Aunque parece que él no lo sabe, o si lo sabe lo disimula, Pedro Sánchez se encuentra ahora mismo como tantos españoles hace un año, ... cuando nos asomábamos al balcón a las 8 de la tarde para aplaudir a los sanitarios y animarnos a nosotros mismos cantando aquello de «Resistiréee…». Más de cien mil de nosotros no resistieron a la pandemia muy a su pesar. Doce meses después, ya vacunados los más vulnerables, los afortunados con dos pinchazos de vacuna, respiramos aliviados. ¿Habrá Pfizer o Astrazeneca que salven a nuestro presidente de Gobierno? Está por ver.
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Las elecciones madrileñas del 4 de mayo acabaron malamente para él, con el único consuelo de haber dejado atrás a su incómodo vicepresidente Pablo Iglesias. Desde entonces, su deseo de perpetuarse lo máximo posible en el poder no hace más que cosechar discursos. La semana pasada, planificada por su gurú monclovita como la de ofrecer un nuevo impulso al presentar sus planes para la nueva España de 2050, se tomó con la realidad de una crisis internacional a propósito de la invasión de Ceuta por ciudadanos enviados por el gobierno de Marruecos. Parece que el karma persigue a Sánchez: cuando decide aupar a Ciudadanos para desalojar al PP de varias de las comunidades autónomas donde gobierna, acaba consiguiendo lo contrario, el hundimiento total de la formación naranja. Cuando organiza un acto de autobombo para contarnos nuestro futuro rodeado del quien es quien del poder económico nacional, la mayor parte de sus dirigentes se disculpan de asistir para no salir en la foto.
Si en algún momento Sánchez creyó, como parece que hizo, que traer de incógnito a nuestro país al máximo líder del Frente Polisario para curarle de la Covid le iba a salirle gratis con Marruecos, ahí estaba su karma para recordarle otra vez que los actos del pasado de uno, incluso los más recientes, los errores se pagan. Ni siquiera el acto de tomar un helicóptero para acudir a Ceuta y Melilla a proclamar que defenderá su españolidad cueste lo que cueste le ha proporcionado rédito popular alguno. Las imágenes de televisión nos mostraron a ciudadanos ceutíes pateando el coche del presidente. Aún con el debido respeto a la autoridad, pocos españoles se creen que el mismo Pedro Sánchez que va a abrir una mesa de negociación con el nuevo gobierno separatista catalán, empezando por indultar a los condenados por secesión, esté preocupado por la integridad de España como nación.
Pese a todo, en Moncloa dicen ahora que resistirán hasta que acabe la legislatura en 2023. Como proyecto, resulta triste. Pero es lo que hay. El gobierno que tenemos parece que no da para más.
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