Asesinó a 300 personas y cuenta algunas verdades de la sociedad
Este jugador de póquer se vio obligado a buscar la justicia a su manera, cuando la mafia asesinó a su familia: "Una vez que comencé a matar, ya no me quedaba más remedio que continuar"
ideal.es
Sábado, 5 de septiembre 2015, 17:16
La historia de este jugador de póquer dio la vuelta al mundo desde que asesinara a 300 personas durante los años 1987-1992, después del ... asesinato de su familia. Ahora, lleva preso 23 años por su crímenes en la Cosa Nostra. Además, Grasonelli, autor de 'Malerba, venganza y redención de un criminial' (Mondadori) escribió una autobiografía y ganó el premio Leonardo Sciascia, el cual generó una gran polémica en su país natal, Italia.
Publicidad
Este fue uno de los extractos obtenidos durante una entrevista mantenida en prisión entre un periodista de Philosophie Magazine y Giuseppe Grasonelli:
¿Por cuántos homicidios has sido condenado?
Por demasiados. Demasiados, de verdad.
De acuerdo, ¿pero cuántos?
No me fuerces a decirlo, por favor. Siento vergüenza. Pero estaba metido dentro de un engranaje. Los parientes de mis víctimas querían mi piel y algunos habían prometido, si me atrapaban vivo, que se mearían encima de mí y me torturarían durante semanas antes de matarme. Una vez que comencé a matar, ya me no quedaba más remedio que continuar.
En su biografía plantea cuestiones morales y sociales donde arroja una pregunta evidente acerca de la libertad de elección del ser humano: "Para los filósofos, tenemos la posibilidad de elegir entre el bien y el mal. Pero, a menudo, nuestra opción consiste en elegir entre lo malo y lo peor".
Grassonelli, que se marchó a los 16 años de su Sicilia natal a Hamburgo, era un adolescente de pueblo que descubrió los placeres de la noche y que sabía que sus habilidades en el póquer le podían resultar muy rentables. Entonces, fue en el barrio de Sankt Pauli dónde conoció la "libertad extrema y el sexo extremo", y llevó una vida irreal, sostenida gracias a las técnicas ilegales con las que sus compinches y él desplumaban a jugadores y casinos.
Publicidad
Aunque, todo cambió un 21 de septiembre de 1986, cuando sicarios de la mafia asesinaron a su tío, abuelo y a sus primos en Porto Empedocle, su ciudad natal.
Una venganza imparable
Grassonelli, que estaba de visita en la isla recién acabado su servicio militar, fue herido en un pie, pero logró escapar escondiéndose bajo un coche. Al parecer, el motivo, fue que su familia se había opuesto al chantaje de la Cosa Nostra y la respuesta no fue otra que terminar en la masacre.
Grassonelli regresó a Hamburgo, pero al cabo de un tiempo fue consciente de que en ese lugar tampoco estaría a salvo y al poco tiempo, otro tío suyo fue asesinado sin otro motivo que su apellido; una noche, al regresar a casa, descubrió a dos sicarios cerca de su apartamento. Tenían órdenes de acabar con él y Grassonelli sabía que lo harían tarde o temprano.
Publicidad
Por tanto, solo podía barajar dos opciones: huir lo más lejos posible, hasta que le encontrasen, o enfrentarse a ellos. Con la primera opción solo lograría alargar su muerte y la segunda tampoco podía asegurarle un buen futuro.
"Tenía 21 años y estaba aterrorizado no sólo por los continuos asesinatos de mis seres queridos, sino porque no sabía a cuál de nosotros le iba a tocar después. ¿Cómo se podía vivir una vida así? Sí, estoy de acuerdo en que el deber cívico requiere que cada ciudadano acuda a las instituciones para obtener justicia. Pero la mafia y el Estado eran la misma cosa. Así que me puse en marcha.
Publicidad
Grassonelli decidió continuar siendo jugador, pero en esa ocasión, ahorrando todos los beneficios para comprar armas y montar una pequeña infraestructura para poner en marcha una nueva organización: cada vez que la mafia asesinaba a personas que se resistían a su dominio, así, Grassonelli contactaba con sus familiares y les proponía formar parte de una nueva organización, la Stidda, que mataba a cara descubierta. En cinco años, entre 1987 y 1992, el grupo de afectados por la Cosa Nostra asesinó a más de 300 mafiosos, en donde Grassonelli se encargó personalmente de acabar con los ejecutores de la matanza de su familia.
Con 27 años, Grassonelli fue arrestado por la policía, que recibió un soplo desde su misma organización, por lo que, Grassonelli tuvo que elegir nuevamente: si colaboraba con la justicia y delataba a los miembros de la Stidda, su pena se vería rebajada; si no, tendría que estar de por vida, en prisión. Eligió la segunda, y en lugar de añadir la traición al crimen, como hacen todos, optó por cerrar la boca, a pesar de que eso significaba no salir jamás de la cárcel.
Publicidad
Algunos años después, Grassonelli descubrió de lleno la filosofía, gracias a las clases que impartía un profesor, Giusseppe Ferraro. El existencialismo de Sartrey Camus, así como las obras de Nietzsche, se convirtieron en sus lecturas preferidas. Y, por supuesto, Hobbes, en cuya doctrina puede reconocer palpablemente la vida que ha tenido. Como cuenta a Philosophie Magazine, "lo que nos dice Hobbes es que si queremos poner fin a la guerra de todos contra todos, al ciclo de violencia y de venganza, debemos someternos a la protección de un Estado potente. En la Sicilia de los años 1980 , puedo certificar que el Estado estaba ausente. La mafia no es más que una perpetuación del feudalismo en los tiempos modernos".
Así, Grassonelli se licenció en filosofía y su nueva pasión le llevó también a poner por escrito su historia. Con Malerba llegó su premio literario, fama y una petición pública de perdón por lo que había hecho. Pero el "retorno ético" de Grassonelli, como él mismo lo denominó, no consistió en un sincero y simple arrepentimiento, sino que también planteó algunas preguntas sobre la sociedad en que vivía. La primera, de índole personal, decía qué habríamos hecho nosotros en su situación, si hubiéramos salido huyendo de una muerte previsible o si nos hubiéramos enfrentado a quienes estaban matando a los nuestros. La segunda tenía que ver con el contexto: en un Estado que hubiera contado con la voluntad y los medios para enfrentarse a los mafiosos, esto es, donde hubiera reinado el derecho, hubiera sido posible exigirle otro comportamiento, el de renunciar a la violencia y de ampararse en la ley y en sus servidores para solicitar protección y justicia. Pero si las instituciones están lo suficientemente deterioradas, como era el caso de la Sicilia de los ochenta, ¿qué se le podía reprochar desde el punto de vista moral?
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión