Velada exquisita

Puerta Real ·

Alfredo Lombardo no tiene que envidiar a los sonetistas más preclaros, en todos los registros, desde las emociones humanas, a las reflexiones filosóficas

María DOlores Fernández-Figares

Miércoles, 14 de septiembre 2022, 00:54

Son las cosas que tiene Granada, que de vez en cuando nos regala experiencias exquisitas, de las que guardamos en la colección de nuestros recuerdos ... interesantes. Imagínense: el jardín de un carmen albaicinero, de los que cuidan un jardín, en el que hay fuentes, parterres, pérgolas, altos árboles, escaleras para sortear los desniveles, toda clase de flores, con una balconada frente a una Alhambra, que se siente cercana y lejana a la vez. Hay unas sillas bien dispuestas y unos micrófonos, que sugieren que habrá música en el acto que se prepara. Mientras van llegando, los afortunados asistentes pueden tomar algo fresco, pues hay un ambigú al fondo, en un lugar discreto. Muchos se conocen, son habitantes de ese barrio, que condensa esas cosas bellas que suelen refugiarse entre los laberintos de sus callejones y las sorpresas estéticas que regalan las infinitas perspectivas, que hacen de filtro para la majestuosa y potente panorámica de los palacios nazaríes.

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Comienza el acto, a la hora prevista Tato Révora se encarga de presentar a su amigo Alfredo Lombardo, con unas palabras cargadas de complicidad y cariño por el poeta que ahora va a desgranar algunos versos de su nuevo poemario que ha titulado 'Plaza Nueva y otros poemas', editado por la Universidad de Granada y el Carmen de la Victoria, que es donde estamos.

Alfredo toma la palabra y nos anuncia que su libro contiene treinta y dos sonetos compuestos a lo largo de los años, después de que el 'Rayo que no cesa' de Miguel Hernández le iniciara en este tipo de composición poética que consta de catorce versos endecasílabos, repartidos en dos cuartetos y dos tercetos. Pues bien, después de haberlo escuchado, podemos afirmar que Alfredo no tiene que envidiar a los sonetistas más preclaros, en todos los registros, desde las emociones humanas, a las reflexiones filosóficas. No me resisto a copiar este soneto sobre los sonetos: «Mira, te digo, el soneto tiene/ su música ya lejos, tierno el pulso, / y es fácil balancearse hacia lo insulso / si en la música solo se detiene./ Sin levantar la pluma este me viene/, sin corregir lo primo de su impulso: / interrumpir su curso fuera abuso …/ (a ese abuso una ele le conviene)./ Hay que dejarlo ser, hay que dejarlo: / lo mínimo de ti él necesita, / larga su historia, larga su hermosura. / Olvidadizo, para no asustarlo, / acudirás a la imprevista cita …/ y habrás dado al soneto otra criatura». En efecto, Lope de Vega es también su inspirador y los poetas del Siglo de Oro.

Esta es solo una muestra de los regalos poéticos que nos brinda Alberto en su libro, que a veces te hacen reír y otras te sorprende cómo puede definir la melancolía en pocas palabras, o versos. Para acompañarlo, Tato Révora nos trajo otro regalo maravilloso en la voz de Osvaldo Jiménez, cantante de tangos de estilo gardeliano, afincado en Granada desde hace años, que ha puesto música a algunos poemas de Alfredo, que cantó con voz templada.

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Y la sátira, o más bien la ironía, que ocupó la parte final de la presentación, nos hizo sonreír, pues Alfredo sabe manejar el sentido del humor como respuesta a tantos absurdos y exageraciones que ocurren cada día.

Una velada exquisita, con un poeta completo, en plena creación.

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