La petición del Zaidín: «Gracias a Dios, me ha dado trabajo en Francia»
El barrio granadino celebra este peculiar Lunes Santo con sentimientos encontrados y las plegarias divididas entre la salud y el empleo
Una densa y enorme nube blanca se posó sobre Granada, desde primera hora del Lunes Santo, como un recordatorio, como un pésame, como un ... telón que no abre; como una mascarilla. A las 15.20 horas, un coche recorre una Avenida de Dílar completamente vacía. De los escaparates se escapa la letra de una triste marcha cofrade: Frutería andaluza, se alquila; Jaldo Moda, se alquila; Peluquería Juan, se alquila; Fotoláser Estudio, se alquila; Corsetería Helga, se vende; Panadería Gloria bendita, se alquila... El coche gira y se retuerce por las calles del barrio, hasta llegar a la Plaza de Diego Siloé, donde un centenar de fieles hacen cola para entrar a la parroquia del Santísimo Corpus Christi. El conductor, Jesús 'el Pituni', baja la ventanilla, apoya el codo y grita muy sonriente: «¡Ahí está el tío más guapo de todo el Zaidín!».
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«El tío más guapo de todo el Zaidín» es José María, al que todos llaman 'El lechuga'. Está con David, 'El pechos'. Los dos son costaleros de la cofradía del Trabajo. «¡Eh!», responde el Lechuga. Luego, el rostro le cambia en cuestión de segundos al mirar de nuevo hacia la iglesia y ver que la plaza no es, ni de lejos, su plaza de Lunes Santo. «Lo llevo muy mal. Fatal. Con mucha pena. Con unos sentimientos tan grandes que no sabes qué hacer. Esta mañana estuvimos llorando aquí». José María lleva treinta años levantando el paso y asegura que el año pasado lo sobrellevó «porque era lo que había», pero que este año está deseando que termine esto para irse a casa. «Porque todo esto -dice- es sufrir. Por lo menos para mí, que tengo 44 años y poquitos pasos me quedan. A ver si llegamos al año que viene, que es menester, que podamos sacarlas y que las podamos disfrutar un añico más».
«Lo llevo muy mal. Fatal. Con mucha pena. Con unos sentimientos tan grandes que no sabes qué hacer»
El Lechuga está «terriblemente agradecido» al Cristo del Trabajo y a la Virgen de la Luz. Dice que el trabajo hace falta, como siempre. Y que a él, por fin, le ha llegado. «El lunes me voy. Gracias a Dios, me ha dado trabajo en Francia -señala con los ojos a la parroquia-, a la construcción, a levantar estructuras y bloques de viviendas. Hemos estado pidiéndolo estos días y nos lo ha concedido». Antes de ayer le llamaron, esta mañana ha firmado el contrato y el domingo se marcha. «Falta hacía», dice muy serio, justo cuando se acerca Hugo, su hijo, de cinco años, vestido para la ocasión. A su lado está David, hijo de El Pechos, de ocho años. «El hermano más pequeño que ha salido con la hermandad, ¡con ocho días!», exclama orgulloso el padre, mientras enseña una foto en su móvil que atesora como una medalla.
La cola para entrar a la parroquia del Corpus Christi da la vuelta a la esquina. Familias arregladas y cargadas con flores rojas esperan pacientemente para entrar a ver a sus titulares. Alejandro, vocal de protocolo de la hermandad, entra y sale de la iglesia una y otra vez. «Es un Lunes Santo distinto, pero mejor que el año pasado, que no se podía salir -dice-. En el barrio hay devoción, la verdad, aquí está el Zaidín más profundo». Los primeros en la cola son Patri, Lili, Álex y Dani, una familia de costaleros que no podían faltar. «Es bastante duro, no queda otra. Yo pido por ellos -apunta Patri, la madre-, pido salud y trabajo y a mi Luz que ilumine a los míos».
Raúl, capataz de la Virgen de la Luz, está feliz y triste a la vez. «Es un momento bonito, pero es triste porque esto está siempre a rebosar -recorre con la mirada la placeta-. Lo importante es que la gente no enferme, que no haya tanto paro, que la gente esté feliz y que pueda volver una Semana Santa como la de antes». Javier se ha reunido con familia y amigos en la calle Polinario, uno de los rincones que tradicionalmente gozan de más ambiente cofrade. «Aquí estamos, separados por grupos para no mezclarnos mucho -efectivamente, están repartidos por la esquina, guardando la distancia-. Es un día duro para un cofrade».
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«Este año pedimos salud, lo primero. Y trabajo para todos los que lo han perdido, que en este barrio hace muchísima falta»
Encarnita, sentada en una mesita frente a la portada de la iglesia, viste de un negro tan elegante como nostálgico. «Hay fe y esperanza de que el año que viene podamos disfrutarlo de otra manera. Pero este año pedimos salud, lo primero. Y trabajo para todos los que lo han perdido, que en este barrio hace muchísima falta, que hay muchísimas personas necesitadas. Salud, Trabajo y Luz», termina.
Dan las cuatro y comienza la misa en la Parroquia del Corpus Christi. Abdul sale del locutorio Cati, justo enfrente del templo, cargado con tres latas de refrescos. Camina hasta la Avenida de Dílar y se sienta en un banco, con Saliu y otros amigos de Senegal. «Sí, sí, vivimos en el barrio. Somos del Zaidín», explica Abdul. «Nosotros somos musulmanes, pero respetamos muchísimos las procesiones. Ojalá funcionen las oraciones y venga mucho trabajo. Llevamos un año fatal, muy mal. Antes íbamos al campo, ahora no tenemos nada que hacer. Ojalá venga algo, lo que necesitamos es trabajar».
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Y así, en oración, bajo una nube cálida y pesada, el cielo del Zaidín arrancó su Lunes Santo. Un lunes por el Trabajo, por la Salud y por la Luz. «Si es que no se pude vivir con tanta incertidumbre, que no es bueno, ¿verdad?», lamenta un taxista, parado en la esquina de la calle Garellano, mientras se come una mandarina.
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