No es la primera vez que la historia avanza retrocediendo. Y ahora toca égida ramplona. Se impone el estrépito de los patanes. Y ya saben: ... A río revuelto ganancia de pícaros. Por tanto, toca resignarse unas décadas, pues la consciencia estará desaparecida quizá un siglo; no es que se extinga, estará ahí, aunque omitida del escenario social. Pero me dejaré de vaticinios y diré algo sobre esos ejemplares de moda llamados 'youtubers', que tanta vela tienen en este entierro.
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Al parecer, uno de esos especímenes ha puesto pies en polvorosa para irse a vivir a Andorra (no a Plutón, como sería lo suyo). El motivo de la mudanza: No pagar impuestos aquí. (Otro lumbreras al que España le roba). Los 'influencers', como también llaman a esta fauna, son el ejemplo de que todo se va al carajo y que estamos bajo el imperio de lo zafio.
Las formas, la cortesía y los procedimientos que son clave humanizadora, hace tiempo que se fueron por el retrete y quienes tiran de la cadena son los propios gobernantes (los de ahora y los de antes, que cada uno meta la mano en sus entretelas).
Lo curioso es que nos hemos acomodado sin protesta al oasis de decadencia que los tunantes imponen conchabados con quienes parten el bacalao. Y ya todos chapoteamos muy contentos y ufanos en la grosería rampante impuesta.
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Bueno, pues en este 'fregao' pitan -y mucho- esos gurús de pantallita que consuelan a su nutrido séquito de pasmarotes con vaciedades varias. Caudillos de mérito dudoso que desde su púlpito telemático enfervorizan a legiones de tipos/as abducidos/as que los siguen a pies juntillas. (Ya se sabe que el hombre es animal gregario, pero de ahí a gilipollas hay un paso).
Al parecer, los 'youtubers' ganan pasta por un tubo gracias a la estulticia de sus acólitos. Y, claro, cuando tanto se amasa lo último que se te ocurre es contribuir al erario público, pues de los hospitales, las escuelas y las autovías ya se encargan los buenos deseos de los Teletubbies.
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En descargo de los 'influencers' debo decir que –pobrecitos- son hijos de una sociedad en red, sufridores ellos que, aunque no hicieron la mili, están muy castigados por los 'petit suisse' de mil sabores que siempre tuvieron a mano en nevera llena. (¡Qué penita!). Sí, unos y otros, pobres mártires de las melazas del sistema y, claro, estos galopines, sus cofrades y seguidores son presa fácil de la sociedad en red, víctimas de los hiperliderazgos y de las pantallitas bobas.
Bien, pues estos traficantes de aburrimiento son los que ahora dan coba y marcan la pauta. Lástima que nadie advierta que el dinero no es el antídoto de la pobreza; la solución de la escasez material y –lo que es peor- de la pobreza moral, es la educación. (El parné en manos de peleles y pródigos es un helado en el hocico de un goloso). Lástima que hasta dentro de un siglo no salgamos de cretinos y reparemos en que para evitar la pobreza primero hay que salir de la ignorancia.
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