Con motivo de la conmemoración del día internacional del voluntariado, hace unos días, se ha cuantificado el número de voluntarios/as en Granada. Se calcula ... que contamos con unas 35.000 integrados en unas 320 entidades. Esta cifra puede parecer grande o no, según con lo que la comparemos, pero sí es un buen indicador de que en nuestra provincia hay mucha gente necesitada de ayuda en muchos campos, desde lo más básico, como el alimento, la casa donde alojarse, la ropa para vestirse, hasta acompañamiento y ayuda a cuidadores de enfermos y dependientes, o víctimas de enfermedades raras y graves.
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Cada vez que surge una crisis económica, sanitaria o catastrófica, los efectos son devastadores entre los más vulnerables y ahí aparecen estas personas que dedican una parte de su tiempo a ayudar a los demás, 'gratis et amore', es decir desinteresadamente. Ya lo vimos en aquella pesadilla de desahucios, empresas en quiebra y el paro que se extendía a medida que la prima de riesgo subía y subía… Volvieron los comedores sociales, la recogida de artículos de primera necesidad, de ropa… ¿Se acuerdan? También ha ocurrido y sigue ocurriendo, durante la pandemia que ha ido dejando sus tenebrosas huellas y ahí sigue. Son dos ejemplos llamativos tan solo de los infinitos servicios que hacen a la sociedad y a las personas individuales, la mayoría de las veces en silencio, es decir, sin ruedas de prensa ni anuncios aparatosos, pues los generosos suelen ser gente sencilla y poco amiga de hacer más ruido que el necesario para que se puedan cumplir los fines que dan sentido a su solidaridad. Y ahí están los grupos de voluntariado, detectando necesidades y contribuyendo a paliar el sufrimiento y las carencias de tantas personas, sea en nuestro propio barrio, o pueblo, o bien en otros continentes.
Hay quienes consideran que tales ayudas a los necesitados debería cubrirlas el llamado estado de bienestar y que no tiene sentido que además de los impuestos que pagamos, tengamos que costear esas ayudas extra, que denominan en sentido peyorativo, como 'caridad'. Sin embargo, lo cierto es que muchas situaciones llegan a desbordar la capacidad de los organismos del Estado pues se necesita actuar con rapidez en la mayoría de los casos. Por no hablar de la lentitud burocrática que retrasa de manera insoportable la entrega de ayudas urgentes para quienes lo han perdido todo o no encuentran su lugar en el mundo.
Ciertamente, debemos exigir a los poderes públicos que tengan previstas estas emergencias sociales y diseñen los mecanismos ágiles para hacerles frente cuando se presentan. Pero también es interesante considerar que la solidaridad y la generosidad de los voluntarios y voluntarias (no olvidemos que hay muchas mujeres), acudiendo a socorrer a quienes lo necesitan ofrece un magnífico ejemplo de empatía como capacidad para ponerse en el lugar de los que sufren, muy necesaria en estos tiempos de egoísmos exacerbados. Además, es un gesto de libertad que hace mucho bien a las personas que ejercen ese derecho de ayudar, casi tanto como a las que reciben los efectos de sus benéficas acciones.
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