Sin periódicos no hay presente

Huesos de aceituna ·

Llámenme antiguo, pero ese placer de leer el periódico de cabo a rabo mezclando su disfrute con el del café mañanero no tiene parangón

Viernes, 4 de diciembre 2020, 23:08

La comarca de la Sierra de Cazorla, en la que vivo, la conforman un total de nueve municipios, que ocupan una extensión de 1.330 ... km² al sureste de nuestra provincia. Una 'familia' de más de 30.000 ciudadanos y ciudadanas que se siente parte importante de uno de los enclaves naturales más exuberantes de España y Europa. Pues bien, tuve conocimiento hace algunas semanas que a 5.800 de ellos y ellas, los habitantes de Peal de Becerro –tercer municipio más habitado de este territorio–, les es imposible adquirir un ejemplar de cualquier periódico en los límites de su municipio. No hay un solo comercio que lo venda, ya sea un quiosco, una librería, una papelería, un bar o un supermercado. Los tradicionales puntos de venta fueron rindiéndose poco a poco hasta que, a día de hoy y desde hace meses, todos bajaron sus persianas de manera definitiva.

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Es decir, quien desee leer la prensa diaria, o bien ha de realizar los trámites necesarios para disponer de ella a través de los quioscos digitales; o bien, coger su coche y desplazarse los quince kilómetros que separan Peal de Becerro y Cazorla. Para mí y para algún pealeño amigo no hay duda de lo que yo haría y de lo que él hace casi a diario: coger el coche. Por mucho que sea más fácil y, quizás, más práctico, disfrutar de un diario a través de la pantalla del móvil, de la tableta o del ordenador, yo no me apaño si no siento el tacto del papel, si no huelo la tinta impresa y si no me peleo con esas páginas de gran formato. Llámenme antiguo, pero ese placer de leer el periódico de cabo a rabo mezclando su disfrute con el del café mañanero no tiene parangón. Y, en buena medida, a los pealeños se les ha privado de ese servicio esencial.

Porque no olvidemos que se trata de eso, de un servicio esencial. Tanto, que durante el confinamiento fue uno de los pocos que ser salvó de la quema del cierre. ¿Recuerdan? Uno podía salir a la calle un domingo a comprar el pan y el periódico. Nada más. Sin embargo, en Peal de Becerro tan solo se podía salir a comprar el pan. Supongo que esta penosa situación se dará en más municipios, pero yo refiero al que conozco y, por cuya coyuntura en este sentido, muestro mi perplejidad. Porque este no es precisamente un lugar amenazado por la despoblación –o, al menos, no más que otros en Jaén–, ni inmerso en una especial depresión económica –ídem a lo anterior–. Más bien, incluso se podría decir lo contrario. ¿Y por qué digo todo esto? Porque, sin lugar a dudas, es un síntoma.

También me consta que las personas que en su día se ocupaban de este negocio, lo abandonaron porque, con las pírricas ventas, no compensaban el catálogo de exigencias y burocracia que requería. Es decir, trabajar e invertir mucho para vender muy poco, un cóctel mortal para cualquier iniciativa privada. Es en la primera parte de la ecuación donde las distintas administraciones públicas, de la mano de las grandes corporaciones mediáticas, deben poner su granito de arena para intentar que la gente siga informándose del modo más sano individual y -mucho más importante- colectivamente. Esos minutos o esas horas que cualquier ciudadano o ciudadana pasa, arrellanado en su butaca, deglutiendo las noticias de un periódico –noticias, digamos, respaldadas por un estándar básico de veracidad–, no estará batiéndose los sesos con su móvil en cualquier red social o frente al televisor, fusilado por los proyectiles catódicos de cualquier 'Sálvame' rosa o pseudopolítico. Qué más da Isabel Pantoja o los 'fantasmas' de un Inda cualquiera.

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La segunda parte de la ecuación, la de las pocas ventas, es harina de otro costal. Aquí no hay que buscar más responsables que la propia ciudadanía y, si acaso, nuestro deficiente sistema educativo. La ciudadanía por no autoexigirse mucho más a nivel intelectual, casi tanto como demanda de sus gobernantes. Además, a estos no hay mejor modo de ponerles las pilas que enfrentarlos a un electorado bien informado. Y nuestro sistema educativo por su eterna eventualidad y por su congénito desacuerdo colectivo.

Dejó escrito Ray Bradbury, autor de la conocidísima novela distópica 'Farenheit 451', llevada al cine por François Truffaut, que «sin bibliotecas, ¿qué tenemos?; ni pasado ni futuro». ¿Y qué es un quiosco sino una biblioteca del rabioso presente?

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