Es lo que buscan los vecinos y empresarios turísticos del entorno de Lecrín, una comarca que había acuñado el lema de El Valle de la ... Alegría y que era un modelo de turismo sostenible y de respeto paisajístico y medioambiental. Hablo en pasado porque el pavoroso incendio de hace unas semanas ha dejado un paisaje desolador, tras arrasar más de 5.000 hectáreas. El shock sigue ahí. Pero los vecinos, empresarios y alcaldes de la zona ya se están movilizando: quieren que El Valle vuelva a ser lo que era. Y para ello exigen paralizar la instalación de aerogeneradores, por el enorme impacto visual de los molinos y las torres de alta tensión necesarias para transportar la electricidad. En tiempos de recesión, penuria energética y precios disparatados, parece una postura contradictoria, incluso egoísta. No lo es. Los posibles beneficios de la instalación de parques eólicos no compensan el daño irreversible a un entorno único que es imprescindible proteger y restaurar hasta que se convierta en la Toscana andaluza, junto a La Alpujarra.
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Allá por septiembre de 2019 escribía lo siguiente en estas mismas páginas: «No creo que haya mucha gente en contra de la modernidad y el desarrollo que suponen este tipo de infraestructuras. Lo hemos comprobado con la demandada autopista eléctrica de la zona norte entre Caparacena-Baza-La Ribina, sin ir más lejos. Pero ¿tiene sentido entrar a saco en un lugar tan especial como El Valle de Lecrín, parte importante de cuya economía depende de la preservación de su entorno natural y paisajístico? Discutible. Muy discutible».
Sería del todo punto inadmisible que el incendio se convierta en la excusa para 'electrificar' el Valle. Además de que confirmaría según qué teorías de la conspiración y convertiría en inmediatamente sospechosos de connivencia con las llamas a quienes autorizaran el desaguisado.
Un inmediato plan de restauración del territorio hecho por especialistas se antoja como imprescindible para cortar de raíz cualquier posibilidad de especulación en ese Valle de ensueño que no debe, no puede tardar en recuperar su proverbial belleza y su indisimulable y contagiosa alegría.
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