Desde la terraza de mi casa en el cerro alquifeño se divisa un pico tres mil de la sierra, abierto en canal y tumbado en ... la sábana del cielo. En la tarde de este 15 de noviembre alguien ha vertido un poco de azúcar fina sobre el pico; el blanco llega hasta las primeras paredes. Parece indolente y despreocupado ante un cielo neblinoso y manso. Parece que duerme el sueño del otoño.
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Antes de bajar de la terraza, un 24 de diciembre, el Picón está endurecido, color blanco plateado, con caperuza mojada, corpiño claroscuro y falda oscura moteada de nieve. A sus pies imagino a Jérez y Lanteira recogiendo su silencio seco y su verdín señorial. Mañana lo veremos despertar de su noche.
Noches frías. Amaneceres húmedos. Hielo en el viento y aromas a miel en el aire. El blanco del Picón se ha esparcido por los almendros de la vegueta. Copos de encaje blanco aparecen enzarzados en las copas de los árboles sobre un suelo verde mojado. Salgo, hoy 3 de marzo, al encuentro de las raíces del Picón. El aire está saturado de pétalos de rosa volanderos. Bengalas de aviso brotan de las sayas del Picón. Fuegos de colores luchan por alzarse sobre un cielo límpido y sin matices. Algo le pasa a mi amigo. Alguien ha violado su manto de frescura. Varios gallos saludan al cielo con inquietud. Algún palomo marca con su pico barreno su posición en el nido. Voy por el camino de los molinos harineros de antaño. Cuatro, cinco caserones pardos cubiertos de matojos e higueras generosas. Sendero de tierra dura, que sortea castaños centenarios. Castaños altivos, vestidos de hojas prometedoras. Hoy las acequias están calladas; hay agua en todos los bancales. Pasado el barranco umbrío de Lanteira cruzo un llano despejado de árboles, me aproximo al sendero de Jérez donde el olor a tomillo y romero me embargan el sentido. Ya tengo que volver atrás.
Hoy 15 de agosto es el día señalado. Vamos a las cumbres del Picón. Los calores han dejado en cueros a mi amiga. Solo le quedan pequeños jirones blancos de las enaguas, uno en forma de bota, otro en forma de vaca, y seis o siete neveros que cubren su cuerpo de sierra. Alguien me ayuda hasta el refugio del Postero Alto; a nuestros pies queda Jérez del Marquesado; veo el brillo plateado de la espada del río Alhorí; por lo menos llegaré hasta allí. Veo el barranco del río Alhorí y a su izquierda la Loma de Enmedio. El Picón de Jérez está tapado por el Cerro del Mirador Alto, 2.684 m. Comienzo a caminar por el sendero que existe en mitad del gran cortafuegos que hay justo en frente del refugio. Al final del mismo encuentro un cruce marcado con señales de GR (senderos de Gran Recorrido) que hacia la izquierda me llevaría al Puerto de Trévelez, hacia el frente seguiría caminando por la Loma de Enmedio y hacia la derecha, que es la que tengo que seguir, una vereda que discurre muy cercana al río y me lleva hacia la entrada del barranco. Voy rodeado de pinos, sorteando piñas sembradas, cerradas o abiertas. Voy hundido en la falda verde de esta montaña. Distingo claramente el cruce porque es el momento en el que los árboles que tengo a mano derecha se terminan. El terre-no se vuelve desamparado. Cuanto más subo, el sendero se difumina pero es fácil intuir hacia dónde debo caminar. Desde este punto solo me queda ir ganando altura mientras se encajona el barranco. Intentaré seguir siempre la huella si existe. El río va pintando de hierba algunas manchas. El caminar se me hace inseguro.
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Llevo una hora y media caminando. Yo llego hasta aquí. El Alhorí está muy joven y bullicioso. Parece el canalillo de pechera de mujer. Aquí se retira la vida. Aquí estoy como en huerto plantado de hierbas y margaritas blancas, salpicado de flores amarillas de manzanilla, oyendo las esquilas de las vacas retintas de Torcuato Lamoto. Aquí me quiero quedar, al son de la mañana, al frescor de la piel del barranco, lejos del mundanal ruido.
Al final del barranco veo el circo que gira hacia la derecha. Frente a mí observo una gran pared con los corredores del Alhorí, y que en su parte superior saldrían cerca de la Piedra de los Ladrones (2.944m). Me han dicho que al llegar al circo y ver los corredores, hay que dirigirse hacia nuestra derecha. Desde allí quedarán aún dos palas de nieve y unos 400 metros de desnivel hasta alcanzar la cumbre. Ya desde la cumbre se puede observar al fondo las fabulosas caras norte del Mulhacén y la Alcazaba.
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El pico amigo en lo más alto de su cuerpo se inclina ante el Alcazaba y se somete al Mulhacén, saluda al Cerro de san Juan y mira con cansancio al puerto de Trevélez. Me ha dicho mi hija Elena que en su testuz tiene clavado un hito herido por las borrascas y un marchamo de cemento que reza 3.021 m., recompensa inmaterial de los esforzados. Yo no puedo llegar. Pero no pasa nada. El aire me refresca y la tierra me sonríe. ¡Para qué quiero más! La cumbre me llama y el ansia me puede. Siento la llamada del Picón en las piernas. ¿Será posible algún día? El Picón puede esperar. Lo dejaré dormir un tiempo.
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