Puerta Real

Oh Capitán, mi Capitán

Domingo, 6 de julio 2025, 23:07

En el principio fue el caos, el abismo sin fondo, el vacío primigenio, la nada. Luego llegó Pedro Sánchez y Hesíodo pudo continuar la organización ... de los mitos griegos en su Teogonía, ya con permiso del amado líder. Porque en eso han convertido sus devotos a Pedro Sánchez en los últimos años: en una suerte de mesías intransigente, mientras los socialistas oscilan, confusos y tristes, entre el obligado culto a la personalidad de un hombre de ambición ilimitada y el desconcierto de no encontrar alternativa. Ahora mismo, sencillamente, no se atreve nadie porque quien venga sabe que debe afrontar una travesía llena de peligros y reconstruir tantos puentes como ha dinamitado el sanchismo. Ningún héroe o heroína parece mostrar el coraje necesario para desafiar una maquinaria que ha anulado cualquier atisbo de disidencia pública y ha convertido en traidores a los que no se inclinan ante la superior sabiduría pedrista. Así, con ese proceso de depuración ideológica, se ha instalado la impresión de que antes y después de Sánchez solo existe oscuridad.

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Pero, para quienes ponen el sanchismo por encima del socialismo, convendría recordar que el PSOE, antes de la llegada de Pedro, ya sumaba más de ciento treinta años de trayectoria y había impulsado, en distintas etapas, reformas profundas para el avance de los derechos sociales y civiles en la España moderna. Y debe continuar esa labor, construyendo el futuro junto a referentes intachables (muchos de ellos defenestrados ignominiosamente por Sánchez y sus huestes) y también incorporando a jóvenes con ilusión y ganas.

Más allá de la supuesta corrupción de la trama Cerdán-Koldo-Ábalos y adláteres, ahora el verdadero desafío de la centroizquierda es superar esa absurda alucinación de que su barco se hunde sin Sánchez; comprender que el principio del caos que implicó perder la brújula llegó en el Peugeot con él y sus acompañantes y se irá con él. Precisamente esos son los que más se resisten, los que saben que han alcanzado la cima a su sombra y que su caída será la avalancha que los arrastre en una intervención radical de limpieza, como la de Hércules en los establos de Augías. Desviar un río es poca cosa si supone recuperarse de tanta pérdida.

El daño a la estructura orgánica causado por alguien que, como cantaba Sabina, tiene una conciencia todoterreno del mal y el bien, no tiene otro arreglo; el desafecto ciudadano hacia esa radicalización de su discurso es evidente. Sin embargo, una formación centenaria con cerca de doscientos mil militantes debe ser capaz de reconducir el rumbo, de resurgir de sus propias cenizas en beneficio de un ideario legítimo y necesario. Para la arquitectura bipartidista que sostiene a las naciones relevantes de nuestro entorno, la presencia de un PSOE y un PP sólidos propicia el equilibrio y aleja los radicalismos ultras de ambos lados.

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No es aceptable que quien confunde aviesamente su destino con el de toda la tripulación siga al mando. Sánchez ha querido verse como el capitán de Whitman, pero la historia, como el mar, nunca se detiene. Al no saber marcharse a tiempo reconociendo los errores cometidos, ha perdido la dignidad del adiós; solo queda el eco de una elegía que no le pertenece, el lamento en la cubierta: «¡Regocijaos, riberas y tañed, campanas! / que yo con afligidos pasos / recorro la cubierta donde mi Capitán yace, / caído, frío y muerto».

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