Sánchez, el Sáhara y el plato de lentejas

Ahora Sánchez cruza el Rubicón, se quita la careta y abraza la tesis marroquí. Tan claramente que es Rabat quien anuncia el cambio de postura, no nosotros, y la prensa de nuestro vecino del sur saca caricaturas de España como un toro derrengado dominado por fin por Marruecos

Inocencio F. Arias

Miércoles, 23 de marzo 2022, 00:08

El 31 de julio de 2003 fue mi aparente día de gloria en las Naciones Unidas. España presidía ese mes el Consejo de Seguridad de ... la ONU, que empleó una buena parte de ese periodo en discutir una enjundiosa resolución sobre el Sáhara. Se llegó a un acuerdo y, como presidente, me correspondió dar el mazazo que proclamaba que el Plan Baker para el Sáhara se aprobaba por unanimidad.

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El protagonismo de la trabajosa aprobación correspondió, para sorpresa de propios y extraños, a mi colega americano. Yo no tenía el poder –España no es una gran potencia– para convencer a algún reticente, especialmente a Francia aliada de Marruecos en el tema. El estadounidense se empleó muy a fondo no solo porque Estados Unidos debía estar harto de gastar dinero en los cascos azules de la ONU en el Sáhara –Washington costea el 22% del presupuesto de la Organización– sino sobre todo porque el estadounidense Baker, que había parido el documento, tenía peso en el gobierno americano y había jugado un papel importante como abogado para que Florida llevara a Bush a la presidencia.

Pensar que Argel va a resignarse ante un triunfo de su gran rival y abandonar a los saharauis puede ser una quimera

El plan establecía inequívocamente que los saharauis eran los únicos que podían decidir su destino, es decir que debían votar. El secretario de la ONU, Koffi Annan, bendijo el plan a bombo y platillo. España lo votó siguiendo su política desde 1976: no incordiemos a Marruecos, pero dado que les dimos la administración del Sáhara sin consultar a la ONU dejemos a la organización mundial que decida cómo el territorio escoge su futuro.

El plan lleva 19 años durmiendo el sueño de los justos aunque la ONU ha reiterado en 2021 la necesidad de que los saharauis se pronuncien (resolución 2602) y los gobiernos españoles desde Franco hasta Rajoy, pasando por los intermedios, han sido fieles a ese principio. Zapatero, en su sempiterno adanismo, jugó de tapadillo la carta franco-marroquí, pero no se desmarcó abiertamente. Ahora Sánchez cruza el Rubicón, se quita la careta y abraza la tesis marroquí. Tan claramente que es Rabat quien anuncia el cambio de postura, no nosotros, y la prensa de nuestro vecino del sur saca caricaturas de España como un toro derrengado dominado por fin por Marruecos. Imagen poco halagüeña.

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Recordemos sucintamente que Sánchez se ha apartado de la doctrina de la ONU, del consenso existente en la política exterior española (aquí se fuma sendos puros dada su carencia de escrúpulos) pero también ha burlado el pacto con Podemos, también 'peccata minuta' para él, y la postura oficial de su partido, el PSOE, del que está tan orgulloso. Esto debería importarle un poquito más. Sobre todo, tendría que tener en cuenta la posición de Argelia, mal enemigo donde los haya y más en aún en momentos de penuria energética. Pensar que Argel va a resignarse ante un triunfo de su gran rival y abandonar a los saharauis puede ser una quimera de Albares. En 24 horas China, que tiene el veto en la ONU, ha apoyado a Argelia.

Entonces, ¿qué ha movido a Sánchez a dar ese giro histórico? No puede ser el adanismo: «Yo fui el primero que cambió la política...». Sería infantil y de problemáticos resultados. Nuestro presidente nos metió, irrritando a Marruecos, en el lío de Ceuta con su acogida a Gali, el polisario, la decisión fue indudablemente suya, y ahora nos introduce en otro con Argelia. No sabemos qué teme o qué ha conseguido en un tema capital. Uno está tentado a pensar que nuestros servicios de inteligencia le han informado de que Marruecos quiere montar una marcha verde sobre Ceuta y Melilla aprovechando la cumbre de la OTAN en Madrid y pulverizando esa foto que busca, por fin, con Biden y los capitostes otánicos. O le han dado cuenta de otro plan trapisondista marroquí. Quien montó la invasion de Ceuta o la Marcha Verde no se va a detener en pequeñeces.

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O bien, Sánchez ha obtenido un serie de concesiones de bulto de Rabat: garantías de que no habrá reivindicaciones sobre Ceuta y Melilla en tres generaciones, apertura de esas fronteras, garantías sobre las Canarias y aguas territoriales... Y todo ello firmado y sellado en un documento, no en promesas etéreas. Es lo que debería ser, pero conociendo a nuestro presidente es improbable que la aparente bajada de pantalones ante Rabat haya tenido una contrapartida importante para España; no para salvar un apuro de nuestro presidente sino para España. Sánchez puede que haya vuelto a vender el Sáhara a Marruecos, otra traicion para los saharauis, pero me temo que, además, lo haya saldado. Lo haya dado por un precio irrisorio, por unas promesas vagas que pueden ser quebrantadas en un par de años, es decir por un plato de lentejas. En resumen, olvida a los saharauis, rompe la política española de casi medio siglo, esquiva a la ONU por tres céntimos. Y por supuesto, mintiendo: Argelia no fue avisada.

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