Jesús su última salida como costalero de la Aurora. Fermín Rodríguez

El costalero de la Aurora que cuelga la faja después de 44 Jueves Santos

Jesús Sánchez abandona el palio de la Virgen después de toda una vida: «para mí ha sido como rezar con los pies»

Laura Ubago

Granada

Viernes, 29 de marzo 2024, 00:21

Jesús Sánchez Beas se quedó prendado de (la) Aurora cuando la vio bajar por una de las calles del Albaicín. Desde entonces supo que quería ... brindar sus hombros para que esta Virgen emblemática y castiza recorriese los vericuetos albaicineros hasta desembocar en la llanura sin empedrado de Granada. Que quería estar en ese recorrido y echarse el peso del palio de esta Madre de Dios tan granaína. Después, el ser costalero de la Aurora se convirtió en su religión y aquel templo de Santa María de la Aurora y San Miguel en un lugar familiar en el que guardar recuerdos vinculados a su mujer y a sus hijas.

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Jesús no ha sido de ponerse malo, ni de tener achaques, ni de flaquearle las fuerzas. Tampoco las emociones. Eso le han otorgado el título del costalero más veterano de Granada, aunque haya otros también con este reconocimiento en las cuadrillas granadinas. Lo que sí lleva Jesús Sánchez Beas, pintor de profesión y con perspectiva de jubilarse en noviembre, son 44 semanas santas sin fallar ni una debajo del palio de la Aurora. Con la cara tapada, con los pies al aire, en el anonimato y arrastrando peso por las cuestas con su nombre y apellido. Con sus total compromiso. «Quiero colgar la faja aunque me dé mucha pena», expresó Jesús desde sus 65 años, a pocos minutos de salir con la Aurora. Jesús entiende que esto es un ciclo que empieza y acaba. Dice que quiere dejar paso a los jóvenes y que ya lo ha vivido todo en los entresijos de la Aurora. El 40 aniversario, el 75 aniversario, la Coronación... y lo último, la Magna. 44 años paseando a su Virgen por ese recorrido empinado, por esas piedras resbaladizas del recorrido albaicinero y por esas estrecheces que tantas maniobras cortas les requieren.

Es emocional

Él explica que aquello no es tanto físico como emocional. En lo físico siempre se ha mantenido intacto pero también en las ganas que le movían a no faltar ni un Jueves Santo en sus diferentes etapas vitales. En sus Jueves Santos malos, que también los habría. Nunca se ha planteado un descanso de esa misión que él mismo se otorgó: ser dos hombros más para cargar a trabajaderas a la Reina del Albaicín, según sus sentimientos y con total respeto a las otras imágenes del Jueves, esencia también de la calle del Agua y de la Plaza Larga.

Dice Jesús que a los jóvenes les ha ido dando consejos. Porque es un oficio. Algo sobre el ritmo de los pies y sobre esa sana obediencia de escuchar al capataz cuando son muchos los que tiran de un barco. A la Aurora le tiene fe, le tiene devoción y le tiene un cariño labrado a golpe de levantás. «Yo me meto debajo y le pido por los míos, por mi familia, por que haya trabajo... para mí es rezar con los pies», dice emocionado en su retirada. No piensa dejar la hermandad. Será nazareno porque no se ve vistiéndose de costalero sin ir bajo palio. «Para mí no es una camiseta sin más», expresa este hermano que está a punto de pasar a segunda actividad, menos física, donde trabaja también el corazón. Su objetivo es acompañar a la Virgen en ese amargo recorrido como madre que sabe que el sufrimiento de su hijo es una calle tan estrecha y empinada como inevitable.

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