Los relojes han cambiado mucho a lo largo de los años. Bueno, los de sol siguen manteniendo su 'mecanismo', aunque las impuestas modificaciones horarias hacen ... necesario traducir lo que señala su única aguja. A mí me viene a la memoria cómo eran aquellos relojes prendidos por una cadena a la vestimenta de los señores. También recuerdo los que lucían las señoras, integrados en un collar sobre elegantes vestidos. Porque los relojes de entonces eran todo un signo de distinción, por supuesto ausente en las indumentarias de la gente humilde.
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Después aparecieron los relojes de pulsera. Yo empecé a verlos cuando era niño, pero no todo el mundo los lucía. Eso me llevó a pensar que quien lo exhibía era una persona rica, pero mis familiares me disuadieron de lo contrario. No obstante, mis padres no lucían por aquella época reloj alguno. Ya de joven, lo de llevar un reloj en la muñeca era cosa tan normal que hasta yo me hice con uno. Era –muy frecuente en aquel momento– un Casio traído de Melilla.
Tan popular llegó a ser llevar un reloj de pulsera que los personajes importantes lucían sus muñecas desprovistas de ese artilugio. Yo, no puedo evitarlo, siempre admiro cómo el Papa no tiene reparos es que se le vea el reloj, que no parece ser de los caros. También oí decir de un político que, en sus apariciones populistas, se desprendía a veces de su reloj para regalarlo a algún seguidor; imagino la emoción del agraciado.
Hoy día, los relojes son algo más que medidores de hora. Del lujo de los de oro –yo no he tenido nunca ninguno, por cierto– se ha pasado a la carcasa de plástico. Eso sí: lo que se lleva en la muñeca es casi un ordenador; incluso algunos hablan y todo. Y no solo a los invidentes, que así lo precisan. No descarto que haya gente adinerada a límites casi lujuriosos que siga conservando el oro en pulseras que también son auténticos ordenadores para transeúntes.
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Siguiendo la tendencia natural, mis nietos me obsequiaron con una de estas maravillas aprovechando una efeméride. A pesar de sus limitadas capacidades –acordes a mi nivel de conocimientos, claro–, el aparatito me informa a través de mi teléfono móvil de mis horas de sueño nocturno, del consumo que he hecho de calorías y hasta de los pasos que he recorrido. También tiene otras funciones –significativamente, el número de pulsaciones por minuto–, que yo apenas consulto para no llevarme sorpresas desagradables.
Conectados al móvil, en los relojes actuales se pueden usar lo que se llaman 'aplicaciones' y que sirven para una infinidad de cosas, si uno sabe manejarse. Y lo bueno del caso es que en Almería tenemos a un señor que ha diseñado un reloj que resulta de lo más útil. Se trata, no solo de poder localizar a personas que se hayan perdido, sino de utilizarlo para alertar cuando se está en peligro. Ya se imagina usted lo vital que puede llegar a resultar dar con un enfermo de alzhéimer, por ejemplo, poniendo así fin a la angustia de la familia. Pero también alertando cuando se necesita ayuda. Este inventor se llama José Gómez y tiene una tienda en La Mojonera. Por lo que contaba Nerea Escámez el lunes en IDEAL, este hombre también ha diseñado ingenios que sirven para controlar el ganado en el campo.
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