónica? ¿Qué imágenes de mujeres y hombres refuerza el heavy metal?

Los adolescentes son más machistas que en otras generaciones. ¿Puede fomentarlo esta música?

Nos encanta el alarmismo, sobre todo en lo que se refiere a juventud y sexualidad. En los 60 se demonizó a Elvis, en los 70 a los Rolling, en los 80 a Madonna y Prince. Ahora son el reggaetón y Miley Cirus. Lo preocupante es que la sociedad justifique la violencia machista y normalice el bombardeo de mensajes sexistas. El problema es el machismo y no va a desaparecer boicoteando el reggaetón.

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