El níveo Sacromonte y pueblos habitualmente blancos como Capileira y Trevélez presentan un aspecto poco habitual, feo y desabrido, por culpa de las lluvias de ... barro norteafricano que lo han puesto todo perdido. Toca blanquear. ¡Menudo marronazo! El polvo del desierto también le provocará tos seca a Sánchez, que acaba de aceptar la autonomía del Sahara para congraciarse con Marruecos y para cabreo, uno más, de sus socios de gobierno.
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Dado que el mundo mira al norte de Europa, espantado con la invasión rusa en Ucrania, el PSOE aprovecha para blanquear el contencioso marroquí por las bravas, con una decisión imprevista, aunque no improvisada, que ya veremos qué consecuencias tiene. La política de buena vecindad con Marruecos y Argelia es esencial para la diplomacia española. Inmigración, gas, fertilizantes, terrorismo yihadista, agricultura y pesca son temas de la máxima actualidad y de una importancia estratégica para nuestro país. La cuestión es el precio a pagar. En metálico y en especie. En cash y en moral. En recursos y credibilidad.
La geopolítica mundial cambia a una velocidad vertiginosa, el mundo entero está en plena transformación y toca mover ficha a toda mecha. Las antaño morosas partidas de ajedrez que se alargaban horas y horas han dado paso a esas estresantes competencias rápidas en las que los contendientes se comen las piezas con ansia y voracidad, sin que los espectadores tengan tiempo de analizar las estrategias y asimilar los movimientos.
Lo del PP sin ir más lejos, que ha emprendido un preocupante movimiento muy hacia la derecha que a ver dónde termina. Y es que blanquear está de moda. Por ejemplo, lo del inefable consejero de Sanidad de la Junta, haciendo suyo el concepto de la violencia intrafamiliar. ¿Quién le mandaría abrir ese melón en un foro celebrado en Madrid? La pregunta no es retórica, dado que Feijóo, el ex-moderado, le tomó la palabra y se marcó un sonrojante y bochornoso discurso que él mismo tuvo que matizar horas después… con un tuit.
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El lenguaje no es neutro. Ni inocente. Las palabras ayudan a construir la realidad, a darle forma, a hacerla comprensible y digerible. Cuando el PP opta por asumir y replicar la terminología de la ultraderecha hay que atender a lo que dice, cómo lo dice y por qué.
Destacados militantes populares ya hablan abiertamente de la legitimidad de entenderse con el partido de Abascal. «Si el PSOE pactó con el diablo, nosotros podemos hacerlo con el demonio», parecen justificarse. Deberían echarle una pensada. Un andaluz de izquierdas no votará a Bildu o a ERC, pero la gente de derechas, si lee el mismo discurso en el PP y en Vox, a la vista del descontento generalizado que hay… ¡ojo! A ver si la negociación de Moreno Bonilla con Vox termina siendo sobre las condiciones para llevar a San Telmo a la alicantina Macarena Olona.
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