En los últimos días, el Parque de las Ciencias ha saltado a los medios por algo que parece tener rasgos de esperpento. El consejo rector, ... reunido el pasado 16 de diciembre, a propuesta del director, aprobó, sin que la mayoría sus miembros fuera consciente de hacerlo, el cese de sus tres asesores científicos y técnicos: los profesores de la UGR Miguel Guirao y Ana Crespo, y el fundador y primer director, Ernesto Páramo.
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Los tres habían sido designados por el consejo rector del Parque de las Ciencias en su reunión del 8 de junio de 2022: los dos primeros como asesores científicos y Páramo como asesor técnico; la propuesta de designaciones figuró entonces en el punto 8 del orden del día de la reunión; es decir, los asistentes conocían lo que se les proponía y lo aprobaron por unanimidad. En el acuerdo, se especificaba que la designación era «de carácter honorífico», sin retribución.
Bien distinta ha sido la ejecución de su cese. No figuraban en el orden del día; tampoco, al parecer, aparecían sus nombres en la documentación remitida; es decir, figuraba como parte de un genérico 'asuntos de gestión' que bien podría incluir el contrato de suministro de tinta para impresoras o la concesión de limpieza, materias que raramente interesan a los miembros de los órganos rectores, a menos que, en este caso, hubiera figurado el habitual «agradecimiento por los servicios prestados», que sí habría despertado la atención de los asistentes.
Buena parte de los miembros del Patronato han mostrado su malestar o indignación por lo ocurrido. Aunque se les pueda culpar de no haber leído toda la letra pequeña, tienen razón, tanto por el método como, sobre todo, por la propia decisión de prescindir de forma arbitraria de tres personalidades de prestigio académico y profesional. Especialmente destacable en el caso de Ernesto Páramo, director del Parque hasta 2020, y cuya dedicación y aportación, durante tres décadas, a lo que hoy es el Parque de las Ciencias es reconocida, sin distinción, por todos los granadinos «más allá de nuestras fronteras», con una sólida reputación internacional.
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Resulta difícil de comprender el cauce utilizado por el director –que propuso el cese de los tres asesores en ese punto genérico del orden del día– para comunicar la decisión a los interesados: el burofax es un instrumento conminatorio, rayano en la hostilidad, y resulta bien difícil aceptar su uso en este caso, sin ninguna justificación aparente.
Se ha querido explicar que el cese se justifica por la anunciada jubilación del actual director. Así lo hace él mismo cuando afirma que en cualquier «administración, los asesores cesan cuando cesa quien los nombró». Es un argumento falso o, cuanto menos, más que discutible. Si hubiera presentado abiertamente al consejo rector una propuesta formal con esa justificación, estoy convencido de que el consejo no hubiera aprobado los ceses. El director propone y el consejo rector dispone, pero, en la reunión del 16-D la propuesta aparecía sin especificar, mezclada con asuntos (menores) de gestión.
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Desconozco cuándo se producirá formalmente el cese del actual director y la designación de quien haya de sustituirle; también ignoro si el consejo rector acordó la puesta en marcha del proceso de selección del futuro responsable del Parque. Creo que es a él, y no al que está «de salida», a quien debe corresponder la propuesta de cese, continuidad o nombramiento de personalidades representativas que aporten prestigio, experiencia, compromiso con Granada y generosa dedicación a fortalecer y potenciar al Parque de las Ciencias.
Lejos de enzarzarnos en estériles trifulcas y, menos aún, de contaminar al Parque con polémicas de tinte político, creo que, cuanto antes, la presidenta del consejo rector tiene en su mano la decisión de volver las aguas a su cauce. Bastaría con una consulta telefónica a los miembros del consejo para dejar en suspenso sine die la ejecución del acuerdo de cese de los tres asesores. No tengo la menor duda de que la respuesta será unánime y positiva. Personalmente, si lo hace, tendrá todo mi reconocimiento.
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