El paro de la desigualdad

Los óptimos datos sobre la evolución del empleo empiezan a resentirse por el impacto de las incertidumbres derivadas de la guerra en Ucrania y la ... escalada inflacionista y exhiben una trastienda persistente y alarmante: España acumula el 30% del paro de larga duración –más de un año de búsqueda en vano de un trabajo– en Europa, lo mismo que el de otros 17 países juntos. Se trata de una cifra tan demoledora que exige una mayor concienciación sobre el desgaste personal y familiar que se oculta tras la estadística; un diagnóstico afinado sobre qué está fallando, más allá de constatar lo obvio –que son las personas con baja cualificación profesional y, entre ellas, las mujeres que superan los 50 las que más difícilmente se reinsertan en el mercado laboral–;y soluciones que impidan que siga ensanchándose la desigualdad social que anida en el paro enquistado. Porque el trabajo no es solo un vehículo con el que ganarse la vida. Es un instrumento de socialización, que distingue entre quienes se levantan a diario para ir a trabajar y quienes no pueden hacerlo. Se trata, por tanto, de una cicatriz en nuestro tejido colectivo que requiere políticas eficaces que impidan que haya ciudadanos que se sientan descartados e improductivos.