Había titulado esta columna '¡Alerta! De mal en peor', pero siendo lunes, la condenaba a no ser leída ni por mis mejores amigos. No hay ... lector, por fiel que sea, que ose asomarse a un texto que arranque de esa manera tan cruda y pesimista. Sin embargo, es el ambiente que se respira ahí fuera, no vamos a engañarnos.
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Me lo dice Francis, que desde su kiosco del Zaidín le toma el pulso a la realidad de la calle cada día. El pescado para hacer una sencilla cazuela se vendía a precios prohibitivos antes de la huelga de los transportistas —veremos esta semana qué pasa con el abastecimiento— y la gente deja de ir a tomar café a los garitos más populares del barrio. ¡Alerta!
Lo mismo me cuenta Ángel, que debía estar vendiendo los tomates muy por debajo de los 2 euros y los tiene a 3,60 en su frutería de la esquina. Me dice que el martes tuvo problemas para acceder en su vehículo a Mercagranada. «Si una furgoneta como la mía pincha las cuatro ruedas con los clavos que habían echado por las vías de acceso, me arruinan el mes». ¡Alerta!
A Ángel le pasa como a todos los que nos ganamos el sueldo en la calle: entendemos las cuitas de los transportistas y nos solidarizamos con ellos. Su situación es insostenible. Pero pensamos en los agricultores y en los productos de la Costa Tropical echándose a perder, en las vacas famélicas de los ganaderos, que se ven obligados a tirar la leche, o en las pescaderías cerradas por falta de producto; y, la verdad, dan ganas de echarse a llorar. ¡Alerta!
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Hemos entrado en una espiral descendente que da pánico. Trabajando más tiempo y más duro, echando más horas todos los días; cada vez más gente gana menos dinero. A la vez, cada día está todo más caro. ¡Alerta!
Esta situación tan endiabladamente compleja tiene muchas causas y consecuencias. Basta solo un dato: en Estados Unidos, la inflación está en el 7,9% y no creo que Pedro Sánchez sea el culpable. Pero nosotros estamos en España, aquí y ahora, y el presidente del Gobierno es él. La sensación de dejadez que transmite, dejando todo lo que nos angustia para más adelante, es un lastre.
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El desapego hacia la clase política se está convirtiendo en un problema de primer orden. La única obsesión de los partidos es ganar las siguientes elecciones y, para ello, desgastar a los rivales.
Las preocupaciones de la ciudadanía solo son un arma arrojadiza que usan para zaherirse entre sí. Dicen del Gobierno que los transportistas están manejados por la ultraderecha… y se quedan tan panchos. ¡Alerta!
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