Enjuagues

Ramón Burgos

Granada

Domingo, 30 de noviembre 2025, 22:44

Hoy os invito a seguir el largo trayecto de un término que, desgraciadamente, se «enturbió» en su dimensión moral. Un viaje semántico que refleja la ... persistencia histórica de ciertas prácticas poco transparentes que –no lo dudéis– aún siguen marcando la vida pública.

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La palabra «enjuague» ha dejado de evocar la acción inocente de aclarar con agua todo tipo de prendas para convertirse en un concepto cargado de connotaciones negativas. Ahora, hablar de «enjuagues» equivale a señalar maniobras ocultas y perjudiciales para la ciudadanía entre actores con influencia económica, social o política. Son los conocidos acuerdos «por debajo de la mesa», destinados a obtener ventajas, favores o eludir responsabilidades.

Aunque os pueda parecer que su uso es plenamente actual, su sentido figurado tiene una larga historia. Ya en la edición de 1869 del Diccionario de la Real Academia Española, el término aparecía definido de manera tajante: «Enjuagues: Manejos o intrigas poco limpias».

La literatura de finales del siglo XIX también dejó constancia de este significado. Benito Pérez Galdós recurrió al vocablo para denunciar arreglos políticos de dudosa limpieza: «Los enjuagues de los ministerios no eran cosa nueva, pero esta vez olían demasiado».

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La prensa española de las primeras décadas del siglo XX consolidó la expresión en el debate público. Cabeceras como 'El Imparcial', 'La Libertad' o 'El Siglo Futuro' la emplearon con frecuencia para señalar prácticas de corrupción electoral o de compadreo político: «Los enjuagues electorales de los caciques son del dominio público».

Y –os preguntaréis–: ¿en nuestros días? Os invito a repasar las noticias (siempre en medios solventes) sobre «contratos públicos amañados», «tráfico de influencias en adjudicaciones», «uso de empresas interpuestas», «comisiones ocultas en operaciones comerciales», «recalificaciones urbanísticas dudosas», «manipulación de procesos de selección», «desvío de fondos a través de consultorías ficticias», u «operaciones financieras opacas», entre otras.

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Sinónimo, pues, de compras de voluntades, arreglos encubiertos, operaciones sucias e intrigas políticas, el vocablo ha vuelto a colarse en nuestra vida diaria, impulsado por las acciones de unos cuantos titiriteros del más ruin pelaje.

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