¿Los comisionistas son la columna vertebral de la patria? Nos sacan de apuros, consiguen mascarillas, reorganizan competiciones deportivas, atrapan contratos públicos, te echan una ... mano para blanquear dinero o lo invisibilizan en cuentas bancarias de Panamá u otros sitios, ellos saben dónde.
Publicidad
A juzgar por su éxito, son la esencia del capitalismo español, que funciona a su aire. Al parecer, tal actividad no requiere grandes inversiones ni arriesgar capitales, porque los comisionistas sólo van a ganancias. Incluso sin experiencia previa: algunos se convierten en importadores de mascarillas sin infraestructuras o preparación. Nuestros comisionistas están como hibernando hasta que surge la necesidad, momento en que despiertan, dan el pelotazo y caen sobre el erario como una sanguijuela.
La génesis del comisionista resulta incomprensible para los demás mortales. Resulta imprescindible tener conocidos y desparpajo, sin que estorbe la falta de escrúpulos. Salta una pandemia y de pronto le brota el espíritu empresarial al primo, al cuñado o a uno que pasaba.
Por lo que se ve, la Administración no llega a donde alcanza el comisionista o se fía más de este que del funcionario. Sus razones tendrá. Así, los comisionistas florecen como setas. Sin necesidad de estudios ni habilidades conocidas, los comisionistas labran su futuro a cuenta del nuestro. Tampoco tienen pudor al fijar los precios, sin más criterio que sangrarnos a tope.
Publicidad
Y luego está el comisionista salido del fútbol, deporte abonado para la prosperidad capitalista. Ni siquiera vende mascarillas u otras mercancías, sólo blanqueamiento de dictaduras. Detecta que en Arabia Saudí hay dinero y que, por ser un régimen con menoscabo grave de los derechos humanos, están dispuestos a pagar para remozar la fachada. Pues logra que la Federación Española de Fútbol, otros que tal, se avenga al tráfico. Hay para todos. Como la parte que reparte se queda con buena parte, al futbolista-comisionista le tocan cuatro milloncejos. Al año. Tampoco es dinero.
Por estos procedimientos atrabiliarios de acumulación de capital podríamos organizar un par de etapas de la Vuelta a España en Guantánamo, si Estados Unidos está dispuesto a pagar para demostrar que aquello es el paraíso. También podríamos llevar una corrida de toros a Crimea, pues quizás Putin quiera blanquear la ocupación de Ucrania: se lo podemos dejar por 200 millones de euros (anuales) y todos contentos. Si convencemos a Kim Jong-un para retransmitir desde Corea del Norte una procesión de Semana Santa –llevaríamos los pasos, los nazarenos y la legión– también podemos sacar un pastón.
Publicidad
El comisionismo es contagioso: te entra el espíritu capitalista y encuentras fuentes de ingresos a mansalva.
Será legal el sistema de forrarse a base de comisiones, pero la (aparente) facilidad con que cualquier desaprensivo o espabilado consigue negocios espectaculares, sin inversiones ni crear puestos de trabajo o alguna riqueza, señala fallos en nuestra economía.
Acostumbrados al desmán y al vivales, el espectáculo pasa como normalidad. Demuestra la falsedad del dicho según el cual la avaricia rompe el saco. El saco del comisionista no tiene fondo.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión