La canciller alemana Angela Merkel. Efe

¿Qué está pasando?

La zaranda ·

¿Por qué no son los científicos los que ocupan un lugar en los grandes medios de comunicación en horas de máxima audiencia?

manuel Molina

Domingo, 11 de abril 2021, 00:10

Desde la montaña se divisan varios pueblos blancos, las lomas ordenadas de los olivares, algunos reflejos plateados de las balsas de riego y algún lejano ... runrún de las faenas agrícolas. Un ligero viento arrastra algunas nubes sin esperanza, de las que parecen dejar agua pero transitan como algodones hueros. Todo parece normal y, sin embargo, desde la privilegiada atalaya que permite la vista panorámica se percibe un estado de irrealidad, como un sueño transitorio en el que se entreveran la realidad y lo onírico. Pienso que este respiro apenas es suficiente para poder digerir la aparente ficción que vivimos, un estado en el que hubiésemos sido arrojados de repente a una obra teatral, una especie de 'performance' donde nadie nos explica qué debemos hacer a partir de ese instante o si recibimos información es perecedera y en exceso cambiante. Una apariencia que no entendemos, una especie de pesadilla, pero real.

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Entiendo que toda la situación de pandemia que estamos viviendo pueda contener como peor enemigo el desconocimiento. La novedad de la situación desborda las previsiones y a medida que se conoce, se reacciona. No resulta difícil ponerse en la piel de quien de quien debe tomar decisiones y que además sean impopulares. Hasta ahí podemos estar de acuerdo. Lo que vivimos como lamentable es la contradicción y cada vez perdemos más solidez necesaria en afirmarnos sobre lo veraz. Lo que parece irrefutable y norma de obligado cumplimiento aséptico y/o social se volatiliza de la noche a la mañana. La vacuna es buena y ya nos es buena, la edad para vacunarnos es tal y mañana cual, pasado mañana, otra, se pueden reunir cuatro personas hoy, pero mañana seis y así como la tabla de multiplicar, pero con números cambiantes como azar.

¿Por qué no son los científicos los que ocupan un lugar en los grandes medios de comunicación en horas de máxima audiencia en lugar de personajes cínicos (de los malos) y patéticos que se alzan una millonada de euros por poner el careto y propagar sandeces o irrelevancias? No quiere decir que el entretenimiento no sea más necesario que nunca, pero habría que hacerle un lugar a quienes nos expliquen, a quienes podamos creer, incluso admitiendo como la canciller Angela Merkel –cómo ha cambiado mi visión de ella– que se ha equivocado al tomar una decisión y pide perdón.

Dos gestos tan sencillos de escucha, uno a quienes saben y dos a quienes muestran la verdad, que contempla la presentación humana del fallo. Queremos –y debemos– saber por la razón e incluso diría que en un escalafón a la misma altura por cuestión de emociones lo necesitamos. Y en estas circunstancias, algunos representantes políticos europeos, nacionales y autonómicos nos infravaloran relegando a la orfandad y menosprecio de una de sus mayores atribuciones, el bien público. No cabe más sentido de la chapuza, de la insolidaridad, del egoísmo, de la innecesaria polarización, del interés en lo espurio. No puede fiarse casi todo al consumo extendido de tranquilizantes.

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