Las sociedades contemporáneas asisten en las últimas décadas al auge de la extrema derecha, un espacio político que cuestiona el orden democrático y de valores ... heredados de la Ilustración y la Revolución francesa. Desde comunistas a conservadores, el resto de partidos del espectro político se ha visto obligado a redefinir sus programas y estrategias para hacer frente al desafío que plantean a la democracia. Teniendo en cuenta que han sido los medios de comunicación de toda Europa lo que han colaborado de forma interesada o altruista al resurgir del fascismo europeo. A los movimientos de esa ideología se les ha intentado camuflar bajo denominaciones como derecha extrema, conservadores, ultraliberales cuando su programa, que alude evidentemente a la historia y a la identidad patriótica como señuelos, se basa en la supresión de las políticas sociales implantadas en los últimos años, en la xenofobia y en el clasismo más decimonónico. No hay nada generoso en sus propuestas, hay odio, hay incultura, hay veneno, hay rencor, hay lo que hubo en la década de los veinte pero con bot y redes sociales.
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El ascenso del fascismo es el aspecto más siniestro de los años veinte. Con la llegada al poder de Mussolini, en 1922, Italia se convirtió en un faro para todos los que aspiraban a solucionar los problemas de las democracias por métodos dictatoriales. Para el nuevo fascismo europeo, Estados Unidos es el paraíso, el paradigma, el modelo a imitar. Un país en el que los más poderosos no pagan impuestos ni responden ante la ley, un país donde no existen prestaciones por desempleo, ni vacaciones, ni seguridad social, ni subsidios a la dependencia ni ninguna de las prestaciones de que hoy gozan los países de nuestro entorno, aunque sí la pena de muerte o el derecho a matar a un negro pobre con pistola reglamentaria. Como en los años veinte del siglo pasado, el nuevo fascismo no es más que el último ariete del capitalismo, el partido que defiende un orden basado en la desigualdad estructural, en la eliminación de la disidencia mediante el palo y en la desaparición de todas aquellas leyes y medidas que hacen la vida un poco más llevadera a quienes menos suerte han tenido en la vida.
Un siglo después, casi día por día, y por primera vez desde la Segunda Guerra mundial, el partido mas votado en Italia hunde sus raíces en el posfascismo, y ha recuperado un lema que popularizó 'Il Duce': «Dios, patria y familia». En apenas una década, Giorgia Meloni, la gran vencedora de los comicios que ha celebrado Italia ha conseguido llevar a su partido, Hermanos de Italia, desde la marginalidad al centro político e, inexorablemente, al palacio Chigi, sede del Ejecutivo. Se prevé que el presidente de la república, Sergio Mattarella, le encargue formar gobierno en las próximas semanas.
Todos los partidos de extrema derecha se aprovechan de la ola de inmigración de las últimas dos décadas y, ahora, del aparente fracaso de la Unión Europea. Dinamarca, Reino Unido, Finlandia, Austria, en todos ellos el nacionalismo y la xenofobia se funden con la protección a los derechos de los ciudadanos nativos y a la reivindicación de la soberanía nacional frente al euro y a Bruselas. Es un discurso político populista que, dentro del marco democrático, está arrasando a lo largo de todo el continente.
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