Ayer le pregunté a Alexa por la temperatura prevista para las dos de la tarde. Su respuesta fue amenazadora: 38 grados. Parapetado en el Zaidín, ... me cuestioné seriamente mi propósito de ir al Campo del Príncipe a escuchar a Queralt Lahoz, que actuaba a esa hora.
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El miércoles estuve en la Plaza de la Universidad escuchando el flamenco blues de Cristian de Moret en el ciclo Momentos Alhambra, y fue durilla la cosa. Los espectadores tratábamos de ubicarnos bajo cualquier sombra, por mínima que fuera. Pero no era fácil. Se agradece esta programación musical tan original, diferente y mestiza durante el Corpus, pero… ¡qué faltica hacía un toldico, una carpa, un algo! Dejo enviadas estas líneas antes de ir a lo de Queralt Lahoz, por tanto, no sea que me dé un pitango, golpe de calor… o sobredosis de cerveza.
El caso es que con un ojo miro la música y con el otro me asomo a las noticias de economía. A la economía de verdad, no a la que tratan de endilgarnos nuestros políticos en campaña. Porque el miércoles, tal y como tuiteaba el economista Santiago Carbó, fue «jornada de emergencia a ambos lados del Atlántico». Una jornada «de infarto» de mercados y bancos centrales. «¿Un déjà vu?», terminaba su tuit, tan inquietante como imprescindible.
Y es que, como ustedes ya habrán visto, ha vuelto. Ha regresado la prima temible. La prima de riesgo está que arde. Tranquis, que no les voy a amargar el viernes hablando de lo que supone su crecimiento. Que ya le vale, con lo modosita que estaba. El caso es que pintan cada vez más bastos en la macroeconomía. Fruslerías como la inflación, el precio de la energía y los alimentos básicos, el bono a 10 años, la prima de riesgo o los tipos de interés están por amargar.
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A la vez, se espera un verano de récord. A pesar de que los precios están disparados, no hay tripas de encontrar una habitación a precio medio asequible en ningún lugar de playa. Y yo ya no sé si esto es bueno, malo o regular. Si tiene lógica o, sencillamente, ya hemos tirado la toalla y andamos con lo del «para lo que me queda en el convento»…
El caso es que a mí, la prima, plin. ¡Que arda!
Mientras, me las piro a escuchar música y beber cerveza. Y que salga por Antequera el sol de los 40 grados a la sombra.
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