O sea, con el pensador, teólogo, físico y matemático (1623-1662) de tan honda impronta en el acervo cultural y espiritual occidental. Más allá de ... sus aportes a las matemáticas (véase la Pascalina, primera calculadora mecánica) o de sus investigaciones sobre la hidrostática que tanto prestigio le dieron, vuelven a la actualidad sus 'Pensamientos', recién editados por 'Les Belles Lettres' con motivo de su cuarto centenario, a partir de la edición canónica de 'La Pléiade'.
Publicidad
Aunque no esté de más recordar en estos aciagos tiempos, y tal como estableció en su famoso aforismo: «El corazón tiene razones que la razón ignora», que fe y razón son compatibles con un poco de plasticidad mental (y no menos buena voluntad, claro está), procede aducir aquí su prematura condición de existencialista por su consternación ante la decepcionante historicidad de un ser humano tan grandioso como miserable, en palabras suyas «tan frágil como una caña, aunque caña pensante». Él mismo sin otra respuesta a la realidad de vivir que pensar exhaustivamente y escribir sin interrupción; y preguntarse cómo era posible que el ser humano amara a su prójimo siendo incapaz de amarse a sí mismo. Y, ante el revolucionario reto de una fe recién renovada frente al oficialismo religioso, zambullirse en la Biblia para descomponer y recomponer la ecuación humana con la misma combatividad con que se enfrentó a los retos científicos de su época, y proponer, como nadie desde San Agustín supo hacerlo, la mediación de Cristo como clave de la existencia de Dios.
Sus 'Pensamientos', de compleja y polémica reagrupación póstuma tras su temprano fallecimiento, siguen siendo su obra cumbre, unos densos y luminosos escritos sobre la condición humana en relación con su propia existencia, en que no se priva de dar un sonoro repaso a un ser al que reprocha su «corazón hueco, cloaca de incertidumbre y de error», echado a perder por el orgullo y la pereza, que por su miedo a la soledad «mendiga el tumulto» para, extraviándose en él, olvidarse de sí mismo; constatando de pasada la ignorancia general de la Biblia (siendo en eso menos burros los ateos que los creyentes) de quienes creen poder aniquilar la eternidad borrándola de sus pensamientos.
Más acá de toda evaluación de este gigante de obra científica, intelectual y teologal inabarcable, siempre he valorado su drástica opinión de que a la gente le ocurre la mayoría de sus desgracias por no saber quedarse tranquilamente en casa.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión