Una ministra habla de miedos y tetas y, mientras ella divaga, muchas granadinas activan el «modo pánico», pero por otros motivos. Son esas mujeres cuyo ... fin de mes dura tres semanas y sobreviven noqueadas en el cuadrilátero del desempleo o sumergidas en el pozo de la precariedad laboral: la feminización de la pobreza es un hecho. Las más afortunadas han percibido alguna ayuda durante esta crisis sanitaria, unos pocos euros que son como salir en ropa interior a la calle en pleno invierno, pero que para muchas paisanas es la diferencia que hay entre la angustia y el abismo. En definitiva, tenemos una justicia social que es un cachondeo, y particularmente para la mujer, el pitorreo total.
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No entiendo de economía, pero mi intuición tiene las suficientes miras como para predecir que la anunciada recuperación de la economía para 2022 se producirá como un truco de magia, sin que la sintamos. Es más, no solo San Pablo de Galapagar cabalga contradicciones, también la economía se suma a ese caballo y dice que seguirá aumentando el número de deportadas al Inem aunque aumente el empleo femenino. Cristóbal Montoro diría que en economía eso no es imposible, mientras que Chiquito habría dicho «¿Cómorrrrr?», acertando minuciosamente en el diagnóstico.
Las buenas noticias sin pan son menos, así que por mucho que baje el número de contagiadas por el virus del desempleo, si no sube el de mujeres que logran un trabajo con el que hacerse independientes económicamente, la palabra 'igualdad' seguirá siendo una palabra bonita de poco trasfondo real.
Hay muchas formas de hacerse pobre y a todas se llega trabajando. La mujer que trabaja lo hace mayormente en una situación de precariedad, y cuando termina el día no piensa en los miedos masculinos a sus tetas, sino en el miedo propio a perder el empleo o en esa presión que le entra en el pecho cuando ve el recibo de la luz.
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Vivir durante un mes, no pido más, como viven muchas trabajadoras granadinas es una experiencia inolvidable a la que debería apuntarse toda representante política que ve los toros desde la barrera. En el ruedo de la precariedad laboral, a una mujer le empitona mucho más el precio de la cesta de la compra que las hipotéticas fobias mamarias de los varones y, si no, haga la encuesta.
Un poquito de seriedad. El debate no son las tetas, vayan a Eurovisión o no, sino la igualdad. Eso sí que les da miedo a algunos.
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