¿Sabemos qué es España?

La solidez de un país suele alcanzarse con el equilibrio entre los elementos conservadores y los innovadores. Ese equilibrio da la base para una unidad que proporciona seguridad y confianza a sus ciudadanos

armando segura

Jueves, 3 de junio 2021, 00:42

El ser de un Estado-Nación que es España no se entiende acudiendo solo a la Constitución vigente. Hay que ver el marco en el ... que esta ley fundamental tiene sentido.

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Necesitamos remitirnos a su historia, a sus tradiciones, a su conciencia de unidad y de multiformidad, a la interdependencia desde sus autonomías en relación al todo, en su geografía humana, en su situación geopolítica y muy en último término, en el Gobierno de turno.

Si atendiéramos a los miembros del Gobierno de corte anarquista, la pregunta que encabeza estas líneas nos sumergiría en la perplejidad. Si, por el contrario, atendiésemos a las opiniones de los sectores más 'de orden', entraríamos en la nebulosa mental de la complejidad.

España como Francia o los Estados Unidos, no son algo convencional que hoy es esto y mañana su contrario, sino que es un tema de estudio, objeto de investigación: Son 'algo'.

Desde el Tratado de Westafalia en 1648, se considera que España –y su imperio incluido– pierde toda hegemonía en el mundo y pasa a depender más bien de potencias marítimas como Inglaterra y Holanda. A partir del Tratado de Utrech (1713) nuestro país con su imperio incluido, viene a ser un satélite de Francia. Si nos acercamos al presente, en 1898, nos quedamos en los puros paños menores.

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En el siglo XX, queríamos, pero no podíamos. Desde 1923 se empezó a contemplar los modelos totalitarios que emergían en Europa, especialmente la Italia de Mussolini.

Nuestra guerra civil, de exterminio, fue una guerra de supervivencia. España salió del contexto europeo porque nuestra supervivencia, el temor al salvajismo reciente, paralizó muchas iniciativas.

Como en tantas ocasiones en el siglo XX, Marruecos y el independentismo catalán y vasco, forman una pinza que recorta las posibilidades de acción. Esta última circunstancia es un hecho estable y continuado de nuestra historia reciente.

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A pesar de estas oscuridades, España ha ganado muchos tantos en progreso y bienestar material desde los años 60. No somos una economía de subsistencia como en los años 40 y las perspectivas son positivas –salvo cataclismos, dentro de la UE, de la Nato y de nuestros socios de USA–.

Una vez más Marruecos nos somete a la presión migratoria como arma para obtener de nuestra debilidad lo que ella puede dar de sí. Nosotros, de momento, optamos por el Polisario y el amigo argelino que nos proporciona gas e inmigrantes.

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La solidez de un país suele alcanzarse con el equilibrio entre los elementos conservadores y los innovadores. Ese equilibrio da la base para una unidad que proporciona seguridad y confianza a sus ciudadanos.

Es muy importante que el equilibrio se mantenga también con todo el contexto europeo. Sánchez que recuerda insistentemente que estamos en la UE pasa silenciosamente del hecho real de que es el único gobierno «progresista de izquierdas» en Europa.

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Pasa de largo también, de que un eje Madrid-Argel es incómodo para todos, especialmente para los Estados Unidos. La amistad entre Marruecos e Israel en la presente crisis de Gaza da significado a nuestro contencioso con Rabat.

De nuevo tenemos el peligro mal calculado de convertirnos en un país sin aliados efectivos. Una consideración geopolítica y económica de nuestro papel en el mundo, debiera sospesar qué expectativas tiene una España a caballo entre Venezuela y Argel.

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Es la diplomacia y no la agresividad, la que resolverá el conflicto puntual de Ceuta, Melilla y Canarias. Pero hay otro conflicto por debajo de éste: El carácter revolucionario del Polisario que es una cuña virtual en la estrategia de ese Occidente del que formamos parte.

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