Pese a la sensación generalizada de que estamos al borde del desastre universal, los comienzos del año sugieren que todo va como siempre. Es decir, ... fatal, pero como siempre.
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Lo comprueban los vaticinios para el nuevo año. Entre los grandes augures predomina la profecía de que estamos en caída libre, con inminentes cataclismos en forma de tsunamis y terremotos, la llegada del anticristo y el comienzo del fin de los tiempos. O sea, lo de todos los años, sin novedad digna de mención. Cabe confiar en que, efectivamente, todo seguirá igual.
Los adivinos se vienen arriba porque aseguran que pronosticaron la muerte de Isabel II y la victoria de Argentina en el mundial. Lo primero no tiene mérito, pues lo venían vaticinando todos años y alguna vez tenían que acertar. Lo de Argentina puede ser, pero si lo dijeron no nos enteramos. Pasó lo mismo con el coronavirus: todos presumen de que lo habían pronosticado, pero lo dirían en la intimidad. Son profecías a toro pasado. Más fáciles.
En el mundo esotérico tiene prestigio Baba Vanga, una búlgara que murió en 1996. Le suponen enormes superpoderes. Dejó cantidad de profecías, pero tienen dos inconvenientes: uno, le atribuyen muchas que son falsas; dos, van en un lenguaje tan críptico que no sirven para avisar. Las interpretaciones de lo de este año son para echarse a temblar: explotará una planta nuclear, los ensayos de armas biológicas provocarán la muerte de millones de personas, el 23 de abril una tormenta solar destruirá internet y las comunicaciones. Para rematar la faena, se prohibirán los nacimientos humanos naturales, por lo que todos los críos habrán de nacer el laboratorio.
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Estimula que, un año más, nos abrumen con desastres. Si alguien pronostica que todo va a ir bien no tendrá ningún éxito. Nos gusta sentirnos en plena hecatombe.
En este clima apocalíptico siempre triunfa Nostradamus. Sus exégetas deben de pasarse el día dando vueltas a estrofas incomprensibles. Para 2023: explotará una bomba atómica que agravará el cambio climático (ahora lo grave no es la explosión nuclear sino el cambio climático), quedarán despoblados muchos países (sobre todo en Europa), dimitirá el Papa (y le sucederá un sujeto peligrosísimo que quizás inicie una guerra religiosa a nivel mundial). Estallará la tercera guerra mundial (durará sólo siete meses, no hay que agobiarse). Y comenzará por Marte la conquista del espacio. Tiene lógica: quizás sea para que salgamos a escape de este planeta de lágrimas.
Una vez más, el futuro viene tenebroso, sin sitio donde meterse (salvo en Marte y Argentina, donde verosímilmente celebrarán sus victorias media eternidad). Para más inri, ahora escarban en los episodios de los Simpson, que tiene fama de acertar en sus vaticinios acerca del futuro, y pronostican para 2023 una guerra entre China y Estados Unidos y, además, la caída de un asteroide.
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Se añora aquella época en que nuestro horizonte vital, desde el punto de vista de los dibujos animados, consistía en que Heidi buscaba a su abuelito.
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