Morirse es gratis, pero puede dejar una considerable y pesada lápida a los vivos. En Granada puede ser mortal si te descuidas, y si no, ... también. Si nos reencarnáramos, buscaríamos un lugar para morir y desaparecer de este mundo, que es otra cosa diferente, porque las huellas que dejas pueden ser tan profundas que quedas aquí para mucho tiempo. Y no me estoy refiriendo a sentires afectivos, lo hago con respecto a los pagos económicos. No sé si da igual que entierren tus restos o que los incineren y guarden las cenizas en un columbario, porque es una auténtica puñalada al bolsillo de quienes aquí quedan para pagarlo (eso no está contemplado habitualmente en las pólizas de las compañías de decesos). Por ejemplo, te pueden llegar a cobrar casi cuarenta euros por quitar y poner dos tornillos. Son las cosas que tiene este cementerio nuestro, municipal a la sazón, que tiene unas tasas acordes con los tiempos… futuros. Luego pasa lo que pasa, que la gente opta por expandir cenizas a los aires, en los campos, por los mares aunque esté prohibido y te puedan multar con hasta 750 euros, si te pillan antes de que el difunto salga volando. Hay espacios gratuitos, muy sociales, porque van todas juntas, lo que garantizaría coloquios eternos entre quienes se van pero desean dejarse oír después. Para cuando te suben arriba, por encima de la Sabica, déjales a los herederos una buena propina para el asunto, si no quieres arriesgarte a volar donde menos lo desees. Siempre queda la opción de que te dejen en casa, en tu cajita o urna, como lo que siempre has sido, uno más de la familia, en este caso con poco gasto.
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