Pobres con televisión de plasma

Nos escandaliza el pobre que no lo aparenta, el que no se comporta como tal

Manuel Martín García

Domingo, 16 de octubre 2022, 00:18

Aún puede que aceptemos que haya en el mundo –así en general– harapientos desdentados con más mierda que el palo de un gallinero. Siempre ha ... habido 'pedigüeños' de los de hambre de estómago y han contado con cierto beneplácito social (beneplácito condicionado a que no se asienten en mi barrio, no ensucien mi parque ni se les vaya la olla en un arranque de esos que a veces tienen).

Publicidad

Los de mi generación hemos crecido con el fantasma de la tragedia de Biafra, las duchas del Domund y las campañas contra el hambre en el mundo: estamos sensibilizados contra ese mal de no tener nada que echarse a la boca.

Otra cosita distinta nos parece los 'jetas' que «no pegan palo al agua y viven como majarajás»; los del móvil de última generación, la televisión de plasma, el patinete eléctrico, la Play Station plus, la antena parabólica que ocupa todo el balcón o el pingüino de dos mil frigorías.

En nuestro esquema mental, pertenecer a la escala social de 'necesitado' solo debe ser sinónimo de hambriento y en ese 'grupo', los restantes perfiles de la pirámide nos provocan cierta indignación.

Por eso arremetemos contra la casta de 'apesebrados' que viven de la ayuda, la paguita o eso de la renta mínima... «Que madruguen, que hay tajo para el que quiere trabajar; que al campo le faltan valientes; que es muy cómodo vivir del cuento; que son más flojos que un muelle de guita»... Quienes así piensan, argumentan que los programas de ayuda económica, los recursos no contributivos, los subsidios y planes de inyectar dinero directo para mera subsistencia (sin contraprestación alguna) hacen que los pobres pierdan motivación o incentivo para trabajar. Nunca les compensará deslomarse «para ganar lo mismo o un poco menos de la paga que ya reciben por hacer nada».

Publicidad

Olvidamos que algunos de estos 'jetas' acomodados a poner la mano son parados de larga duración, gente sin formación, sin cualificación técnica, sin educación (humana), personas con trastornos mentales o alguna discapacidad no diagnosticada o encubierta. Gente 'ininteresante' para un mercado de trabajo escaso, competitivo y exigente.

La carencia reviste múltiples caras que poco tienen que ver con lo material: variables que suelen ir juntas y se encadenan en el tiempo dibujando círculos viciosos. Salud frágil; conocimientos escasos; afectividad voluptuosa; higiene descuidada; pocos estudios; voluntad cambiante; experiencias vitales negativas; potenciales no desarrollados; pereza intelectual; habilidades insuficientes; motivación bajo mínimos, etcétera.

Publicidad

Aún en el caso de que estos perfiles tuvieran hueco en el complejo tablero laboral; ninguna de las características apuntadas parece rentables desde un prisma económico ni estas personas parecen candidatos idóneos a un contrato

Pero al igual que despreciamos a los paniaguados que andan haciendo papeles para perpetuarse en el subsidio; también nos repelen los que malviven con trapicheos, chapuzas o top-mantas. Porque no pagan impuestos. A más del asunto del impago fiscal o la competencia al empresario establecido, en este subgrupo hay otras migas de gran calado: la economía sumergida desprotege al trabajador, suele ser subempleo de bajísima calidad, discontinuo, mal pagado, no reconocido... otra encerrona a la que se entra y de la que es difícil salir. Pan para hoy y claro que hambre para mañana y pasado.

Publicidad

Nos escandaliza el pobre que no lo aparenta, el que no se comporta como tal. En definitiva, no entendemos (ni por supuesto toleramos) que vulnerabilidad no sea sinónimo exclusivo de carencia material o privación de necesidades básicas como pan, agua, techo y luz. Por eso choca que consuman cosas 'caras' y se atrevan a «vivir por encima de sus posibilidades». No consentimos que entreguen una parte cuantiosa de sus rentas –más si estas son escuetas– a bienes que no sean de primera necesidad, bisuterías, electrónica, cadenas de oro u otras 'superfluidades' que no se debieran permitir.

Y es que, para el común de los mortales resulta obvio que quien tiene cien, destine ochenta a cubrir necesidades básicas; reserve una parte a deudas –sean hipotecarias u otras– y deje para el final –si acaso a plazos– la tele de muchas pulgadas.

Publicidad

Pero estas no son las cuentas de quienes viven al día: para establecer prioridades de gasto hay que tener muy entrenada la voluntad, lo cual no siempre sucede. Cuando en casa nunca ha existido cultura de economía doméstica o cuando la precariedad y la escasez han reinado, cuesta mucho ordenar decisiones de consumo, de ahorro o de inversión.

Además, se hace difícil atinar en estas cosas si tu entorno no acompaña: recordemos que a veces conviven en un mismo barrio quienes pagan luz sin tenerla con quienes tienen luz sin pagarla; a veces vecindean quienes trabajan a cambio de un salario bajo con quienes ganan grandes sumas sin pegar ni sello. Es lo del ejemplo social, que hace daño en todos los estratos sociales, de abajo a arriba y de arriba abajo: los de la cesantía o la puerta corredera; los de la baja laboral eterna, los que dan el pelotazo o los mafiosos que infra-emplean a seres humanos y se adueñan de ellos.

Noticia Patrocinada

Por ello, reconociendo lo erróneo de la consola, el iPhone o la parabólica en hogares de rentas bajas, cabría entender que algunos compren divertimento y evasión para hacer más llevadero el tiempo, ese tiempo soporífero de trayectorias sin opciones; esos lunes al sol de los parados y esos días largos de despensa semivacía.

Cabría suponer que también ellos cedan a la presión consumista; deseen tener aquello que pueda estar al alcance o usen artilugios y pantallas para esconderse de la realidad y también para escaparse un poco de lo difícil de la vida.

Publicidad

A veces la pobreza material usa móvil de última generación, televisión de plasma y antena parabólica.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad