Pandera
Durante once kilómetros de ascensión, entre las constantes revueltas de la carretera, oímos y sentimos el Río Frío, con un notable contraste de temperatura, acompañados de la exuberante vegetación
Como decíamos ayer (el viernes pasado), rememorando la célebre frase de Fray Luis de León, acometemos el reto deportivo de coronar en bicicleta de montaña ... los 1.872 metros del Alto de la Pandera. La salida se realiza antes del amanecer —con la emoción de la primera vez–, desde la metrópoli jienense en dirección a los Villares. Me habían insistido en la dificultad del recorrido, de ahí que comenzara con prevención. Una vez alcanzada la población villariega, tomamos el desvío para Valdepeñas, después de beber agua fresca en la fuente que inicia el Puerto Viejo. Durante once kilómetros de ascensión, entre las constantes revueltas de la carretera, oímos y sentimos el Río Frío, con un notable contraste de temperatura, acompañados de la exuberante vegetación. Conforme adquirimos altura las vistas resultan más espectaculares, pese a la neblina y algunas nubes; nos acompaña en la subida, antes de despuntar el alba, la sierra de Jabalcuz y el Castillo de Santa Catalina. Se acomete la subida a buen ritmo, con unas sensaciones fantásticas, pero con atención de no superar el desvío que nos conduce a las antiguas instalaciones militares.
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Dejamos a la derecha el desvío a Fuensanta de Martos y la 'Yeguada de la Beata', hasta localizar una balsa de agua, porque enfrente está la verja buscada, contigua al acceso de la cantera. Al fin, aparece la carretera que, en un recorrido de doce kilómetros y con desniveles máximos del 19%, mostrarán durante todo el trayecto el repetidor de la red telefónica militar; sin que se trate de radares ni misiles, pese a que esa construcción militar fue diseñada por los Estados Unidos. En la subida se observa en lo hondo la egregia Ciudad, según el título conferido en 1917 por Alfonso XIII a la villa de Valdepeñas. Viene a la memoria valdepeñeros ilustres como don Félix Martínez Cabrera, recientemente fallecido, o Santiago Cortés; pero de forma especial la devoción que se profesa al Cristo de Chircales. Formulo el propósito de indagar más en esta interesante población renacentista. Mientras apuro los cerca de 40 km desde Jaén, con un desnivel de 1.255 metros y una pendiente media de un 5%, llego a la cumbre en 180 minutos. Aunque no es comparable la intensidad de los deportistas profesionales, que durante la Vuelta ciclista a España han realizado este recorrido en cinco ocasiones, el ciclismo amateur (por amor) es tanto o más apasionante. Me quedo cautivado de la panorámica en la extensa altiplanicie, desde las instalaciones militares abandonadas, que sirven para albergar nueve mil cabezas de ovejas y cabras del pastor, hasta el refugio del INFOCA, en la Peña del Altar (1.818 metros).
Aquí mantengo una interesante conversación a las 9 de la mañana con el vigilante forestal Samuel, quien recoge en una instantánea este sublime momento, y hace de guía turístico señalando las provincias y el continente cercano. Detrás y abajo se observa el emblemático embalse del río Quiebrajano, con el característico azul turquesa de sus aguas. A su izquierda se distingue sierra Mágina con el Pico Mágina, el más alto de la provincia con 2.147 metros; el Cerro del Almadén, otro 'dosmil', y el Cerro Aznaitín, un poco inferior; siguiendo a la siniestra, en la zona de Pegalajar, podemos contemplar el Cerro de la Artesilla, la Peña de los Buitres y el Pico Miramundos; girando unos pocos grados el Cerro de San Cristóbal, Jabalcuz (1.614 m.) y el valle del Guadalquivir, con sierra Morena y Despeñaperros al fondo. Colindando a la derecha del pantano, el Cerro Pitillos; treinta y pico grados a la diestra, en la provincia granadina, el Mulhacén, el pico más alto de la península con 3.479 metros, y tres 'tresmiles': la Alcazaba, el Veleta y el Caballo. En Málaga el Pico de la Maroma y la sierra de Montefrío. El continente africano se puede advertir en los días de mayor claridad. Corre una brisa con ráfagas de viento desestabilizantes. Me dispongo para el descenso tocando levemente el freno en las curvas. Por tratarse de sábado me desvío al santuario de la Villa en Martos. En total han sido algo más de cien kilómetros. La etapa será inolvidable. He echado en falta una imagen de la Virgen en la cima de la Pandera, de ahí que, como el general Douglas MacArthur en el Pacífico, haya dicho: «volveré».
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